Izamos el dingui sobre cubierta y después de desayunar zarpamos, mi chica y yo, rumbo a la península. Algo de viento fuerte al principio, de ceñida, que pronto amainó quedando una mar formada, desordenada e incómoda, residual del azote del día anterior.
Dejamos el barco en manos de sus propietarios y fuimos a pasar unos días a Cabo de Gata. Allí, aunque en tierra, sufrimos uno de los temporales más fuertes que se recordaban en la zona, con rachas de unos 55 nudos. Qué diferente se ve la situación desde tierra!, pero aún así fue algo molesto.
Después de esos días de descanso, y con fuerzas renovadas, el domingo a medio día llegué de nuevo en Dénia para hacerme cargo del barco, e inmediatamente volví a zarpar en solitario hacia Formentera, en un día soleado con brisas variables.
Una noche espléndida, aunque ya sin los calores de julio y agosto, más bien un punto de fresco. Va bien que me vaya acostumbrando de nuevo de cara al próximo retorno a aguas atlánticas.
A falta de un par de millas he ido arriando y aferrando la mayor bajo la iluminación lunar y finalmente a las 24:00h he quedado fondeado frente a la bocana del puerto de La Sabina, con un agua transparente que deja pasar la luz de la luna hasta el fondo, como en una piscina.
¡Perfecto!
P.D. El amanecer también ha estado a la altura de las circunstancias...
No hay comentarios:
Publicar un comentario