jueves, 9 de julio de 2009

DE FORMENTERA A SADA (II)

Bueno y rápido fue el trabajo del velero inglés que antes del anochecer tuvo reparada la vela.
Ese mismo día se incorporó a bordo el incondicional tripulante Jesús, y a la mañana siguiente se habrían de sumar dos tripulantes más para la etapa que nos llevaría hasta Cádiz, los hermanos malagueños Paco y Ángel (2), armadores de un precioso Sparkman & Stephens 29´. La predicción meteorológica anunciaba que seguiría el viento de poniente pero con menos intensidad y menos mar.
Abandonamos Almerimar el viernes por la mañana, con 24 horas de retraso respecto del plan previsto.
Pronto pudimos navegar a vela con unos 17 nudos de viento de ceñida que nos obligaba a dar largas bordadas y que sirvió para poner a prueba la reparación de la mayor, con muy buen resultado. Se notó la presencia de Jesús a bordo, que nos preparó unos apetitosos huevos rellenos para comer. La navegación fue bastante agradable hasta el final de la tarde, a la altura de Almuñecar, en que el viento volvió a arreciar y tuvimos que volver a enrollar el génova. A pesar de avanzar con motor y mayor, seguíamos dando bordos, aunque más cerrados al viento, para que la vela ayudase al motor a remontar la mar y el viento de proa. Siempre repiqueteando hacia tierra en busca de menos mar. Así que en vez de dirigirnos a rumbo directo hacia el Estrecho, tuvimos que ir más o menos bordeando la costa de Málaga. Amaneció aproximadamente a la altura de Marbella. Ciertamente gozamos en esta travesía de atardeceres y amaneceres formidables. También tuvimos, cómo no, las habituales visitas de los delfines. A medida que nos acercábamos al Estrecho se iba intensificando el tráfico. Y por fin doblamos Punta Europa, bien pegados al faro, con 23 nudos de viento en contra y algo de ola pero con una buena corriente a favor. Entre petroleros, mercantes, remolcadores, barcos de pasaje, otras embarcaciones de recreo y embarcaciones de salvamento marítimo que buscaban a un buzo desaparecido, aquello era un auténtico lío, hasta que dejamos atrás la bahía de Algeciras, en que tráfico, viento y mar se fueron normalizando. A última hora de la tarde salíamos del Estrecho, dejando el faro de isla Tarifa por nuestra aleta de estribor, con la mar llana, pero con unos choques de corrientes tan fuertes como nunca los había visto. Por momentos navegábamos por una mar que parecía planchada, de repente entrábamos en remolinos que hacían oscilar la proa o cruzábamos un trozo de mar picada. Parecía como descender por un río de aguas bravas, pero al anochecer, al través de Punta Camarinal salimos de la zona de influencia de las fuertes corrientes. Por la proa el brazo de tierra de Cabo Trafalgar que se incrustaba en un horizonte rojo. La noche fue tranquila y rápida, remontando la costa gaditana. Empezó a clarear después de pasar las balizas frente al castillo de San Sebastián, amaneciendo cuando ya nos encontrábamos en el canal de entrada al puerto de Cádiz. Serían las 07:30 h cuando amarrábamos al pantalán de espera de Puerto América, puerto al que, sin estar del todo mal, no creo que vuelva.
Ahí desembarcaron Jesús, Paco y Ángel (2).
El puerto se encuentra en una zona de contenedores un poco apartada y descuidada, así que nos dirigimos al centro para desayunar y dar una vuelta por el casco viejo de “la tacita de plata” en busca de un ciber y de un almacén de alimentación que estuviera abierto, pues era domingo.
Fue una escala rápida y a las doce y media o una, después de repostar, salíamos de nuevo por la bahía rumbo a Cabo San Vicente.
No habría pasado ni una hora cuando, al salir de la bahía, Oriol pescó con nuestro curricán una hermosísima Corbina (parecida a una Lubina) que sirvió de plato fuerte a la hora de comer. ¡Deliciosa! Otra bonita puesta de sol seguida de una noche tranquila y a la mañana siguiente teníamos punta Sagres por la proa, que rápidamente dejó a la vista el Cabo San Vicente, con bienvenida de los delfines portugueses incluida. Esa tarde despejó el cielo con una brisa del SW que nos brindó otra jornada de navegación agradable y ociosa con la mar rizada. El día transcurrió sin novedad, sólo el cruce con algún mercante a última hora, y una nueva noche con la luna en cuarto creciente poniéndose por el oeste. Esa madrugada, a las 06:30h (hora española) amarrábamos en el pantalán de espera de la marina de Cascáis.

No hay comentarios: