Regata Control-Ophiusa 2004 En Abril de 2004, nuevamente y por última vez, nos embarcamos a bordo del "Fast Ferrari" (Sun Fast 52) para hacer la regata Ophiusa Sitges-Formentera, con un recorrido de unas 165 millas.
La tripulación, reclutada de aquí y allá, incluidas algunas tabernas portuarias de mala reputación, era una mezcolanza de habituales del "FastFe" (los menos), un par de "respectivas" (alguna en su travesía inaugural), una panda de mariachis vascos (de las afueras de Bilbao), un "cadenote" y dos "argonautas" (estos últimos fueron los reclutados en las tabernas portuarias). A medio día se dio la salida desde el puerto de Sitges (Barna) con cielo encapotado y una predicción meteorológica de viento Norte de 20 a 25 nudos de intensidad, con la flota navegando a un largo. Pronto nos situamos en la cabeza de la flota, y a las pocas millas el viento roló lo suficiente para poder izar el spinnaker, en unas condiciones ideales para nuestro barco que nos permitían patinar rápido. Sin embargo, muchos de los participantes en seguida se batieron en retirada (algo que resultaba bastante habitual en este tipo de regatas en el Mediterráneo).
Bien entrada la Noche, ya navegando al Norte de la Isla de Ibiza, la predicción meteorológica se fue a tomar viento (núnca mejor dicho), y en cuestión de 20 ó 30 minutos pasamos de tener 15-20 nudos de viento, a tener 40-45 nudos. Asombroso!!!
Con ello, la mar no tardó en formar olas de unos 9 metros de altura... un tomate bonito! que nos cogió con todo el trapo arriba. Pero lo gracioso de la situación, es que a esas horas de la madrugada, y con semejante plantel, en cubierta sólo quedábamos dos o tres tripulantes. Un servidor al timón, el otro habitual del "FastFe" (Juan Carlos) a las escotas, y una cabeza que asomaba por el tambucho...
Los vascos habían desaparecido de cubierta, lo mismo que las chicas, el armador (en la mesa de cartas) y los argonautas, que navegaban en brazos de Morpheo, (sin duda algo tuvo que ver las numerosas "jarras" que se habían bebido la noche anterior).
Así las cosas, cada trasluchada que tuvimos que dar fue una odisea. Esperábamos el mejor momento entre las olas, y aprovechando el planeo, trasluchábamos... y en cada una de ellas nos íbamos de orzada, quedando el barco atravesado a semejantes olas hasta que conseguíamos enderezarlo a su rumbo debido.
Sin duda esto debía causar un importante pifostio en el interior, pero ni con esas cogían la indirecta de que arriba, en cubierta, necesitábamos ayuda. Había que reducir trapo, pero con una tripulación de dos y un barco de 52 pies, resultaba harto complicado, así que aguantamos como pudimos corriendo como posesos por encima de las olas.
Amaneció estando a la altura de Es Vedrá, donde efectuamos la última trasluchada para arrumbar hacia La Sabina, punto de destino en Formentera. Con la luz del día, poco a poco volvían a salir a cubierta alguno de los tripulantes, con pocas ganas de trabajar, y dada la proximidad de alguno de nuestros perseguidores, aguantamos ya todo el trapo hasta el final, navegando ya sin mar, pero con mucho viento, a un largo hasta la meta. Ganamos en tiempo real, pero no fue suficiente para hacerlo en tiempo compensado.
Con los brazos y la espalda acartonada y rígida tras las horas al timón en esas condiciones, he de reconocer que no podía más, pero entonces, tras cruzar la línea de meta, empezaron los problemas.
El génova se había atascado y no se podía arriar. El motor no arrancaba (una vez más), así que arriamos la mayor y entramos en el puerto de La Sabina con el génova y un fuerte viento.
Le sugerí al armador que en tales circunstancias nos abarloásemos a un pesquero, amarrados a barlovento en el puerto para intentar subir a alguien al palo a desatascar la driza del génova. Pero en el último momento decidió que entrásemos en el puesto de amarre, situado a sotavento...
Yo no tenía nada claro cómo íbamos a detener la arrancada, pero... metí todo el timón a estribor para embocar el hueco de amarre, y el resultado fue que le dimos una buena leche al balcón de popa de un catamarán francés y después creo que también al pantalán de hormigón...
Una llegada apoteósica. Evidentemente, el francés puso el grito en el cielo y se enzarzó en una acalorada discusión con el armador, pero en cuanto estuvimos amarrados, yo ya no podía con mi alma y bajé a tumbarme en el suelo del salón con la espalda agarrotada.
Si es que ya se sabe: "orden + contraorden = desorden"
Y así terminó esta rápida y desmantelada regata, con un tiempo infernal.
3 comentarios:
soy la chica de la regata inaugural, y he de decir que no me pude creer que con el barco lleno de tios vascos y gallegos y supuestamente navegantes, ninguno acudiera a echar una mano....menos mal que los dos de arriba y el armador son buenos marineros y de fiar!!!en fin "pa habernos matao"!!!:-)
yo soy uno de los dos "argonautas" y prometo que solo habíamos tomado leche con galletas, y en el temporal estábamos cuidando a las chicas, que estaban muy asustadas.
Je,je... seguro que sí ;-)
Nos vemos, y nos tomamos unas "leches con galletas"
on the rocks...
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