sábado, 31 de marzo de 2007

De nuevo a solas con el "Opium"

Después de unas cuantas singladuras con este barco, pequeño de eslora (con sus 7,60 m.) pero grande en prestaciones marineras, he llegado a establecer una relación con él. Si fuese una persona, podría decir que nos llevamos bien.
Este jueves de Marzo nos hemos vuelto a llevar mutuamente por la, ya conocida para nosotros, “Costa da Morte”. Después de que al “Opium” le hiciesen unas cuantas reparaciones y mejoras en la marina de Ares, ha vuelto de mi mano hasta su puerto base en Riveira, a unas ciento y pocas millas al Sur, en el límite entre las provincias de La Coruña y Pontevedra.
Lo bueno de navegar solo es que no tienes que ponerte de acuerdo con nadie para zarpar, basta con que el barco esté listo y la meteorología lo permita. Este jueves se dieron estas condiciones, nuevamente en un hueco entre dos frentes.
Aunque no se trata de una gran travesía, y de haberla realizado en más ocasiones de las que puedo recordar, me sigue fascinando esta costa, y es divertido jugar con la meteorología a la hora de establecer “tácticas” de navegación. Algo así como hacer “encaje de Camariñas” ;-)
En esta ocasión la previsión se cumplió con bastante exactitud. Salí de Ares a media mañana con viento Norte de unos 17 nudos, con nubes pero sin lluvia. Al salir de la ría el viento aumentó a 20 nudos y las olas crecieron hasta los tres metros aproximadamente, y navegamos a un descuartelar rumbo a las Islas Sisargas. Con la particularidad que esta vez pasaría estas islas por dentro. A pesar de que aparentemente es una sola isla, este pequeño archipiélago está constituido por tres islas: La Grande, La Malante y La Chica, formando un bonito fondeadero en su lado Sur, y separadas de tierra por una lengua de agua de media milla, aunque el paso navegable es un estrecho de 0,2 millas, entre piedras que velan y que no. De entre las que velan, mi favorita es la “Pedra do Lobo”. Deja que te acerques mucho, pero con cuidado, porque puede morder ;-) Saliendo de este estrecho, hay que esquivar unos bajos, “la Carreira” y “el Barizo”, y dirigirse hacia el siguiente Cabo, Punta Nariga, con uno de los faros más nuevos del litoral español, sino el que más. En el parte meteorológico se anunciaba que los vientos del Norte irían rolando hacia el Noroeste a lo largo del día, a la vez que amainando en intensidad, llegando a ser del Oeste al final. Esto hizo que navegase casi todo el tiempo con el viento de través a pesar de ir virando poco a poco hacia el Sur.
Uno puede pensar que va solo, pero no es exactamente así, cuando no te acompaña un pesquero, te cruzas con un mercante, te escolta una fragata de la Armada o te custodian desde tierra los enormes molinos de viento. Eso si no te siguen los delfines o te sobrevuelan las gaviotas, mascatos y cormoranes.
Por la noche, en cambio, me dejo guiar por los “electroduendes”, a los que pude captar con mi cámara, no sin cierta dificultad, pues no se están quietos ;-)















La tarde, ya desde Sisargas, quedó muy agradable con la apertura de un gran claro. La mar se fue tranquilizando lentamente y el viento se mantuvo entre 10 y 15 nudos.
Al paso por Vilán nunca puedo dejar de retratar a mi Cabo favorito, como si fuese un monumento, que lo es. Tampoco me puedo resistir a los atardeceres y puestas de sol en el mar, pero esta tarde unas nubes aparecieron desde el Norte para salir en la foto.

Si buenas fueron las condiciones hasta aquí, a partir de Cabo Fisterra, ya de noche, llegaron a ser hasta “aburridas”. La mar tan tranquila que mientras esperaba que el viento se fuera al Oeste, me dejó navegar en popa cerrada manteniendo las velas en orejas de burro sin atangonar, sólo mediante el desplazamiento de mi peso en la bañera, un juego que me mantuvo entretenido un buen rato.
Lo peor que uno puede hacer para que no le invada el sueño es quedarse quieto. Ya de madrugada, superados los bajos de Corrubedo, llegué a una de las zonas que siempre me mantienen más en tensión, la entrada desde el Norte a la Ría de Arousa.
Un laberinto de islas, bajos y canales aderezado con un montón de pesqueros que a esas horas deambulan por ahí.
Por precaución dejé la Isla de Sagres por babor, metiéndome por el Canal del Norte hacia la luz verde del pequeño faro que hay en las Piedras del Sargo para pasar por el Paso del Carreiro, que ya es estrecho, pero que tuve que compartir con un par de pesqueros que salían. Ellos se lo conocen muy bien, pero a mi me pone un poco nervioso coincidir con ellos en tan poco espacio y sin luz. A partir de ahí, todo mi cuerpo se relajó, ya estaba dentro de la ría, así que me dediqué a arranchar el barco, preparar la maniobra de atraque y recoger velas. Todo listo cuando a las 07:00h. entré en el Náutico de Riveira y amarré el Opium en su plaza del pantalán. ¡Hasta la próxima, amigo!

lunes, 26 de marzo de 2007

Rumbo a Falmouth

Todo empezó con un mal entendido. Una noche de finales de Enero del 2005 recibí una llamada… Diga?... al otro lado del aparato una voz me hablaba en perfecto inglés.
Creí que era un amigo gastándome una broma… pero me sorprendió su perfecta pronunciación, hasta que entendí que realmente se trataba de un inglés. Estaba en La Coruña con un barco que traía desde Turquía, pero no podía continuar hasta Inglaterra. Después de darme todo tipo de explicaciones concluyó diciéndome que le habían dado mi número y quería que le subiese el barco, así que quedamos en vernos al día siguiente en el puerto.
Como mi inglés es del tipo “toro sentado”, avisé a un amigo para que me acompañase a la cita, después de la cual acordamos subirle el barco hasta Falmouth, en un determinado margen de tiempo.
Y así fue como en Marzo nos juntamos cuatro amigos para salir hacia Inglaterra a bordo del “Manika”, un Oceanis 35, únicamente equipado con una radio VHF.
De los tres tripulantes, sólo uno tenía experiencia, con el que ya había hecho muchas millas. Con el segundo también había navegado unas cuantas, y por ultimo, un amigo de los que se apunta a un bombardeo, pero todos con ganas de navegar, así que estupendo!
Zarpamos en una mañana gris, aunque luminosa, sin apenas viento.
Con el motor y la mayor, como tantas veces, remontamos la costa gallega hasta Cabo Ortegal, punto en que empezamos a dejarla atrás para adentrarnos en el Cantábrico poniendo rumbo a la Isla de Ouessant, extremo más occidental de la Bretaña francesa.

En el mapa meteorológico de isobaras teníamos una borrasca en el centro del Atlántico Norte, desplazándose hacia el Oeste, por lo que esperábamos vientos portantes de componente Sur que aparecieron, tímidamente al principio, anunciados por los delfines y que nos permitieron, por fin, navegar a vela. Así transcurrió la primera jornada, rematada con una noche de viento suave y poca mar, muy agradable si no fuera por el frío.
Durante el siguiente día navegamos a buena velocidad empujados por 15-17 nudos de viento de popa. Cogimos rápidamente el ritmo a bordo, divididos en dos guardias cada cuatro horas. Con lo que pronto estuvimos en medio del Golfo de Vizcaya sin ningún contratiempo.
A la mañana siguiente el viento ya había arreciado hasta unos 20-25 nudos, del Sur clavado, con él la lluvia y según ganábamos latitud, también el frío, hasta el punto que en el interior del barco veíamos el vaho de nuestra respiración.
Ese día me encontré mal, con escalofríos y constantes arcadas, creo que debido a un corte de digestión, por lo que apenas pude salir a cubierta hasta última hora.
En la otra guardia también hubo una baja, en este caso creo que debido a lo que los “gabachos” llaman “mal de mer”.
Al anochecer ya estábamos en 30 nudos de viento y la mar creciendo. El parte meteorológico en el VHF, desde Brest, causó cierta inquietud a bordo. Aviso de temporal del Sur fuerza 9 para el Canal de la Mancha… ¡Vaya! hacia ahí vamos. En ese momento debíamos estar a unas 60 millas al SW de Ouessant, y hubo quien propuso que nos metiéramos hacia Brest, pero no me pareció una buena idea. De noche, con viento y mar, acercarse a una costa tan peliaguda en cuanto a piedras y corrientes, como es la de la Bretaña francesa, y además sin conocerla, no era la mejor opción. Así que eché mano del refranero español… “Donde hay patrón, no manda marinero”. Continuaremos hacia Inglaterra y correremos con la mar y el viento de popa.
Como el viento seguía arreciando, recogimos un poco de mayor y algo de génova. Tampoco teníamos tanta prisa, e iríamos más cómodos. Aún así manteníamos 10 nudos de velocidad. ¡No está mal este barquito!
Afortunadamente ya me encontraba completamente recuperado, no así el tripulante de la otra guardia, pero de todas formas esa noche entraríamos en el Canal y no pensaba abandonar la cubierta.
Al contrario que otros paisanos antepasados que vinieron por aquí, nosotros, sí que hemos venido a luchar contra los elementos… je, je. Esperemos tener mejor suerte que ellos. (el chiste no ha hecho mucha gracia a la tripulación ;-)
La verdad, prefiero cruzar el Canal en estas condiciones que con niebla, más aún sin radar.
Aunque durante la preparación de la travesía estudié las corrientes locales, que varían constantemente en cuanto a dirección e intensidad dependiendo de la hora de la marea, en este momento, con el despendole que llevamos, me traen un poco al fresco. Poco después de media noche ya divisamos el faro de la Isla de Ouessant, y orzamos un poquito hacia sotavento de ella, para buscar el parapeto de la costa bretona, al menos en cuanto a la mar, remontando un pequeño tramo esa costa hasta encontrarnos a unas 30 millas al NW de la Isla de Batz, momento en que trasluchamos para cruzar el Canal lo más perpendicularmente posible.
No encontrábamos momento para trasluchar con la que había montada. Aprovechamos un planeo para hacerlo y todo fue bien, incluso sirvió para quitarnos un poco el frío de encima, que no era poco.
Ahora arrumbábamos hacia Cabo Lizard, ya en la costa inglesa.
Encontramos menos tráfico del esperado, un poco más abundante del lado británico, donde nos cruzamos con varios mercantes y porta contenedores, alguno de ellos enorme, pero la mayoría ya con luz de día. Durante el amanecer del cuarto día fue amainando el viento, y con él la ola, hasta quedar en unos 20 nudos de nuevo. El día se presentaba con buena pinta, incluso con sol, lo cual contribuyó a levantar el ánimo de la tripulación. Supongo que la proximidad de la Gran Isla también ayudó.
Por la mañana pudimos desplegar toda la vela de nuevo y el viento roló un poco hacia el Oeste, lo que nos permitió llevar ya rumbo directo hacia la Ría de Falmouth. El cuarto tripulante volvió a asomar la cabeza por el tambucho. Como nuevo!
Momentos de buen ambiente en bañera, comidita, y como al despiste, se fue vaciando la cubierta. Bueno, al menos uno ha tenido el detalle de quedarse frito en la bañera, que por lo menos hace un poco de compañía. De todas formas se está muy agradable. A primera hora de la tarde se divisa Cabo Lizard por la amura de babor, ya estamos llegando!
La noticia vuelve a revivir a la tripulación y mientras nos aproximamos, disfrutamos de la visión de la costa de Cornualles, tan parecida a la gallega. Finalmente, a última hora de la tarde, nos adentramos en la Ría de Falmouth, Ría bastante estrecha y que se bifurca en dos ramales. Por la ley de Murphy remontamos el que no es, pero como dicen que preguntando se llega a Roma, decidimos interrogar al primer velero que nos cruzamos. Efectivamente, era por el otro lado. La “crew” inglesa del otro barco nos sonríe con guasa, y es que por aquí, desde lo de la “Armada Invencible” aún guardan cierta ironía inglesa para con los españoles. En fin, vuelta atrás. Si es que no sé para qué preguntamos, no tiene pérdida, es como el WC, siempre al fondo a la izquierda.
Con la última luz de la tarde arribamos definitivamente a Falmouth Marina, un sitio precioso ya casi río arriba.
Amarramos en el pantalán de espera hasta que nos asignan una plaza y de cabeza a disfrutar de una ducha caliente de las que te quedas dormido bajo el chorro. Acto seguido paseo hasta el pueblo donde ya sólo estaban abiertos dos típicos pub, así que una pinta en cada uno y de vuelta a la piltra.
Mi mejor recuerdo, no obstante, de este pintoresco pueblo, fue el impresionante desayuno inglés a base de “beans, bacon and eggs” que nos metimos entre pecho y espalda a la mañana siguiente, en un agradable local de su “high street”. El día posterior y cómo perdimos el puntual tren que nos debería llevar hasta Plymouth para coger el ferry de vuelta a España, es ya otra historia.

sábado, 24 de marzo de 2007

El resurgir del Patexo

Como tantos otros barcos, el Patexo se estropeaba en su amarre esperando a que alguien lo sacase a navegar. Seguramente pasó días felices junto a su antiguo armador, pero era evidente que hacía mucho tiempo de eso, y ahora acumulaba mugre y enmohecía inmóvil en el puerto, al fondo de la Ría de La Coruña.
Recientemente tuvo la fortuna de haber sido descubierto y rescatado de su letargo por un nuevo y entusiasta armador, al que a cambio a buen seguro, le brindará su experiencia de viejo barco y la protección de su solidez. Esto supondrá para el Patexo una nueva etapa y una segunda juventud.
El día que fue sacado del agua para limpiar su carena, ya intuyó que de nuevo el agua iba a volver a correr bajo su quilla, y sólo tuvo que aguardar poco más de un mes de temporales del Suroeste para que lo llevasen hasta su nueva casa, en la Ría de Muros-Noia.

El día tan esperado por él y por su ilusionado nuevo dueño llegó al fin, con el permiso del SW, que sólo un día antes soplaba con fuerza 10. Pero hora el parte meteorológico anunciaba Oeste flojo con lloviznas, que iría rolando en sentido horario a Norte y Nordeste, arreciando al medio día hasta fuerza 5-6 y despejando, como así fue.
El barco nos esperaba temprano en el pantalán, pero antes había que lavarle la cara un poco, templar sus obenques y hacerle algún ajuste que le permitiese soltar amarras con cierta dignidad.
Tampoco teníamos demasiada prisa, esperando que se levantase la bruma, pasase el frente de lloviznas y el viento se arrancase del Norte. En principio un día feo.
Por fin zarpamos del puerto a medio día, izamos mayor, calamos su corredera y en la punta del espigón empezó a marcar, 0,00 millas, 5,5 nudos.

Comienza la singladura de buen cariz (;-)), mala visibilidad y aún algún orballo (llovizna). Pasamos bajo la mirada de la Torre de Hércules y arrumbamos al 270º hacia las Islas Sisargas, con mayor y motor.
Pocas millas antes de las Islas saltó el anunciado Norte que rápidamente alcanzó los 15-20 nudos permitiéndonos desplegar el génova y gozar del mejor momento del motor, que es cuando se apaga, navegando a un largo. Daba gusto ver al feliz armador a la caña del también feliz velero, demostrándolo en su forma de pasar las olas. Tanto es así que a un servidor le daban ganas de desaparecer y dejarlos a solas, pero no era recomendable.
Las nubes negras se iban agolpando contra tierra, mientras por barlovento venía clareando. Una vez pasadas las Islas Sisargas, navegando ya en popa con el génova en orejas de burro, el viento aún roló más hasta el Nordeste arreciando a 20-25 nudos y formando marejada, que el barco aprovechó para brindarnos algún planeo por encima de los 9 nudos. Trasluchamos aprovechando el role y arrumbamos al 210º, de nuevo a orejas de burro pero ahora amurados a babor, y como en estas condiciones mantener así el génova requería mucha concentración, intentamos atangonarlo. He de decir que el armador mostró gran valor en esta maniobra, pues creo que era la primera vez que gobernaba en tales condiciones, pero aún así hubo que abortar la operación, decidiendo dejarlo para un poco más tarde, en un momento en que el viento amainó unos cinco nudos y nos permitió hacerlo.
Ahora el barco iba más equilibrado y corría agradecido por volver a navegar con las olas por la popa y todo el trapo arriba. El sol brillaba detrás de las velas y aún persistía un poco de bruma en tierra, pero con visibilidad suficiente para distinguir perfectamente el Cabo Villano a nuestro paso a un par de millas por el través, rumbo al siguiente, Cabo Toriñana, el más occidental de España peninsular.
Rumbo 180º, Lorenzo empieza a ponerse por el horizonte, demostrando que hasta los peores días pueden acabar bien. El viento se estanca en unos 18-20 nudos de intensidad y la ola disminuye. Disfrutamos tranquilamente y en silencio de la navegación. Está oscureciendo pero percibo la cara de satisfacción del armador.
Nos acercamos a Cabo la Nave, aún no ha salido la luna y las estrellas brillan con toda intensidad. Magnífica noche.
Desatangonamos el génova y navegamos a un largo amurados a babor para enfilar al cabo que está negro como boca de lobo. En este momento vamos pegados a tierra, pues por estribor tenemos un bajo puñetero (La Carraca), apuntando hacia el islote del Centolo del que apenas adivinamos su perfil. Cabo Finisterre está justo detrás, pero desde aquí sólo percibimos el resplandor de su haz de luz. El acantilado nos desventa, por lo que navegamos a unos 4 nudos, hasta que rebasamos el mítico Cabo, en que el viento vuelve a refrescar, soplando ya desde el Este con unos 15-18 nudos, como estaba pronosticado por aquí.
Así que ahora navegamos de través rumbo al 145º a pasar por el Canal de los Meixidos, dejando los bajos del mismo nombre y los Bruyos por estribor, hacia el Monte Louro, que franquea por el Norte la entrada de la Ría de Muros-Noia.
Hasta aquí todo perfecto.
El viento comienza a arreciar, 20, 22, 25 nudos, vamos pasados de vela y reducimos el génova, 27, 28, 30 nudos de viento que se va más a la proa y cazamos velas para ceñir.
Poco después baja de golpe, tratamos de desplegar más vela de proa, pero nos damos cuenta de que el génova se ha rifado, así que lo enrollamos del todo y encendemos motor.
Justo acabábamos de hacer esto cuando el viento volvió a arreciar de golpe a 30 nudos, con rachas de 35, esta vez mantenidos.
Estábamos entrando en la Ría y las olas salpicaban con fuerza, cada vez más abundantemente hasta dejarnos bien empapados. Se suponía que el viento aquí sería del E, quizá del NE por la orientación de la ría, pero no con esta intensidad, y con esta ola. Aunque es habitual que en esta ría se encañone el NE, nos preguntamos de dónde salía este viento si teníamos el centro del anticiclón sobre la cabeza?, y cómo se formaba esta ola si apenas tenía fetch?
El caso es que nos llevó algo más de dos horas recorrer unas 6 millas dando bordos, con este viento y olas que parecían pasar más por encima que por debajo, eso si, con una luna reluciente, pero incómodo como entrar en un tren de lavado.
A eso de las 03:30 h entrábamos por la bocana del náutico de Portosín, mojados, fresquitos pero contentos. La travesía inaugural había sido bonita, el barco se había portado espléndidamente y el recién estrenado armador también, que no es otro que mi amigo “FadoGaucho”, con el que ha sido un placer navegar. ¡Enhorabuena por hacer que este buen barco vuelva a navegar! Y ahora a trabajar a bordo para que el Patexo recobre todo su esplendor, él te lo devolverá con creces. ;-)

viernes, 23 de marzo de 2007

Esos tripulantes singulares...

No es extraño ver a bordo de veleros algunos tripulantes singulares, hábiles como el que más a la hora de moverse por el barco, de agradable compañía durante las guardias, incluso, en ocasiones, intuitivos para avisar de los peligros...
He conocido algunos, incluso formando parte de tripulaciones solamente constituidas por ellos y sus patrones.
Me refiero a esos gatos y perros, fieles marineros, que surcan los mares en el anonimato.
Por desgracia, mi "gorda" no es uno de ellos. Se acongoja ya sobre los pantalanes, y no hay ola que la alcance desprevenida.

Ahora me mira como diciéndome "a ver qué escribes sobre mí..."
Pues "gorda", digo que a ver cuándo conseguiré que me acompañes...¡Vaya!, se ha enfadado...
Pues nada, vaya mi admiración para todos aquellos que han conseguido que sus gatos y perros les acompañen por la mar.

jueves, 22 de marzo de 2007

Aquellos "locos" en sus viejos cacharros...

O Los siete magníficos solitarios.


Mis referentes, ya desde la infancia. Esos grandes navegantes que con sus relatos me marcaron el camino, de los que tanto aprendí, y a bordo de cuyos barcos me hicieron navegar tantas veces alrededor del mundo, bordeando el mítico Cabo de Hornos, que como su propio nombre indica, está en el quinto cuerno ;-).
Son muchos los navegantes a los que admiro, pero existe una primera generación que me marcó especialmente, precursores de otros muchos a los que también he seguido, aunque sólo sea por haber sido discípulos directos de los grandes, y en todos los casos, por haber sabido encontrar y compartir los más profundos secretos de los océanos.
Curiosamente, algunos de ellos, en el mar, perdieron la vida y encontraron la muerte, o viceversa.
Qué mejor forma de recordarlos, navegando eternamente.


Todos ellos van unidos a los nombres de sus barcos como un todo indivisible.


JOSHUA SLOCUM y su mítico "Spray".
El primero de ellos, más que por proximidad, por haber sido pionero en circunnavegar el globo a vela y en solitario.

BERNARD MOITESSIER y su no menos mítico "Joshua", en honor del pionero.

Peculiar navegante, por su forma de entender la mar, y más aún, la vida. Que prefirió dar media vuelta más al mundo para quedarse en las islas de los mares del Sur, en vez de volver a la vida occidental, renunciando a los laureles de la "victoria". Toda una filosofía de vida llevada a sus últimas consecuencias. ¡¡¡Chapeau!!!

"...Pensé en mis hijos, les había hablado de este viaje...Pero yo creo ahora que captaron lo esencial y que se dejarán llevar siempre por sus convicciones, ya que, de lo contrario, se hundirían en la más absoluta vulgaridad."

ERIC TABARLY, más que asociado a un barco, a toda una saga, sus "Pen Duick".

Paradigma del tesón marinero y precursor de la navegación moderna. Maestro de grandes navegantes y constante innovador. Pongo la imágen de su "Pen Duick I" por su belleza y porque fué su sueño, con el que empezó y en el que perdió la vida. ¡¡¡MAESTRO!!!

SIR FRANCIS CHICHESTER y su, también perteneciente a una saga, "Gipsy Moth IV"

También tozudo navegante, que cuando los médicos contaban sus días, y a su avanzada edad, se embarcó solo para dar la vuelta al mundo a vela sin escalas. Algo bueno debió encontrar por ahí, pues defraudó a los médicos viviendo diez años más. ¡¡Bien hecho!!

ALAIN COLAS con su "Manureva".

Discípulo aventajado de Tabarly, del que heredó algunos de sus barcos para presentarle batalla en el mar. Capaz de gobernar solo el gigante "Club Mediterrané" con sus cuatro mástiles. Abrió el camino del Atlántico para los multicascos a bordo del "Manureva", ex Pen Duick IV, con el que desapareció.

SIR ROBIN KNOX-JOHNSTON y su "Suhaili"

No sólo uno de los grandes mitos, primer ganador de la regata vuelta del mundo en solitario (con permiso de Moitessier), sino que a su buena edad sigue compitiendo en solitario, al más alto nivel, alrededor del mundo a bordo del "Saga Insurance", después de haber batido el record de circunnavegación a vela a bordo del maxi-catamarán "Enza NZ" acompañado del trágicamente desaparecido Peter Blake. ¡Todo un ejemplo!, sin duda gracias al whisky ;-)

JOSE LUIS UGARTE con el "BBV"

No por último de la lista el peor. Este experto marino mercante y navegante solitario vasco. Primer representante español en la regata vuelta al mundo en solitario a sus 64 años. Pero cómo no recordarlo a bordo de su viejo Northwind o de su "Orion Iru". Una personalidad que hechiza...

A todos ellos, y más, que grabaron sus nombres en la historia de la navegación a vela, confirmándonos que más allá del horizonte no hay abismos ni dragones. ¡Gracias!

















miércoles, 21 de marzo de 2007

Travesía Ribeira-Muxía-Ares solo. Enero 07

Esta vez fue un aquí te pillo y aquí te mato. Estudié el parte meteorológico y decidí salir al día siguiente. En esta ocasión me apetecía ir solo, y ya conocía el barco, un Kelt 7.6 con el que he navegado otras veces.
A las 14h. del viernes salí del puerto de Ribeira. Día soleado aunque con algo de bruma, 6 ó 7 nudos de viento de popa al enfilar hacia la salida de la Ría de Arosa, navegando con mayor y motor, sólo conseguía hacer 4-5 nudos, es lo que tienen los barcos pequeños. Como hacía buena mar decidí arrumbar hacia los estrechos de Aguiño, atajando y evitando así dar el rodeo por fuera de la Isla de Sálvora.
Quizá pequé un pelín de imprudencia, pues ya en plenos estrechos me di cuenta que fuera había más mar de la que esperaba, y estos pasos hacen honor a su denominación, “estrechos”, pero entre que pensaba si dar la vuelta o no ya había pasado el primero de ellos (el Paso del Carreiro) y enfilaba hacia el segundo (el Canal de Sagres). Opté por seguir adelante y, aunque con un poquito de tensión, todo fue muy bien.
Saliendo del Canal de Sagres.

El resto del día fue bastante bueno, pero con mayor y motorilo.
Al paso por Corrubedo la mar de fondo era de 4,5 a 5m., luego, al alejarse de la costa rumbo a Finisterre la cosa estaba mejor. Puse música, me abrigué y a relajarse esperando la puesta de sol. El sol se pone tras la ola.

El segundo momento de cierto apuro, ya noche cerrada, fue en Finisterre, justo pegadito al Centolo (islote junto al cabo). Se desactivó el diferencial del GPS y además al piloto automático se le fue la olla. No había luna, por lo que prácticamente intuí el Centolo y vi al contraluz las rompientes, demasiado cerca. Justo en los cabos la mar estaba mucho más rebotada. Tapé el GPS (su luz me deslumbraba) y cogí el timón para gobernar a mano hasta que pasé Cabo La Nave, una vez pasado pude desconectar y volver a conectar el piloto, con lo que volvió a funcionar bien. El diferencial continuó out. Unas horas después, a eso de la 01:30h., entré en Muxía para descansar el resto de la noche. La entrada a la Ría desde el Sur, en la Punta da Barca, también tiene bastantes bajos, y ya no me fiaba del GPS (menos si cabe), controlando las rompientes a ojo contra la luz de tierra. Puedo asegurar que de noche esas rompientes dan un poco de canguelo, parece que las tienes al ladito. A mi favor puedo decir que conozco bastante bien esta costa, de no ser así iría mucho más separado de todo. Si fallase el motor había suficiente viento, y en la dirección adecuada, para salir de ahí.
Ya frente a la bocana arrié la mayor, preparé la maniobra de atraque, entré en el puerto y abarloé a un pesquero. Como comprobación del error del GPS sin diferencial, cuando ya estaba amarrado dentro del puerto, el plotter me situaba bastante afuera del espigón, un error de unos 300m.
Dormí hasta las 8h.. A las 9,25h. estaba saliendo de nuevo del puerto, en una mañana encapotada. Ver las rompientes en medio de la boca de la Ría de Camariñas, en los bajos de Las Quebrantas, a plena luz del día, es bastante espectacular. Salí de la Ría ya a vela, y como estaba previsto saltó un SW de 15 a 20 nudos.
Rompientes en Las Quebrantas

Una vez doblado Cabo Villano (que parecía sacado de la peli de Cumbres Borrascosas) atangoné el génova, y el viento me empujó, casi el resto del día, en popa cerrada a unos 6-7 nudos de velocidad. Disfruté bastante, con delfines incluidos.
Cabo Villano En popa cerrada Delfines en la proa

Poco después de medio día doblaba las Islas Sisargas, trasluchando y navegando a un largo con rumbo ya hacia el centro de la Ría de Ares.
Islas Sisargas Navegando a un largo

Como cuando se va solo hay bastante tiempo para ensimismarse en nada, me dio por pensar en la relación que hay entre el Parchís y una travesía… si, y ya no digo nada con el paralelismo entre el Parchís, los Mandalas tibetanos o los Yantras indios, por mantener cierta reputación de cuerdo, pero haberlo hailo.
Me explico. Uno sale del puerto base cuando se dan las condiciones para hacerlo (en el caso del parchís cuando te sale un 5). Se puede avanzar lentamente o rápido, pero si vas demasiado rápido corres el riesgo de tener un percance y tener que volver al puerto base (si te sale tres veces 6, para casa). Siempre existe la posibilidad de que por agentes externos tengas que volver (p.ej. cuando te comen). De todas formas de vez en cuando encuentras zonas donde poder meterte, en las que estás a salvo. Y después de todas estas tribulaciones y recorrido llegas a una zona en la que ya no te puede pasar nada, como puede ser el puerto, hasta que finalmente entras en el amarre de destino. En mi caso tengo ya esta sensación en cuanto entro en mi Ría, aún no he llegado pero ya me siento seguro como en casa. Nuevo atardecer frente a La Coruña

En esta ocasión entré en el puerto de Ares, ya anochecido, después de haber recorrido la Ría a un descuartelar a unos 6 nudos, con esa sensación agridulce en la que por un lado tienes ganas de llegar y por otro sientes que ya se haya acabado la travesía.