sábado, 24 de marzo de 2007

El resurgir del Patexo

Como tantos otros barcos, el Patexo se estropeaba en su amarre esperando a que alguien lo sacase a navegar. Seguramente pasó días felices junto a su antiguo armador, pero era evidente que hacía mucho tiempo de eso, y ahora acumulaba mugre y enmohecía inmóvil en el puerto, al fondo de la Ría de La Coruña.
Recientemente tuvo la fortuna de haber sido descubierto y rescatado de su letargo por un nuevo y entusiasta armador, al que a cambio a buen seguro, le brindará su experiencia de viejo barco y la protección de su solidez. Esto supondrá para el Patexo una nueva etapa y una segunda juventud.
El día que fue sacado del agua para limpiar su carena, ya intuyó que de nuevo el agua iba a volver a correr bajo su quilla, y sólo tuvo que aguardar poco más de un mes de temporales del Suroeste para que lo llevasen hasta su nueva casa, en la Ría de Muros-Noia.

El día tan esperado por él y por su ilusionado nuevo dueño llegó al fin, con el permiso del SW, que sólo un día antes soplaba con fuerza 10. Pero hora el parte meteorológico anunciaba Oeste flojo con lloviznas, que iría rolando en sentido horario a Norte y Nordeste, arreciando al medio día hasta fuerza 5-6 y despejando, como así fue.
El barco nos esperaba temprano en el pantalán, pero antes había que lavarle la cara un poco, templar sus obenques y hacerle algún ajuste que le permitiese soltar amarras con cierta dignidad.
Tampoco teníamos demasiada prisa, esperando que se levantase la bruma, pasase el frente de lloviznas y el viento se arrancase del Norte. En principio un día feo.
Por fin zarpamos del puerto a medio día, izamos mayor, calamos su corredera y en la punta del espigón empezó a marcar, 0,00 millas, 5,5 nudos.

Comienza la singladura de buen cariz (;-)), mala visibilidad y aún algún orballo (llovizna). Pasamos bajo la mirada de la Torre de Hércules y arrumbamos al 270º hacia las Islas Sisargas, con mayor y motor.
Pocas millas antes de las Islas saltó el anunciado Norte que rápidamente alcanzó los 15-20 nudos permitiéndonos desplegar el génova y gozar del mejor momento del motor, que es cuando se apaga, navegando a un largo. Daba gusto ver al feliz armador a la caña del también feliz velero, demostrándolo en su forma de pasar las olas. Tanto es así que a un servidor le daban ganas de desaparecer y dejarlos a solas, pero no era recomendable.
Las nubes negras se iban agolpando contra tierra, mientras por barlovento venía clareando. Una vez pasadas las Islas Sisargas, navegando ya en popa con el génova en orejas de burro, el viento aún roló más hasta el Nordeste arreciando a 20-25 nudos y formando marejada, que el barco aprovechó para brindarnos algún planeo por encima de los 9 nudos. Trasluchamos aprovechando el role y arrumbamos al 210º, de nuevo a orejas de burro pero ahora amurados a babor, y como en estas condiciones mantener así el génova requería mucha concentración, intentamos atangonarlo. He de decir que el armador mostró gran valor en esta maniobra, pues creo que era la primera vez que gobernaba en tales condiciones, pero aún así hubo que abortar la operación, decidiendo dejarlo para un poco más tarde, en un momento en que el viento amainó unos cinco nudos y nos permitió hacerlo.
Ahora el barco iba más equilibrado y corría agradecido por volver a navegar con las olas por la popa y todo el trapo arriba. El sol brillaba detrás de las velas y aún persistía un poco de bruma en tierra, pero con visibilidad suficiente para distinguir perfectamente el Cabo Villano a nuestro paso a un par de millas por el través, rumbo al siguiente, Cabo Toriñana, el más occidental de España peninsular.
Rumbo 180º, Lorenzo empieza a ponerse por el horizonte, demostrando que hasta los peores días pueden acabar bien. El viento se estanca en unos 18-20 nudos de intensidad y la ola disminuye. Disfrutamos tranquilamente y en silencio de la navegación. Está oscureciendo pero percibo la cara de satisfacción del armador.
Nos acercamos a Cabo la Nave, aún no ha salido la luna y las estrellas brillan con toda intensidad. Magnífica noche.
Desatangonamos el génova y navegamos a un largo amurados a babor para enfilar al cabo que está negro como boca de lobo. En este momento vamos pegados a tierra, pues por estribor tenemos un bajo puñetero (La Carraca), apuntando hacia el islote del Centolo del que apenas adivinamos su perfil. Cabo Finisterre está justo detrás, pero desde aquí sólo percibimos el resplandor de su haz de luz. El acantilado nos desventa, por lo que navegamos a unos 4 nudos, hasta que rebasamos el mítico Cabo, en que el viento vuelve a refrescar, soplando ya desde el Este con unos 15-18 nudos, como estaba pronosticado por aquí.
Así que ahora navegamos de través rumbo al 145º a pasar por el Canal de los Meixidos, dejando los bajos del mismo nombre y los Bruyos por estribor, hacia el Monte Louro, que franquea por el Norte la entrada de la Ría de Muros-Noia.
Hasta aquí todo perfecto.
El viento comienza a arreciar, 20, 22, 25 nudos, vamos pasados de vela y reducimos el génova, 27, 28, 30 nudos de viento que se va más a la proa y cazamos velas para ceñir.
Poco después baja de golpe, tratamos de desplegar más vela de proa, pero nos damos cuenta de que el génova se ha rifado, así que lo enrollamos del todo y encendemos motor.
Justo acabábamos de hacer esto cuando el viento volvió a arreciar de golpe a 30 nudos, con rachas de 35, esta vez mantenidos.
Estábamos entrando en la Ría y las olas salpicaban con fuerza, cada vez más abundantemente hasta dejarnos bien empapados. Se suponía que el viento aquí sería del E, quizá del NE por la orientación de la ría, pero no con esta intensidad, y con esta ola. Aunque es habitual que en esta ría se encañone el NE, nos preguntamos de dónde salía este viento si teníamos el centro del anticiclón sobre la cabeza?, y cómo se formaba esta ola si apenas tenía fetch?
El caso es que nos llevó algo más de dos horas recorrer unas 6 millas dando bordos, con este viento y olas que parecían pasar más por encima que por debajo, eso si, con una luna reluciente, pero incómodo como entrar en un tren de lavado.
A eso de las 03:30 h entrábamos por la bocana del náutico de Portosín, mojados, fresquitos pero contentos. La travesía inaugural había sido bonita, el barco se había portado espléndidamente y el recién estrenado armador también, que no es otro que mi amigo “FadoGaucho”, con el que ha sido un placer navegar. ¡Enhorabuena por hacer que este buen barco vuelva a navegar! Y ahora a trabajar a bordo para que el Patexo recobre todo su esplendor, él te lo devolverá con creces. ;-)

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