A diferencia de otras ocasiones en que he navegado en solitario en este barco, que son casi todas, esta vez no las tenía todas conmigo, me sentía inquieto ya desde el día antes de zarpar y hasta bien avanzada la travesía.
La última borrasca que llegó a la Península, trajo varios días de Sur fuerte y tenía que aprovechar sus últimos coletazos para subir este Kelt 7.6, prueba irrefutable de que el tamaño sí importa, por comodidad y velocidad me refiero.
Para salir del puerto de Riveira y dirigirse hacia el Norte, hay que navegar primero un poco hacia el Sur para abandonar la bahía y arrumbar hacia uno de los tres posibles canales de salida de la Ría de Arousa. Con olas y viento del sur de entre 20 y 27 nudos, ya me costó cierto esfuerzo remontar este primer tramo. Luego tuve que elegir una de las tres posibles salidas de la Ría. El Canal principal, entre la Isla de Sálvora y la Península del Grove, es la más segura, con sus 2,5 millas de anchura, pero para ir hacia el Norte es un rodeo importante, así que quedaba descartada. El canal del Norte, entre las islas de Sálvora y Sagres, con 0,6 millas de ancho después de atravesar el Paso del Carreiro de 0,1 milla de ancho, opción intermedia que elegí. Y por último el Canal de Sagres, más estrecho si cabe que el anterior, cuyas rompientes parecían no dejar espacio de paso, con lo cual no me atreví en esta ocasión.
Paso del Carreiro
Ya fuera de la ría encontré una mar formada considerable para este barco, y en cuanto dejé atrás el Meixón de Vigo y los bajos de Corrubedo pude poner rumbo directo a Cabo Fisterra, navegando en popa cerrada, cruzándome con unos cuantos pesqueros que parecían, uno tras otro, ir buscándome la proa. Cruce con pesqueros
Por el camino, como suele ser habitual, la visita de rigor de los delfines, que en esta ocasión se dejaron ver poco durante el día, no así por la noche que me hicieron compañía durante un buen rato, jugando a saltar para salpicarme... ¡graciosejos!
El sol se puso al pasar Fisterra done tanto la mar como el viento fueron amainando. La mar se allanó del todo al doblar Cabo Touriñán, pero la brisa siguió soplando aún hasta llegar a las Islas Sisargas.
Cabo Fisterra
Puesta de sol en FisterraEntremedias apareció un buen trozo de luna tardía, anaranjada, elevándose por detrás del perfil de Cabo Vilán, que no me canso de admirar.
Una noche estupenda, cálida al principio, fría y húmeda más tarde, estrellas y reflejo de luna en el mar, con música de la ópera Lakmé incluida, en fin ¡MU BIEN!
Una noche estupenda, cálida al principio, fría y húmeda más tarde, estrellas y reflejo de luna en el mar, con música de la ópera Lakmé incluida, en fin ¡MU BIEN!
Foto movidita de la luna
Ni que decir tiene, que después de esto, incluso antes, desapareció toda inquietud, pero después apareció el sueño, que junto con el frío del amanecer hizo que el resto de la travesía resultase pesada y contra reloj.
En esta ocasión, y por primera vez, el puerto de destino era Pontedeume, o sea en casa, pero lo malo es que sólo podría entrar por el canal del puerto con marea alta, así que tenía que llegar más o menos con la pleamar, que era a las 06:59 UTC (es decir, a eso de las nueve de la mañana).
Desde las Islas Sisargas hubo calma chicha, y las ocasionales brisas que soplaban eran del Este, aún así las iba aprovechando todo lo posible desenrollando y enrollando el génova para conseguir uno o dos nuditos más de velocidad de los 4,5 – 5 nudos que daba el motor.
Al través de A Coruña salió el sol, y a eso de la nueve me encontraba en la boca de la Ría de Ares que me recibió con un levante otoñal en una mañana luminosa y refrescante. Entrada en la Ría de Ares
Dos horas me llevó llegar al fondo de la ría, pero fue suficiente para entrar en Pontedeume sin problemas de calado. Entrando en Pontedeume
Habitualmente hago estas travesías sin dormir, pero no sé por qué esta vez llegué especialmente cansado, será que el cuerpo va pasando factura? Sea lo que sea en un par de días tengo que repetir a la inversa esta travesía, también con un barco pequeño, así que trataré de conseguir un acompañante, que ya no va estando uno para estos trotes ;-)
En esta ocasión, y por primera vez, el puerto de destino era Pontedeume, o sea en casa, pero lo malo es que sólo podría entrar por el canal del puerto con marea alta, así que tenía que llegar más o menos con la pleamar, que era a las 06:59 UTC (es decir, a eso de las nueve de la mañana).
Desde las Islas Sisargas hubo calma chicha, y las ocasionales brisas que soplaban eran del Este, aún así las iba aprovechando todo lo posible desenrollando y enrollando el génova para conseguir uno o dos nuditos más de velocidad de los 4,5 – 5 nudos que daba el motor.
Al través de A Coruña salió el sol, y a eso de la nueve me encontraba en la boca de la Ría de Ares que me recibió con un levante otoñal en una mañana luminosa y refrescante. Entrada en la Ría de Ares
Dos horas me llevó llegar al fondo de la ría, pero fue suficiente para entrar en Pontedeume sin problemas de calado. Entrando en Pontedeume
Habitualmente hago estas travesías sin dormir, pero no sé por qué esta vez llegué especialmente cansado, será que el cuerpo va pasando factura? Sea lo que sea en un par de días tengo que repetir a la inversa esta travesía, también con un barco pequeño, así que trataré de conseguir un acompañante, que ya no va estando uno para estos trotes ;-)
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