A pesar de que dos de ellos se encuentran en el Mediterráneo y otros dos en el Atlántico, comparten el mar y una costa salvaje (aunque cada vez menos) sin apenas gente (aunque cada vez más).
El primero de ellos es la Isla de Formentera, que con el tiempo también se va pareciendo cada vez menos a lo que fue, pero en donde he pasado muy buenos momentos, sirviéndome alguna vez de varadero en una isla que dicen que flota, y en donde se respira libertad y creatividad, o sea, mar.

Como dice el cantor… “y que le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo.”

Ya en el Atlántico, con el que me siento más identificado, aunque aún con ciertas influencias del anterior, Bolonia, entre Tarifa y Barbate.
Lugar ya apreciado por los romanos en su asentamiento de “Baelo Claudia”, lleno de tranquilidad e inspiración.
Hace tiempo que no voy por allí, pero por desgracia creo que también ha cambiado.

Este lugar aún se mantiene relativamente virgen, así que no lo nombraré.
Lo bueno de estos lugares es que el mar deposita en la orilla una buena cantidad de “juguetes” para pasar el día entretenido, entre baños, paseos y lectura...




1 comentario:
Impresionante, todo un artista, aunque también un poco Diógenes de la orilla, todo el día recogiendo basurillas, así es la vida.
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