Sólo un par de horas duró la escala portuguesa, como un pájaro que se apoya en la cubierta para coger aliento y continuar. Lo suficiente para estirar las piernas, desayunar, ir al baño, repostar gas-oil, reponer la botella de gas y comprar un par de cosas.
La brisa, de componente norte, a ratos nos dejaba desplegar el génova (NNW) y a ratos rolaba a la proa (N) y nos obligaba a recoger y continuar con mayor y motor.
Esa fue la tónica general durante el resto de costa portuguesa que nos quedaba por recorrer. Al menos no nos encontramos con norte fuerte, lo que hubiese hecho más penoso el ascenso por Portugal.
Abrió el día pero permaneció una ligera bruma con brisa fresca. Mientras seguíamos ganando Norte el ambiente a bordo era de lo más relajado, entre siestas y charlas alcanzamos Cabo Carvoeiro, en la punta de Peniche, última población que veríamos hasta última hora de la tarde del día siguiente.
El día siguiente fue igualmente tranquilo, quizá con más brisa aprovechable.
Descubrimos el paradero secreto de una polizón que se embarcó en Formentera y que aparecía y desaparecía todos los días. No había más que mirarla a los ojos para saber que era ella, Maya.
Serían casi las once de la noche cuando amarramos en el M.C.Y de Bayona, y como aún no eran las doce y seguía siendo su cumpleaños, Jesús nos invitó a cenar, esta vez de verdad, en el primer sitio que nos dejaron entrar a esas horas. Y bien que estuvo.
03/06/09
Por la mañana, temprano, hicimos todo lo que teníamos que hacer, y nos dirigimos al pantalán del gas-oil para repostar, una vez más por detrás de una “motorita” de bandera inglesa que le echó casi seis mil euritos de combustible, vaya, lo justito para llegar hasta Gibraltar.



Al paso por Touriñán oscureció casi de golpe y el siguiente cabo importante, Cabo Vilán, lo pasamos ya de noche.
Cenamos unos estupendos macarrones calentitos y una vez ya a rumbo hacia Sisargas, sólo había que estar atentos a los pesqueros y, sobre todo, a los numerosos palangres, así que me eché un rato en el sofá del salón.
Serían las dos de la madrugada cuando sonó la alarma de temperatura del motor. Lo apagamos inmediatamente y abrí la tapa del motor para ver qué pasaba. De entrada el depósito de expansión del circuito interno de refrigeración estaba casi seco. Rellené con líquido refrigerante y, lo peor es que se había soltado el alternador, empotrado en una esquina del motor, y por tanto se había soltado la correa que sirve tanto al alternador como a la bomba de refrigeración, de ahí la subida de la temperatura.
Afortunadamente localicé todas las piezas que estaban desperdigadas por la sentina del motor. Montamos de nuevo el alternador y la correa, lo conectamos con sus cables, que también se habían soltado, y en cuestión de unos cuarenta minutos teníamos de nuevo propulsión y energía.
A partir de ahí quedamos de guardia Fátima, Ignacio y yo. La noche estaba absolutamente negra, pero también por fortuna, se había restablecido la luz del faro de Islas Sisargas.
Al doblar las Islas, como es una zona especialmente conflictiva por la multitud de aparejos de pesca que hay a su alrededor, Ignacio se fue de serviola a la proa y los tres estuvimos ojo avizor hasta que dejamos atrás las Sisargas.
Desde ahí, teóricamente, con buena visibilidad se puede divisar ya la luz de la Torre de Hércules, pero tardamos un buen rato en poder distinguirla.
En el mar había una fuerte “ardora” (fosforescencia del plancton) que, en la negrura de la noche nos mostraba los bancos de peces al agitarse a nuestro paso, como si de un foco submarino se tratase, todo un espectáculo.
04/06/09
Amaneció con la Torre de Hércules por nuestro través de estribor.
Nos adentramos en la Ría de A Coruña y, a la hora prevista, aunque con un día de retraso, entrábamos en la dársena para amarrar en los pantalanes de RCN de A Coruña.
Doce días y mil y pico millas después habíamos terminado esta travesía desde Formentera hasta A Coruña, en la que encontramos un poco de todo, incluido un buen temporal, corto pero intenso, nieblas, sol, viento y calma que sufrieron y disfrutaron los cinco tripulantes que participaron en ella. Manel, Fátima, Jesús, Ignacio y Juan, gracias a todos, y como dicen en los aviones: espero volveros a ver pronto a bordo ;-)
Amaneció con la Torre de Hércules por nuestro través de estribor.
Doce días y mil y pico millas después habíamos terminado esta travesía desde Formentera hasta A Coruña, en la que encontramos un poco de todo, incluido un buen temporal, corto pero intenso, nieblas, sol, viento y calma que sufrieron y disfrutaron los cinco tripulantes que participaron en ella. Manel, Fátima, Jesús, Ignacio y Juan, gracias a todos, y como dicen en los aviones: espero volveros a ver pronto a bordo ;-)
4 comentarios:
Joer que envidia.
Je,je... Pues ya sabes, Juan Miguel, apúntate a la próxima ;-)
Enhorabuena por tu Blog!
Sí te gusta la pintura marítima échale un vistazo a mi Web:
www.sea-artist.com
Gracias.
Así lo he hecho y me ha gustado.
Siempre me ha parecido difícil representar el mar y, por tanto, admiro a los que lo consiguen.
¡Chapeau!
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