Existen, para mí, cuatro puntos del litoral peninsular e insular que tienen una magia especial, con algunas características comunes, a los que siempre me gusta volver.
A pesar de que dos de ellos se encuentran en el Mediterráneo y otros dos en el Atlántico, comparten el mar y una costa salvaje (aunque cada vez menos) sin apenas gente (aunque cada vez más).
El primero de ellos es la Isla de Formentera, que con el tiempo también se va pareciendo cada vez menos a lo que fue, pero en donde he pasado muy buenos momentos, sirviéndome alguna vez de varadero en una isla que dicen que flota, y en donde se respira libertad y creatividad, o sea, mar. El segundo es Cabo de Gata, y al igual que el anterior, ha cambiado mucho estos últimos años, pero que aún sigue irradiando creatividad y que me hace sentir a fondo el Mediterráneo.
Como dice el cantor… “y que le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo.” foto cogida prestada de Victor Manuel Pizarro (espero que no le importe)
Ya en el Atlántico, con el que me siento más identificado, aunque aún con ciertas influencias del anterior, Bolonia, entre Tarifa y Barbate.
Lugar ya apreciado por los romanos en su asentamiento de “Baelo Claudia”, lleno de tranquilidad e inspiración.
Hace tiempo que no voy por allí, pero por desgracia creo que también ha cambiado. Poco más al Norte, con playas y calas casi desérticas al pie de impresionantes acantilados que son un libro abierto, geológicamente hablando. Donde se encuentran de golpe por un lado el campo más castizo, con sus carrascales, alcornoques y un aire impregnado de jara y romero, y por otro, la agreste costa batida por el océano infinito, con olor a mar y a bacalao braseado.
Este lugar aún se mantiene relativamente virgen, así que no lo nombraré. Todos ellos son puntos de energía para mí, donde poder recargar baterías en los veranos de Junio y Septiembre.
Lo bueno de estos lugares es que el mar deposita en la orilla una buena cantidad de “juguetes” para pasar el día entretenido, entre baños, paseos y lectura...
... o simplemente poner la mente en blanco, tumbado al sol como un lagarto.
1 comentario:
Impresionante, todo un artista, aunque también un poco Diógenes de la orilla, todo el día recogiendo basurillas, así es la vida.
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