Sin entrar en otras consideraciones comparativas, esto me ha llevado a reflexionar sobre cuales son los motivos que llevan a las instituciones gallegas y a la Iglesia a montarse toda esta historia xacobea y a gastarse una pasta en albergues y promoción del camino compostelano.
Innumerables son los precedentes por parte de la Iglesia católica a la hora de apropiarse y anular hitos históricos de otras tradiciones anteriores.
Este, el de la existencia de los restos del Apóstol Santiago en la catedral compostelana, es otro de los casos en que, por lo menos, nos lleva a plantearnos dudas razonables sobre su veracidad.
EL MITO DEL CAMINO DE SANTIAGO
Cuenta la tradición católica que en el siglo I los discípulos de Santiago el Mayor, Teodoro y Atanasio, zarparon en una barca de piedra desde Jaffa, en Palestina, con el cuerpo decapitado del apóstol por orden de Herodes Agripa en torno al año 44, hacia la Península Ibérica, arribando en Galicia por la Ría de Arosa, y ascendiendo por el Río Ulla hasta Iria Flavia, desde donde su cuerpo fue trasladado en un carro de bueyes hasta el bosque de Liberum Donum, donde fue enterrado. En el año 820 un ermitaño llamado Pelayo, afirmó que observaba muchas noches unas luces que semejaban una lluvia de estrellas fugaces, que caían siempre sobre el mismo montículo. En base este suceso se llamaría al lugar Campus Stellae, o Campo de la Estrella, de donde derivaría al actual nombre de Compostela...Pelayo, impresionado por la lluvia de estrellas, se presentó ante el obispo de Iria Flavia, Teodomiro, para informarle del suceso. El obispo se trasladó hasta el lugar y pudo contemplar el fenómeno relatado por el ermitaño. Un fuerte resplandor iluminaba el lugar en donde, entre la densa vegetación, encontrarían un sepulcro de piedra en el que reposaban tres cuerpos, identificados como el de Santiago el Mayor y sus discípulos Teodoro y Atanasio.
Sitúense en el siglo IX, 800 años después de la muerte de Santiago, mediten sobre la ciencia forense de la época y deduzcan cómo pudieron identificar los tres cadáveres. Observen, asimismo, que el Pelayo de la leyenda, ya sospechaba el origen sagrado de esa incesante lluvia de estrellas, pues acudió directamente al Obispo y no a otras autoridades civiles.
El más antiguo de los relatos pormenorizados que se conserva sobre el descubrimiento es la "Concordia de Antealtares", escrito doscientos cincuenta años después, concretamente en el 1077. Y es a partir de esa fecha, cuando el sepulcro se convierte en punto de peregrinación de todo el continente Europeo.
El camino quedó definido entonces recurriendo básicamente a las numerosas calzadas romanas que unían diferentes puntos de la península.
En los s. XII y XIII, época en que se escribió el "Códice Calixtino"; primera guía del peregrino, la ciudad alcanzó su máximo esplendor. El Papa Calixto II concedió a la Iglesia Compostelana el "Jubileo Pleno de del Año Santo" y Alejandro III lo declaró perpetuo.
Hace no muchos años, más de mil después del descubrimiento, en 1878 el Papa León XIII expide una Bula donde confirma la autenticidad de los restos del Apóstol, que habían sido reencontrados tras haberse escondido contra los saqueos casi tres siglos antes. Este hecho, junto al descubrimiento de la tumba de Teodomiro en 1949, hace renacer el interés por el Camino de Santiago.
A partir de los años setenta del siglo XX, comienza un resurgir del Camino, gracias fundamentalmente al interés turístico de las administraciones públicas, el desarrollo de múltiples asociaciones y cofradías y en menor medida, a las visitas del Papa a Santiago en los años ochenta y noventa, el renovado esfuerzo de la Iglesia, la declaración de Patrimonio de la Humanidad y últimamente con el otorgamiento del premio "Príncipe de Asturias". Hasta aquí llega la historia oficial del Camino de Santiago, basada en conjeturas, las más de las veces, inverosímiles, intereses religiosos, políticos, sociales, turísticos y curiosamente, poco o nada históricos.
Pero existe, también, otra versión sobre de quién son los restos que descansan en la tumba de Compostela. Hacia el año 349 nace Prisciliano en Iria Flavia, útero mismo de la Galicia esotérica y mágica. Iria Flavia es por aquel entonces un mítico lugar de ancestrales cultos protocélticos, enclavada en un altozano que pareciera un gigantesco menhir, del que se decía que era la última etapa de un camino iniciático de los druidas del continente que siguiendo las estrellas en la noche clara (Vía láctea) les conducía hasta los confines de la Tierra, el Finisterrae, esa zona que hoy conocemos como Costa de la Muerte. Un camino hacia la muerte alegórica, allá donde muere el sol cada día, para renacer en el camino de regreso hacia el oriente. Sabemos que aquel joven gallego empujado por su pasión por el gnosticismo conoció a Ágape y Marcos, discípulos de Basílides, hombre clave del hermetismo maniqueo más esotérico. Fue Prisciliano también discípulo de Delphidius catedrático de retórica y poeta, considerado descendiente directo de los druidas.
Prisciliano fundó en Burdeos, junto con Elpidio una comunidad de pensadores que vestían túnicas blancas y se dedicaban, entre otras muchas labores, a la recolección de piedras sagradas (abraxas) en antiguas cuevas prehistóricas de Aquitania. Amantes de la noche, trabajaban a la luz de la luna para incrementar la luminaria del fuego, tal como hacían los antiguos celtas que adoraban el plenilunio. Expulsado de Aquitania por acusaciones de brujería, Prisciliano condujo a sus seguidores a su céltica Galicia, la cuna europea del paganismo, pero ni en su mágica tierra se vio libre de sus enemigos y fue acusado junto a Prócula de escándalo amoroso. Muchos historiadores sostienen que Prócula fue la inspiradora de la elección de la venera (vieira) como símbolo del peregrinaje iniciático hacia la Costa de la Muerte.
En los s. XII y XIII, época en que se escribió el "Códice Calixtino"; primera guía del peregrino, la ciudad alcanzó su máximo esplendor. El Papa Calixto II concedió a la Iglesia Compostelana el "Jubileo Pleno de del Año Santo" y Alejandro III lo declaró perpetuo.
Hace no muchos años, más de mil después del descubrimiento, en 1878 el Papa León XIII expide una Bula donde confirma la autenticidad de los restos del Apóstol, que habían sido reencontrados tras haberse escondido contra los saqueos casi tres siglos antes. Este hecho, junto al descubrimiento de la tumba de Teodomiro en 1949, hace renacer el interés por el Camino de Santiago.
A partir de los años setenta del siglo XX, comienza un resurgir del Camino, gracias fundamentalmente al interés turístico de las administraciones públicas, el desarrollo de múltiples asociaciones y cofradías y en menor medida, a las visitas del Papa a Santiago en los años ochenta y noventa, el renovado esfuerzo de la Iglesia, la declaración de Patrimonio de la Humanidad y últimamente con el otorgamiento del premio "Príncipe de Asturias". Hasta aquí llega la historia oficial del Camino de Santiago, basada en conjeturas, las más de las veces, inverosímiles, intereses religiosos, políticos, sociales, turísticos y curiosamente, poco o nada históricos.
Pero existe, también, otra versión sobre de quién son los restos que descansan en la tumba de Compostela. Hacia el año 349 nace Prisciliano en Iria Flavia, útero mismo de la Galicia esotérica y mágica. Iria Flavia es por aquel entonces un mítico lugar de ancestrales cultos protocélticos, enclavada en un altozano que pareciera un gigantesco menhir, del que se decía que era la última etapa de un camino iniciático de los druidas del continente que siguiendo las estrellas en la noche clara (Vía láctea) les conducía hasta los confines de la Tierra, el Finisterrae, esa zona que hoy conocemos como Costa de la Muerte. Un camino hacia la muerte alegórica, allá donde muere el sol cada día, para renacer en el camino de regreso hacia el oriente. Sabemos que aquel joven gallego empujado por su pasión por el gnosticismo conoció a Ágape y Marcos, discípulos de Basílides, hombre clave del hermetismo maniqueo más esotérico. Fue Prisciliano también discípulo de Delphidius catedrático de retórica y poeta, considerado descendiente directo de los druidas.
Prisciliano fundó en Burdeos, junto con Elpidio una comunidad de pensadores que vestían túnicas blancas y se dedicaban, entre otras muchas labores, a la recolección de piedras sagradas (abraxas) en antiguas cuevas prehistóricas de Aquitania. Amantes de la noche, trabajaban a la luz de la luna para incrementar la luminaria del fuego, tal como hacían los antiguos celtas que adoraban el plenilunio. Expulsado de Aquitania por acusaciones de brujería, Prisciliano condujo a sus seguidores a su céltica Galicia, la cuna europea del paganismo, pero ni en su mágica tierra se vio libre de sus enemigos y fue acusado junto a Prócula de escándalo amoroso. Muchos historiadores sostienen que Prócula fue la inspiradora de la elección de la venera (vieira) como símbolo del peregrinaje iniciático hacia la Costa de la Muerte.
Jamás se rindió Prisciliano a las falsas acusaciones de sus enemigos, llegó a ser obispo de Ávila, predicó la pobreza como virtud y los evangelios apócrifos, ampliando con el paso del tiempo el número de sus seguidores que reclutaba entre las elites culturales y del poder.
Fue tan grande su influencia que fue perseguido por las más altas instancias de la iglesia hasta que lograron su condena a muerte, tras sufrir grandes torturas, acusado de maniqueo y hermetista, llegando a decirse de él que era la reencarnación de un brujo druida de la prehistoria gallega.
La cabeza de Prisciliano rodó en Tréveris -Alemania- en la primavera del año 385 ante los extasiados ojos de un público que no entendía lo que estaba ocurriendo.
Cuatro años después de su muerte, un grupo de seguidores gallegos llega a la cuidad alemana de Tréveris a reclamar el cuerpo de su maestro Prisciliano y los discípulos ejecutados con él para transportarlos a su hermética tierra de druidas y darle cristiana sepultura.
El cuerpo es llevado a hombros a lo largo de la Galia y la Hispania, recorriendo "casualmente" un itinerario que con el paso de los siglos se convertirá en la ruta jacobea, el hoy popular y turístico Camino de Santiago. Curiosamente sospechosos son también los paralelismos entre las circunstancias de ambos personajes.
Prisciliano fue inhumado cerca de su tierra natal, Iria Flavia. Muy posiblemente sus restos mortales pasarían siglos después a la cripta de la catedral de Compostela bajo el velo protector de la leyenda de Santiago Apóstol.
Casi nada se puede afirmar del silente trabajo de sus seguidores, si fueron ellos quienes trazaron la ruta jacobea o ésta ya era un itinerario druídico anterior que aprovecharon los romanos para trazar sus calzadas. Si los restos que hoy se atribuyen a Santiago Apóstol son los de Prisciliano, si los Cátaros, los Masarríes o los Templarios que surgieron años después, eran seguidores de este gnóstico o si, aún hoy, otras Sociedades Secretas siguen sus postulados.
Sea como fuere, Prisciliano creó una escuela gnóstica de gran influencia en los años posteriores y del que todavía pueden detectarse vestigios en el pensamiento religioso del pueblo gallego, ese híbrido que aún hoy se profesa, mezcla de paganismo y cristianismo.
Aquella escuela proclamaba la liberación a través del conocimiento, en contraposición a la salvación a través de la fe.
Sea como fuere, Prisciliano creó una escuela gnóstica de gran influencia en los años posteriores y del que todavía pueden detectarse vestigios en el pensamiento religioso del pueblo gallego, ese híbrido que aún hoy se profesa, mezcla de paganismo y cristianismo.
Aquella escuela proclamaba la liberación a través del conocimiento, en contraposición a la salvación a través de la fe.
La introducción del cristianismo en Galicia fue un fenómeno tardío. La primera comunidad cristiana conocida estaba formada por soldados de la Legión VII Gémina y datada hacia la mitad del siglo III
Dudoso es el histórico apostolado de Santiago en Galicia.
El medio de introducción del cristianismo en el pueblo rural castreño fue en el siglo V tras las invasiones suevas, por los priscilianistas, probablemente porque esta doctrina estuviera muy cercana a la religión pagana de los indígenas castreños. Y esta doctrina debió calar hondo, pues aún en el siglo VI; en el concilio I de Braga del año 561; hay documentos que muestran que se orientó su labor hacia la eliminación de la pervivencia del priscilianismo, tan arraigado en la sociedad rural gallega.
Si Pelayo o Teodomino era o no gnósticos seguidores de Prisciliano y por ello se inventaron la presencia del Apóstol, nunca lo sabremos, pero lo cierto es que su "visión" despertó de su letargo al sendero inciático de los druidas atlánticos, unido a los intereses de la Iglesia Cristiana para ofrecer una ruta de peregrinación como alternativa a la fracasada de Tierra Santa y, también, los intereses políticos por ocupar las tierras despobladas conquistadas a los musulmanes en Castilla. Todo ello dio como fruto este camino.
Habrían de pasar unos doscientos años -Siglo XI- para que el camino alcanzara su máximo desarrollo y en el XII el obispo Gelmírez le dio el espaldarazo definitivo.
Durante siglos miles de peregrinos europeos popularizaron, con su cansino caminar a pie, caballo, barcos y carretas, este camino.
Las razones que los empujaban eran fundamentalmente tres: la devoción, la penitencia o las promesas.
Poco a poco el camino fue colonizado por Órdenes de Monjes Soldados, aparentemente justificado por los frecuentes asaltos sufridos por los peregrinos, destacando entre ellas, la Orden de los Caballeros del Temple, de la que tanto se ha escrito y tan poco se conoce, debido a su carácter esotérico (Secreto).
Pero nada es eterno y el camino languideció hasta quedar en el olvido. En el siglo XIV la peste negra asoló Europa y comenzó la agonía del camino, desapareciendo dos siglos después, en el XVI
Poco a poco el camino fue colonizado por Órdenes de Monjes Soldados, aparentemente justificado por los frecuentes asaltos sufridos por los peregrinos, destacando entre ellas, la Orden de los Caballeros del Temple, de la que tanto se ha escrito y tan poco se conoce, debido a su carácter esotérico (Secreto).
Pero nada es eterno y el camino languideció hasta quedar en el olvido. En el siglo XIV la peste negra asoló Europa y comenzó la agonía del camino, desapareciendo dos siglos después, en el XVI
En el siglo XX ante el vacío espiritual provocado por una vida de competitividad y el alejamiento de una parte importante de la Iglesia Católica de la espiritualidad, para dedicarse a la reivindicación social y el acomodo terrenal, comienzan a surgir en el seno de la cultura occidental asociaciones iniciáticas que tratan de llenar ese vacío espiritual con nuevas y modernas creencias; nace una nueva espiritualidad, surgen las sectas, decenas de charlatanes ganan adeptos, incontables publicaciones esotéricas que producen pingües beneficios, movimientos que afirman descubrir los secretos de las tradiciones esotéricas ancestrales, en definitiva, ante el vacío espiritual, muchas gentes tratan de llenarlo con mentiras bien orquestadas.
Es obvio que una buena forma de encontrarse a sí mismo es la soledad libremente elegida: el desierto, los navegantes solitarios, las cientos de rutas despobladas y, justo es aceptarlo, un largo y olvidado camino que antaño fue transitado, una leyenda que aún guarda cientos de tesoros arquitectónicos, que está salpicada de bellos y variados paisajes, goza de una buena infraestructura hostelera y ofrece una gastronomía diversa.
También, de nuevo hoy, confluyen los intereses de políticos e Iglesia para revitalizar el Camino. Compostela se erige nuevamente como la meta para miles de cristianos, turistas, y un sinfín de personajes que se erigen en los genuinos portadores de la verdad ancestral del camino.
Las editoriales publican miles de libros de ficción, turísticos, guías, gastronómicos, iniciáticos e, incluso, deportivos que tienen por protagonista este camino ancestral.
Se constituyen cofradías, órdenes y asociaciones que dictan las normas de cómo debe hacerse el camino. La propia Iglesia establecen un trofeo (La Compostela) que sólo sirve para colgar en la pared de su casa o enseñar a los amigos, que acredita haber recorrido el camino de forma genuina, tal y como ellos disponen que es necesario hacerlo para llegar a ser un iniciado.
Así quien hoy día viaje en avión, coche, tren o barco no será merecedor del título de peregrino, ignorando que en la Edad Media los peregrinos utilizaban todos los medios disponibles en su época para llegar a Compostela.
En el siglo XII Abu-abd-Alla Mohamed-al-Idrisi, un musulmán español, recoge en un libro cuatro itinerarios a Compostela, uno de ellos recorre el litoral en barcos de cabotaje desde Bayonne (Francia) hasta el Finsiterre, la actual Costa de la Muerte.
Si hoy alguien emulase a aquellos peregrinos marítimos, no sería merecedor de La Compostela. Los actuales supuestos detentadores del saber del camino, sólo reconocen como peregrinos a aquellos que hayan hecho un mínimo de kilómetros para llegar a Compostela a pie, bicicleta o caballo, ganando la indulgencia plenaria siempre que se confiesen, oren por el Papa y comulguen.
Si hoy alguien emulase a aquellos peregrinos marítimos, no sería merecedor de La Compostela. Los actuales supuestos detentadores del saber del camino, sólo reconocen como peregrinos a aquellos que hayan hecho un mínimo de kilómetros para llegar a Compostela a pie, bicicleta o caballo, ganando la indulgencia plenaria siempre que se confiesen, oren por el Papa y comulguen.
Los motivos actuales del peregrino a Compostela pueden ser diversos, desde el simple turismo alternativo, por deporte, búsqueda espiritual o convencimiento religioso. Todos ellos igualmente válidos para peregrinar hasta la tumba del apóstol Santiago, del druida Prisciliano, o sólo para degustar unas tazas de ribeiro en los bares de Calle del Franco.
Quizá sea la justa condena a una tradición que, muy posiblemente comenzó con una gran mentira y está, por tanto, sentenciada a nutrirse con otras nuevas.
¿Turistas? Sí, y qué.
Y que conste que yo sí creo en las meigas, porque haberlas hailas…
* (Información recopilada de aquí y allá y en buena parte de los textos de José Ramón Varela)
5 comentarios:
Creo q mientras sigamos dándoles el poder que no tienen todo seguirá igual. Particularmente preferiría un plato calentito de lacón con grelos, que no olvidaría, antes que un papelito que diga dónde estuve...ya tengo la memoria para ello.
Qué buena pinta tiene vuestro plan, ánimo!
Es un club que aún pretende imponer una forma de vivir y pensar, incluso a los que no son "socios", o a los que se les hizo socios sin elección ni consentimiento.
Creo que sólo queda algo de espiritualidad en unos pocos, lo cual me parece muy bien.
En cuanto a los políticos...buahh!
Pero eso sí, donde se ponga un buen lacón con grelos y patacas...
Eso sí que es una experiencia religiosa ;-)
Bueno, por fin tiven un momento para leer o do Camiño, unha pena o do Cadenote, a verdade e que o mar nunca estivo moi considerado, e moitisimo mais popular un piorno que unha dorna, por poñer un exemplo (e salvando as distancias) e o capellán non sería unha excepción, pena. están a xurdir proxectos similares, alguns concellos andan por ahi organizando historias dende Portugal, non podo precisar mais e incluso se fala de un proxecto que tería orixen polo Mediterraneo, de momento historias, pero xa hai conversas. Nos na última asamblea plantexamonos esto, a nosa participación, pero esta todo moi verde, repito.
Despois direiche que hai uns anos tiven de visita en Compostela a uns bretóns os que coñeciamos polos "pedrologos" (cariñosamente) pois mantiñan a teoria da inmemsa forza que xurdía do lugar onde estaban as pedras da Catedral e concretamente do lugar onde "estaba" o "Apostol".
Tamen falaban do Pico Sacro e de Fisterra, eles eran dos fieles as reunións en Stonehenge, por suposto creian no poder dos druidas e nas fadas ...
Saude.
Qué é un "piorno"?
O caso é que o proxecto de Cadenote segue adiante e a conversa coa Igrexa só era por se algún tivese intención de conseguir A Compostela, pero desde o meu punto de vista iso é o de menos.
Pero tamén estamos pensando en facer nós un "certificado" de facer a peregrinación por mar para visitar a tumba do druida ;-)
Sei de proxectos que pretenden vir desde Valencia, incluso algúns están intentando o recoñecemento da ruta maritima desde Portugal, outros tamén desde Baiona ou Vigo. Todas elas parécenme boas rutas.
Os bretones, como aquela famosa aldea gala, resistíronse máis que nós á imposición de novas tradicións, pero temos en común moitas cousas.
¡Que viva Panoramix e Vercingetorix! je, je...
A ver si nos vemos na tumba du druida logo.
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