Nuevamente se cumplió la previsión meteorológica para la travesía desde Sada (A Coruña) hasta Portonovo (Pontevedra), unas 110 millas. Se anunciaba viento del NE arreciando rápidamente a fuerza 6, con fuerte marejada y mar de fondo del NW de 3-4 m. Cielo despejado.
Salíamos del Puerto de Sada a las 12:00h, en una mañana luminosa de brisa fresca, con una mar tranquila dentro de la ría, que hacía que mis dos tripulantes no creyesen la previsión que les había anunciado. Así que se las prometían muy felices ;-)
Navegando con mayor y motor aún en la boca de la ría, se empezaba a notar una ligera mar de fondo del NW y una floja brisa del WSW. Todavía el Terral.
A medio camino entre la Torre de Hércules e Islas Sisargas, al través de Sabón, se empezó a ver el mar más rizado y oscuro por barlovento. Ya llega el Norte, les dije. Y me miraron como se mira a un “iluminao”. Tardé 15 minutos en tener razón.
Poco a poco, a medida que nos acercábamos a Sisargas, el viento fue arreciando y rolando al NE, al tiempo que aumentaba la mar, tanto la del viento como la de fondo, aunque esta última seguía siendo del NW.
Tuvimos una rápida visita de los delfines, pero al parecer estaban en su hora del almuerzo y no se entretuvieron mucho con nosotros. Llegamos a la altura de las islas navegando a un largo, casi popa, con 20 nudos de viento y rachas de 25. Ahí, mis dos tripulantes ya tenían el nudo en el estómago. Al doblar Sisargas arribamos lo que nos permitió el viento, aún sin trasluchar, recibiendo la mar por la aleta de estribor. La mar seguía aumentando y el viento subía de los 25 nudos con puntas de 30. Ahora a mis tripulantes se les sumó un segundo nudo, pero a la altura del cuello.
Menudas olas y vaya “aire”, eh?
Intenté cambiar el génova de banda y mantenerlo a orejas de burro. Arribábamos más, pero era difícil aguantar el génova hinchado con esa mar, y al ser nuevo, en cada flameo pegaba un estallido que encogía el corazón de mis tripulantes-propietarios. Trasluchamos, para coger la mar justo de popa y finalmente opté por recoger del todo la mayor.
La verdad es que a partir de entonces navegamos más cómodos, sólo con la vela de proa, permitiéndome conectar el piloto automático, que gobernaba con bastante estabilidad, manteniendo unos 7-8 nudos de velocidad. Comodidad que fue ya tardía para la tripulación, que apenas la pudo apreciar.
La mar estaba preciosa y de vez en cuando arbolaba por popa, con olas que remataban en tímidas rompientes, así que me dediqué a fotografiarla, pero parecía tan esquiva a la cámara que apenas pude captar alguna que mereciese la pena.
El resto de la tarde trascurrió sin novedades y pronto pasamos Cabo Vilán y Cabo Touriñán, a cuya altura se nos volvió a premiar con una deliciosa puesta de sol sobre el mar.
Ya sin luz llegamos a Cabo Fisterra, y como siempre que sopla NE, aquí la mar y el viento disminuyeron notablemente, con lo que la tripulación pareció volver a revivir y pudo disfrutar un rato del placer de la navegación nocturna en una noche estrellada. Al cabo de una hora se metieron los dos a dormir. Demasiadas emociones para un solo día. ;-) Navegamos de través con unos 15 nudos de viento, y aunque al pasar por delante de esa ría el viento subió momentáneamente a 20, pronto volvió a bajar, ya a la altura del través del Faro de Corrubedo aproveché para encender el motor y cargar baterías.
Pasados los bajos de Corrubedo pude orzar para enfilar entre la luz del Faro de la Isla de Sálvora, una cuarta a babor, y la luz del Faro de la Isla de Ons, aproximadamente también una cuarta por estribor.
Según íbamos acercándonos a tierra el viento se fue yendo más a la proa y se empezó a notar el encañonamiento que produce la Ría de Arousa. El viento arreció paulatinamente, recogí el génova, y siguió arreciando de ceñida hasta alcanzar los 28-30 nudos, con sus correspondientes salseiros que salpicaban desde la banda de barlovento.
Con el cambio de condiciones subió a cubierta uno de los tripulantes, que me ayudó a recoger casi del todo también la mayor, que yo había desplegado en cuanto se fueron a dormir. Increíblemente, con el ruido que se produjo en la maniobra y los ligeros pantocazos que ya daba el barco, el otro tripulante no sólo continuó durmiendo, sino que no se enteró de nada.
Ahora, con 2100 revoluciones de motor y un poquito de mayor andábamos 8-9 nudos, arrumbando hacia el Paso de la Fagilda, entre la luz roja de la boya que señaliza ese bajo y la luz verde del Faro sobre el bajo del Picamillo, ya entre la Isla de Ons y tierra.
A partir de ahí ya la tierra nos protegía del Nordeste, el viento amainó y la mar se aplanó. Sólo quedaba doblar la Punta Cabicastro, con su famosa piedra del Helmo, y enfilar hacia la bocana del Puerto de Portonovo, al que arribamos a eso de las 03:30h, yo cansado y mis tripulantes eufóricos.
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