Este jueves de Marzo nos hemos vuelto a llevar mutuamente por la, ya conocida para nosotros, “Costa da Morte”. Después de que al “Opium” le hiciesen unas cuantas reparaciones y mejoras en la marina de Ares, ha vuelto de mi mano hasta su puerto base en Riveira, a unas ciento y pocas millas al Sur, en el límite entre las provincias de La Coruña y Pontevedra.
Lo bueno de navegar solo es que no tienes que ponerte de acuerdo con nadie para zarpar, basta con que el barco esté listo y la meteorología lo permita. Este jueves se dieron estas condiciones, nuevamente en un hueco entre dos frentes.
Aunque no se trata de una gran travesía, y de haberla realizado en más ocasiones de las que puedo recordar, me sigue fascinando esta costa, y es divertido jugar con la meteorología a la hora de establecer “tácticas” de navegación. Algo así como hacer “encaje de Camariñas” ;-)
En esta ocasión la previsión se cumplió con bastante exactitud. Salí de Ares a media mañana con viento Norte de unos 17 nudos, con nubes pero sin lluvia. Al salir de la ría el viento aumentó a 20 nudos y las olas crecieron hasta los tres metros aproximadamente, y navegamos a un descuartelar rumbo a las Islas Sisargas. Con la particularidad que esta vez pasaría estas islas por dentro. A pesar de que aparentemente es una sola isla, este pequeño archipiélago está constituido por tres islas: La Grande, La Malante y La Chica, formando un bonito fondeadero en su lado Sur, y separadas de tierra por una lengua de agua de media milla, aunque el paso navegable es un estrecho de 0,2 millas, entre piedras que velan y que no. De entre las que velan, mi favorita es la “Pedra do Lobo”. Deja que te acerques mucho, pero con cuidado, porque puede morder ;-) Saliendo de este estrecho, hay que esquivar unos bajos, “la Carreira” y “el Barizo”, y dirigirse hacia el siguiente Cabo, Punta Nariga, con uno de los faros más nuevos del litoral español, sino el que más. En el parte meteorológico se anunciaba que los vientos del Norte irían rolando hacia el Noroeste a lo largo del día, a la vez que amainando en intensidad, llegando a ser del Oeste al final. Esto hizo que navegase casi todo el tiempo con el viento de través a pesar de ir virando poco a poco hacia el Sur.
Uno puede pensar que va solo, pero no es exactamente así, cuando no te acompaña un pesquero, te cruzas con un mercante, te escolta una fragata de la Armada o te custodian desde tierra los enormes molinos de viento. Eso si no te siguen los delfines o te sobrevuelan las gaviotas, mascatos y cormoranes.
Por la noche, en cambio, me dejo guiar por los “electroduendes”, a los que pude captar con mi cámara, no sin cierta dificultad, pues no se están quietos ;-)
La tarde, ya desde Sisargas, quedó muy agradable con la apertura de un gran claro. La mar se fue tranquilizando lentamente y el viento se mantuvo entre 10 y 15 nudos.
Al paso por Vilán nunca puedo dejar de retratar a mi Cabo favorito, como si fuese un monumento, que lo es. Tampoco me puedo resistir a los atardeceres y puestas de sol en el mar, pero esta tarde unas nubes aparecieron desde el Norte para salir en la foto.
Lo peor que uno puede hacer para que no le invada el sueño es quedarse quieto. Ya de madrugada, superados los bajos de Corrubedo, llegué a una de las zonas que siempre me mantienen más en tensión, la entrada desde el Norte a la Ría de Arousa.
Un laberinto de islas, bajos y canales aderezado con un montón de pesqueros que a esas horas deambulan por ahí.
Por precaución dejé la Isla de Sagres por babor, metiéndome por el Canal del Norte hacia la luz verde del pequeño faro que hay en las Piedras del Sargo para pasar por el Paso del Carreiro, que ya es estrecho, pero que tuve que compartir con un par de pesqueros que salían. Ellos se lo conocen muy bien, pero a mi me pone un poco nervioso coincidir con ellos en tan poco espacio y sin luz. A partir de ahí, todo mi cuerpo se relajó, ya estaba dentro de la ría, así que me dediqué a arranchar el barco, preparar la maniobra de atraque y recoger velas. Todo listo cuando a las 07:00h. entré en el Náutico de Riveira y amarré el Opium en su plaza del pantalán. ¡Hasta la próxima, amigo!
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