Discutimos si dar la vuelta y buscarlo, pero el armador estuvo de acuerdo conmigo en que en aquellas condiciones podía acarrearnos más problemas, así que optamos por dejarlo.
Todo esto ocasionó cierto nerviosismo entre la tripulación y se barajó la posibilidad de que entrásemos en Cascais. Ya me había encontrado otras veces con este encañonamiento del viento en la desembocadura del Tajo, y aunque no tenía absoluta certeza, vaticiné que amainaría cuando saliésemos de la bahía. Afortunadamente mi “farol” se cumplió en cuanto doblamos Cabo da Roca y continuamos tranquilamente hacia el Norte.
Por aquella época yo estaba viviendo en el interior y tenía billete de vuelta cerrado desde La Coruña, así que he de reconocer que en parte, mi decisión de continuar estaba condicionada también por ello.
Sin embargo a partir de ahí tuvimos vientos flojos de ceñida que relentizaron un poco nuestro avance a lo largo del resto de la costa de Portugal.
Habiendo alcanzado la desembocadura del Miño, al entrar en aguas de la comunidad gallega, comenzó a soplar un viento fresco de popa que nos permitió navegar rápido con el spi, pero aún así ya iba muy justo de tiempo, así que después de comentarlo con el armador me puse en contacto por teléfono móvil con el Monterreal Club de Yates de Bayona para arreglar que al estar a la altura de Cabo Silleiro saliese una zodiac para desembarcarme. Mientras tanto, el viento Sur trajo consigo una espesa niebla, que unido al crepúsculo, dificultaría el encuentro con la neumática.Minutos más tarde escuchamos el parte meteorológico por el VHF, en el que se anunciaba tormenta y posteriormente fuertes vientos del NE por Finisterre.
El armador trató de convencerme entonces para que no abandonase el barco, y si perdía el avión, me pagaría él otro billete. En tales circunstancias anulé el desembarco.
Trasluchamos y orzamos unos grados para dejar las Islas Cíes por estribor, después arriamos el spí. En ese momento se aligeró un poco la niebla dejando entrar los últimos rayos de sol de la tarde quedando todo inundado de una luz anaranjada inquietante, pero bonito.
Navegábamos ya a rumbo directo hacia Finisterre, antes del cual tuvimos de todo. Por la noche llegó la tormenta con rayos, truenos, chubascos y calmas, con un viento constantemente rolando de dirección y variable en intensidad que obligó a constantes cambios de velas.Por la mañana entró el nordeste, al principio no muy fuerte, pero pasado Cabo Villano arreció el viento, y con él la mar. El armador trató de convencerme entonces para que no abandonase el barco, y si perdía el avión, me pagaría él otro billete. En tales circunstancias anulé el desembarco.
Trasluchamos y orzamos unos grados para dejar las Islas Cíes por estribor, después arriamos el spí. En ese momento se aligeró un poco la niebla dejando entrar los últimos rayos de sol de la tarde quedando todo inundado de una luz anaranjada inquietante, pero bonito.
La organización había desplazado la línea de llegada unas 25 millas hacia el Oeste, con lo que ahora se encontraba justo al doblar las Islas Sisargas, y a primera hora de la tarde la cruzábamos.
Nos dirigimos rápidamente hacia el cercano puerto de Malpica para desembarcarme, a donde me iría a buscar la mujer del armador para llevarme hasta el aeropuerto. Apenas me dio tiempo para quitarme el traje de agua, ponerme algo seco y hacer la bolsa. En cuanto entramos en el puerto ella ya estaba esperándome, y antes de acabar de amarrar yo ya había saltado a tierra para subirme en el coche. Durante el trayecto hice las gestiones por teléfono para sacar un nuevo billete en el primer vuelo.
Todo discurrió como un torbellino y en nada estaba subido en un avión con destino a Madrid. Llegué a Barajas y corriendo me metí en el metro para ir hasta la estación de Atocha, la situación era surrealista, poco más de dos horas antes estaba empapado hasta los huesos a bordo de un barco de vela, y ahora iba en el metro con salitre hasta las orejas para coger el AVE hasta Ciudad Real.
Cuando me bajé del tren aún tenía la sensación de que el andén se movía bajo mis pies. Me vi reflejado en un cristal, hecho una mierda, con la cara aún ensalitrada y aspecto de vagabundo, pero por fin había llegado.
Nos dirigimos rápidamente hacia el cercano puerto de Malpica para desembarcarme, a donde me iría a buscar la mujer del armador para llevarme hasta el aeropuerto. Apenas me dio tiempo para quitarme el traje de agua, ponerme algo seco y hacer la bolsa. En cuanto entramos en el puerto ella ya estaba esperándome, y antes de acabar de amarrar yo ya había saltado a tierra para subirme en el coche. Durante el trayecto hice las gestiones por teléfono para sacar un nuevo billete en el primer vuelo.
Todo discurrió como un torbellino y en nada estaba subido en un avión con destino a Madrid. Llegué a Barajas y corriendo me metí en el metro para ir hasta la estación de Atocha, la situación era surrealista, poco más de dos horas antes estaba empapado hasta los huesos a bordo de un barco de vela, y ahora iba en el metro con salitre hasta las orejas para coger el AVE hasta Ciudad Real.
Cuando me bajé del tren aún tenía la sensación de que el andén se movía bajo mis pies. Me vi reflejado en un cristal, hecho una mierda, con la cara aún ensalitrada y aspecto de vagabundo, pero por fin había llegado.
*(ya he subido las fotos en el post de la edición 1996 de la Cutty Sark)
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