viernes, 13 de febrero de 2009

SENSACIONES DE NAVEGACION EN SOLITARIO

Es difícil describir sensaciones, aun así lo voy a intentar. A pesar de que hace algún tiempo que no navego solo, aproximadamente desde septiembre, pero eso es lo de menos. Si bien es cierto que no tengo experiencia en largas navegaciones oceánicas en solitario, si que he realizado un considerable número de millas en esta modalidad de navegación alrededor de la Península o por las islas, lo que considero que te obliga a estar más alerta si cabe, pero que en cualquier caso, aunque sea modestamente, me ha permitido experimentar los placeres e inquietudes de la navegación a vela en solitario, desde que lo probé con 14 años hasta hoy.

A la hora de mentalizarse, es diferente el planteamiento para una navegación de un día, de dos o de más, sin embargo el tamaño del barco en el que se realizará la travesía no afecta tanto en lo que concierne a las sensaciones de navegar solo.
En el momento de zarpar siempre me invade un sentimiento de desasosiego, si bien es cierto que al cabo de poco tiempo desaparece esa inquietud y aparecen otras sensaciones.
También es verdad que las condiciones meteorológicas existentes al salir contribuyen a aumentar o disminuir dicho desasosiego, ya que no es lo mismo empezar de día con buena mar y cielo despejado a zarpar de noche o con viento fuerte, mar formada y cielo oscuro.
Evidentemente el barco debe cumplir una serie de requisitos mínimos en cuanto a equipamiento, en función del cual uno puede acometer la travesía con mayor o menor confianza. Considero importante el buen conocimiento y funcionamiento de los instrumentos, básicamente el piloto automático, el GPS y el radar. Si todo va bien se navega con mucha más tranquilidad, pero de todos ellos, el que es fundamental es el piloto.
Una vez superado ese primer momento, uno se va metiendo en una dinámica mucho más reconfortante que te mantiene ocupado en el manejo del barco y el aparejo, en la casi constante atención a la navegación y a los partes meteorológicos.
Durante las primeras millas siempre cuesta más abandonar la cubierta, intentando que el tiempo de permanencia en el interior del barco sea el mínimo posible, de ahí que sea importante tener todo lo necesario bien estibado a mano. Pero según va pasando el tiempo va aumentando la interacción con el barco. Te vas acostumbrando a los movimientos y sonidos de a bordo, lo que se traduce en una disminución de la inquietud, sin llegar a desaparecer del todo cierta tensión que te hace permanecer alerta.

Si las condiciones ayudan conviene mantener una rutina en cuanto a las comidas. Creo que es importante hacer por lo menos una comida caliente al día, ayuda a mantener alto el ánimo y uno no sabe con certeza cuando puede cambiar el tiempo de tal forma que no te permita cocinar. Cuando las cosas están incómodas entonces echo mano de los bocatas, las patatas fritas, la fruta y el chocolate. Y siempre a mano el agua.

El sueño es una de los temas más delicados a la hora de navegar en solitario, por eso aprovecho los momentos en que las condiciones lo permiten, preferiblemente de día, para descansar, siempre en intervalos cortos de tiempo.
Durante la primera noche siempre cuesta más irse a dormir e intento mantenerme lo más activo posible, pero si la travesía va a durar más de dos días conviene descansar y una vez tomadas una serie de precauciones intento dormir en períodos de no más de 20 minutos. A pesar de tomar esa serie de medidas de seguridad, como pueden ser la constatación de que no haya otro barco, al menos en el radio de alcance del radar, activar la alarma del mismo a una distancia en torno a unas cinco millas, dependiendo de mi velocidad, navegar a suficientes millas de la costa sin meterme en las rutas de mercantes y ponerme un despertador, reconozco que en el fondo hay cierto grado de confianza en la providencia y la suerte, lo que hace que la primera noche me cueste más dormir. Algo que a partir de la segunda, debido al cansancio acumulado, no supone tanto problema, a pesar de que nunca llego a abandonarme absolutamente al sueño, como si algún sentido permaneciese en constante atención, de manera que un sonido inusual, un cambio de rumbo o cualquier otra alteración hagan que me despierte con facilidad.

Una vez cogida la rutina de a bordo es cuando verdaderamente disfruto de la sensación de estar solo en el mar, de sentir que el barco me lleva y que yo sólo le ayudo.
Las tareas de trimado y reglaje o maniobras con las velas, o las de mantenimiento y reparaciones que van surgiendo, me suelen mantener entretenido la mayor parte del tiempo y son las que más pueden cansar, pero a su vez son las que más satisfacción me producen una vez realizadas.
No obstante no es nada despreciable la agradable sensación de no hacer nada, simplemente contemplar el movimiento del mar, las nubes o los delfines, leer, escuchar música o fumarse un cigarrillo en cubierta contemplando estrellas. Ser consciente del mundo.
Sin embargo, cuando las cosas se ponen feas es cuando peor se lleva estar solo, pero cuanto peor se pasa en esos casos, una vez que ha pasado, mayor satisfacción me produce por haberlo superado. Hace que me sienta más autosuficiente, que me sienta más libre, más vivo y a la vez más pequeño.
¡Qué satisfacción deben sentir los que tras pasar del orden de 90 días en solitario en la mar, completan una circunnavegación! Creo que me lo puedo imaginar. Debe ser fantástico!
De ahí mi gran admiración hacia ellos. Porque una vez que has probado la navegación en solitario, quieres más, quieres llegar más lejos, estar más tiempo en la mar para disfrutar más de esos momentos y a su vez que la satisfacción de volver a tierra también sea mayor.
Como dije, creo que en esto de la navegación en solitario hay una fuerte componente de suerte, que hace que cada vez que salgo a la mar en estas condiciones tenga la sensación de estar quemando un nuevo cartucho, algo así (salvando las distancias) como jugar a la ruleta rusa. Cuando uno tiene que cerrar los ojos, en la oscuridad de la noche, no puede pensar en la cantidad de cosas con las que uno puede toparse en la mar, de lo contrario, siendo completamente cabal, no lo haría… y sin embargo qué sensación más agradable produce. Toda una paradoja, asumible cuando es uno mismo el que paga. Menos probabilidades de accidente que cuando cogemos el coche, algo que aún así hacemos con toda la tranquilidad.
Qué segura sería la vida si nos quedásemos en casa, qué confortable… y que insulsa.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Te sigo desde hace tiempo y este ha sido uno de tus mejores posts. Buenos vientos.

Juan Miguel dijo...

Bien descrito. Impresionante. Y eso que soy de la opinión de que la navegación en solitario es un riesgo por la mezcla que supone no poder descansar lo suficiente al tener que atender las cientos de cosas que se suceden en un barco y, al contrario, lo desatendido que puede quedar el barco cuando te tumbas a dormir. Ya sé que se toman enormes medidas de precaución y se trata de prever los riesgos, pero... uf, el mar es el mar y creo que, como los submarinistas, hay que salir de dos en dos.
Eso sí, hacerlo tiene que ser algo extraordinario. Tengo que reconocer que mi experiencia naútica tampoco es muy amplia y he podido ver mucho cafre patroneando de cualquier manera. Como en la carretera vamos.
De todas formas, lo dicho, me ha emocionado tu blog.
Juan Miguel

Nautijorge dijo...

Gracias Anónimo por tu comentario, me alegra que te haya gustado.
Un saludo.

Efectivamente Juan Miguel, la navegación en solitario tiene su riesgo, como lo puede tener navegar con alguien más,pero en ocasiones el hecho de navegar solo te hace estar más atento, si cabe, que de ir acompañado puede llevar a un exceso de tranquilidad engañosa.
De cualquier forma, si navegar ya es excitante, hacerlo solo, a veces, tiene quizá un extra de emoción muy reconfortante.
Gracias tambien por tu visita y tu comentario.
Te sigo la luz de tus faros, aunque estén helados ;-)
Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola Jorge! Tambien quiero felicitarte por este post, te sigo hace no mucho pero he leido bastantes de tus post y coincido en que este ha sido genial. Siempre es bueno oir (o leer) las experiencias de navegantes.
Te cuento que soy de Argentina, Mar del Plata, y realmente no hace mucho entre en esta pasion, aqui o al menos en la agrupacion en que estoy, navegamos mucho en barcos pamperos en laguna, es competitiva a nivel nacional, es un velero mas robusto que un snipe por ejemplo para que te ubiques. Mi distancia del mar es aun grande, pero espero llegar un dia, y tambien poder contar mis experiencias. Desde ya un gusto! Un gran abrazo desde estos lares.
Seba.

Nautijorge dijo...

Hola Seba. Gracias también por tu visita y tu comentario.
Para sentir el placer de la navegación a vela da un poco igual el tipo de barco en el que naveguemos, incluso que el agua que corre bajo la quilla sea dulce o salada.
Creo que la emoción que nos produce proviene de utilizar un fenómeno natural, como es el viento, para desplazarnos sobre otro medio natural que es el agua, la cual cubre la mayor parte de nuestro plantea y que, al fin y al cabo, constituye a su vez la mayor parte de nuestro ser.
El agua es la vida, así que es natural que nos atraiga tanto.
Espero que finalmente llegues al mar.
Un abrazo desde el hemisferio norte.

Fátima García dijo...

Hay un refrán que dice "Más vale solo que mal acompañado" peeeeroooo y si es BIEN ACOMPAÑADO?????
Bueno ya sospechais q pienso de navegar en solitario.

Nautijorge dijo...

Si es BIEN acompañado, Fátima, pues mucho mejor ;-)
Pero ya sabes que hacían los piratas y corsarios con las malas compañías (que haberlas hailas)... palanca y a los tiburones! ;-))

Lucas dijo...

Hola Jorge. Disfruto como tú de la navegación en solitario. Has expresado muy bien lo que se siente y contigo pienso que debe ser de los ejercicios de libertad mejores que un hombre puede asumir. Comparto contigo los desasosiegos y las euforias; la tensión permanente que el tiempo relativiza. Ando por el Cantábrico y Rias Altas. Un saludo, Pablo

Nautijorge dijo...

Hola Pablo.
No hay como haberlo experimentado para comprender las sensaciones, lejos de lo que se pueda expresar con palabras, verdad?
Espero que nos encontremos por estas aguas.
¡Á donf!

Anónimo dijo...

Hola Jorge, he ddo con tu blog y con esta entrada de casualidad, buscando unas cosas.
No te imaginas lo bien que te comprendo. Ademas de las sensaciones que describes a mi me interesa y estimula poderosamente la sensacion de autosuficiencia, que se extiende tambien al placer de preparar el barco para conseguir hacerte totalmente independiente, si asi uno lo desea, del exterior.
Si visitas mi blog entenderas mejor porque te digo todo esto. En concreto hay en el una pagina, "la seguridad", que creo te interesara especialmente y cuyo contenido me gustaria comentar con otros a quienes como a mi nos apasiona navegar a vela en solitario. Te pongo el blog por si lo quieres visitar.
www.retoalavida.com
Un saludo.
Luis Miranda

Maria Pia Blog dijo...

Hola!
Mi novio quiere navegar desde California (USA) hasta Salinas (Ecuador) Sabes tú si acaso se debe pagar alguna tasa o arancel segun uno va a vanzando de un país a otro? Hay que anclar en cada puerto y hacer un registro?
Gracias por tu ayuda!!

@MariaPiaBlog

Nautijorge dijo...

Hola María!
Una buena y bonita travesía la que pretende emprender tu novio.
Para embarcaciones deportivas o de recreo pueden navegar por el mundo adelante sin que en principio tengan que pagar tasa o arancel alguno, aunque desconozco cómo va el tema de los visados entre Estados Unidos y los países centroamericanos o sudamericanos. Lo único que se debe hacer, al entrar en el puerto o puertos que desee recalar es presentar los papeles y documentación, tanto del barco como personales, ante las autoridades del puerto (generalmente Policía, Aduanas o Guarda Costas)y es posible que en algún caso quieran hacer un registro de la embarcación.
Lo mejor es ponerse en contacto, antes de emprender la travesía, con las embajadas de cada uno de los países que comprenden la travesía (aunque no se pretenda recalar en ellos), para saber qué documentación exigen.
Le deseo suerte y buena travesía.
Saludos.