En una tarde de otoño, que por buena ha parecido de verano, me he dado el gustazo de salir al mar por el puro placer de navegar. Tenía muchas ganas de navegar solo y lo hice en un barco de ocho metros, al estilo tradicional, es decir, sin piloto automático ni timón de viento, sin ningún tipo de enrollador y por no tener no tenía ni winches autocazantes (ni falta que hacía), y por si fuera poco, con burdas.
El barco es noble y equilibrado, lo que me permitió solucionar lo del gobierno con una simple vuelta de cabo sobre la caña del timón.
Con unas condiciones de mar y viento perfectas, mar rizada con viento del NE entre 12 y 14 nudos, pude comprobar una vez más que el propio barco es el que mejor sabe llevarse a sí mismo. Sólo necesita a alguien que le ayude a salir y entrar del puerto, que ice, arríe y trime sus velas y que sea sus “ojos” para indicarle cuándo debe variar su rumbo, amén de alguna pequeña corrección de vez en cuando.
Una vez elegido el velamen adecuado y ajustado el rumbo con el viento amarrando la caña del timón, es suficiente un buen trimado de las velas para que el barco mantenga su derrota. Aquí se aprecia perfectamente la teoría del trimado. Por ejemplo, en el caso de la mayor, es mejor llevarla lo más largada posible rozando el punto de flameo, consiguiendo por un lado que la pala de timón no haga tanta resistencia al agua para evitar la tendencia a orzar y que el barco reduzca su escora y por tanto abata menos. Aunque según en qué rumbos el génova deba ir un punto más cazado de lo normal para mantener el buen equilibrio. Si bien es cierto que la cosa cambia un poquito navegando con el peso de la tripulación en la banda.
En ceñida es curioso ver como el barco orza unos grados al cargar la racha, volviendo a arribar cuando esta ha pasado, como haríamos si llevásemos el timón. Es un buen entrenamiento para cuando naveguemos con piloto automático, pues llevando el barco bien equilibrado reduciremos su consumo o, en el caso de timón de viento, atenuar sus esfuerzos.
Un barco pequeño como este es así mismo más sensible a la colocación del peso, pudiendo corregir las pequeñas variaciones de rumbo, debidas a las diferencias de intensidad de viento, simplemente cambiando de posición nuestro propio peso, o si la racha es más fuerte, jugando con las escotas.
Las maniobras, ni siquiera las trasluchadas con burdas, supusieron ningún problema con este viento.
En definitiva, un ejercicio divertido y gratificante que nos enseña a interactuar con el barco, porque navegar ya sabe él solito.
Lo peor, tener que arriar y doblar las velas uno solo al llegar a puerto de nuevo.
15 comentarios:
Non teño nin idea de mavegar sacandolle rendimento a maior e xenova, por exemplo. Si, entendo, que conservar a aerodinamica da embarcación navegando é importante e decir evitar escoras excesivas que fagan merma no avance da embarcación, pode ser?
Non tanto, Fernando, pola aerodinámica do barco, máis ben porque coa escora se reduce a superficie efectiva da orza ou quilla, o que fai que o barco abata máis, e todo o que o barco vai de lado deíxao de andar cara a adiante. Por iso, entre outras, e millor levar o barco o máis plano posible.
Por outra banda tamén e importante non levar o timón moi atravesado, porque frenará ao barco.
Si señor !!, eso es llevar bien un Fist Class. Contigo siempre hay " algo " que aprender. Gracias.
Disfrutar es tan simple, solo dejar algo de tiempo para uno... Muy bien explicado. Un abrazo.
Hola Jorge. La verdad es que yo aprendi a trimar las velas al comprarme el piloto de viento. El fabricante me dijo... lo primero que tienes que hacer es poner el barco y las velas bien, y despues colocar el timon de viento... Despues de muchas millas y de mucho probar y probar, ya puedo poner mi barco en cualquier rumbo sin apenas tocar el timon, y para las correcciones... ahi esta el timon de viento, ahora tengo que encontrar algo para hacer, ya que el barco va solo!!! jajaja...
No hay nada mas placentero que ver avanzar tu barco solo con unos lijeros toques de timon... Un saludo desde Barcelona... martiniut.blogspot.com
Xa che digo que con esas velas nin idea e coa nosa tradicional (relinga) non é que moita, pero bueno. E o outro día en unha saida observaba como a embarcación na que eu iba, pasabanos moita xente e a verdade que, con motivo, non tiñamos moita paño, pero, non para tanto e penso que o genova lle quitaba vento a maior ( ou meior non deixada rendir a maior correctamente e despois unha escora excesiva provocaba .... non sei, e como non sei, teorizo, é que a cerveza de despois da para moito :).
Por certo algún día que teña tempo farei unha de esas travesías tan fermosas.
Gracias a tí Eddy, ya se te echaba de menos por aquí ;-)
La verdad es que a este "primera clase" le tengo cariño y nos conocemos bien. Qué le voy a hacer, en el fondo soy un sentimental, enseguida le cojo cariño a los barcos, a veces hasta hablo con ellos... ;-)pero no lo vayas contando por ahí, no sea que me encierren... je,je.
Efectivamente, Mera. El tiempo para uno es un tesoro y no se deben perder oportunidades para disfrutarlo.
Un abrazo.
A que sí, Martin.
El simple hecho de observar al barco navegar ya es un disfrute. Nosotros sólo somos sus "rémoras", lo acompañamos, lo limpiamos y le echamos una mano al navegar.
Gracias por tu visita. Un saludo desde La Coruña.
As veces, Fernando, o genova manda vento para a maior por sotavento, pero iso é normal.
A verdade e que non por ter máis trapo sempre se anda máis.
Espero que teñamos a oportunidade de navegar xuntos.
Unha aperta.
Buena lección!!! me gusta como transmites el "sentir" el barco
Un saludo
Gracias, Isabel.
Lo intento :)
Es que el First Class 8 no es un barco cualquiera, ¡¡se hace querer!!
Hola, Jorge!
Aunque llego un poco tarde a esta deliciosa entrada, quiero contarte que me identifico plenamente con ella. Realmente es un auténtico placer cuando consigues ese grado de coordinación y de comunicación –verbal o no- con tu barco, hasta el punto de dejarle ir a su aire, sin tocar para nada el timón, tan sólo ajustando las velas y dejando que él te lleve. Alguna vez lo he conseguido con el “Corb Marí”, mi bote de vela latina. Aunque confieso que asusta un poco, porque son casi 28 metros quadrados de vela, entre la mayor y el foque, en un barco de 5 metros (bueno, 6’30 con el botalón), sin orza ni quilla lastrada, y que con viento requiere una tripulación de 4 o 5 personas. En cuanto sube un poquitín el viento ya tengo que recoger la mayor y navegar sólo con el foque –aunque entonces abate mucho-, porque me lo podría poner por sombrero, y ni te cuento volcar yendo solo, con un barco de 700 kilos de peso y escasas reservas de flotabilidad.
Pero bueno, a parte de todas esas limitaciones, es un gustazo cuando consigues esa comunión perfecta con tu barco, el viento y el mar. Precisamente, esta manera de navegar encaja de lleno con la idea del “Slow Sailing” o “Navegación Tranquila”, un invento que nació en mi blog y que un grupo de “chalaos” de las embarcaciones tradicionales –reunidos en un grupo de Facebook- intentamos poner en práctica aquellos fines de semana que el tiempo y nuestras obligaciones nos lo permiten. Incluso tenemos un Manifiesto, traducido a diversos idiomas, que hemos lanzado a los cuatro vientos de Internet con la idea de que el “movimiento” se expanda. Ya veremos hasta donde llega. En cualquier caso, y después de haber leído esta entrada, creo que serías un buen compañero de viaje.
Saludos desde el Mediterráneo y… ¿nos veremos en el Salón Náutico de Barcelona?
Hola Joan.
Da gusto cuando escuchas a otros navegantes que sienten las mismas sensaciones y experimentan la misma felicidad al dejarse llevar por un velero.
Me ha gustado mucho el manifiesto, poético y verdadero. Me identifico plenamente con él, así que me honraría acompañaros en ese viaje.
Me encantaría visitaros en el Salón Náutico y siento cierta morriña por volver a Barna, pero la economía me dice que quizá más adelante.
Un abrazo.
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