sábado, 17 de noviembre de 2007

INTERIOR DE LOS IMOCA OPEN 60 DE LA BWR.

Para los que no los conozcan, se podría pensar que estos grandes veleros de 60 pies (18 metros y pico) tienen unos interiores amplios y confortables, más que suficientes para la vida de uno o dos tripulantes, pero nada más lejos de la realidad. Si hay una palabra que los defina es ESPARTANOS, donde sólo hay cabida para lo imprescindible en aras de la ligereza, hasta el punto de que muchos de ellos ni siquiera están pintados, afinando al gramo el peso inútil, de ahí la oscuridad interior de los que han ido hasta este extremo, con el color negro propio de la fibra de carbono. De todo el volumen del barco solamente es “habitable” la parte central, entre el tambucho de entrada y la base del palo, donde el mayor protagonismo lo tiene la mesa de navegación, con un aspecto más propio de un trasbordador espacial, con toda su tecnología de comunicaciones y navegación, que de un velero. Puede decirse que es ahí donde los navegantes (sobre todo los solitarios) pasan más horas, analizando los datos meteorológicos, cavilando tácticas, ocupándose de las comunicaciones exigidas por la organización y los patrocinadores. Esto último no sólo pensando en la seguridad, sino que también es importante reportar imágenes y comentarios casi a diario con fin de hacerlas llegar al gran público. Pero también es cierto que en las duras condiciones de las altas latitudes del Sur les ofrece refugio, de ahí que el diseño del sillón del navegante sea tan importante. Dado que el peso y su distribución es uno de los requisitos que más se tienen en cuenta, junto con la solidez, a la hora de diseñarlos, es habitual ver estas mesas de navegación (auténtico centro de control del barco) ocupando la parte central de la cabina, lo mismo que la pequeña zona de cocina, donde más que cocinar, se hidratan y calientan los sobres de comida deshidratada que constituirá la base de su alimentación durante los meses que dure la competición. El agua necesaria para realizar las comidas proviene de una potabilizadora, con el fin de evitar grandes depósitos de agua dulce, que además de ser finita y de poder estropearse con el tiempo, supondría un peso muy elevado. Únicamente suelen ir provistos de depósitos para agua salada que pueden llenar y vaciar para distribuir peso (en cuanto al asiento del barco) según las condiciones de navegación.
Actualmente y desde hace algún tiempo, este tema del lastre móvil, en cuanto a la escora, se soluciona con las orzas pivotantes, que sin embargo dieron tantos problemas durante la última edición de la Volvo Ocean Race, ya que eran barcos más grandes y navegados más al límite, lo que sometía a las orzas a grandes esfuerzos que producían mayor fatiga de los materiales.

Siguiendo con el equipamiento del interior de los Open 60, el wc se limita a algo muy parecido a un simple cubo, así que para la higiene corporal deberán aprovechar los chubascos de lluvia en las zonas cálidas o las toallitas hidratantes para lavarse “por parroquias” cuando el frío apriete.
Estos barcos van equipados con un pequeño motor diesel, cuya función principal será la de cargar las baterías de a bordo, para lo cual los pondrán en funcionamiento (obviamente sin embragar) durante una o dos horas al día, ayudados por el aprovechamiento de energías alternativas, generadores eólicos, hidráulicos y paneles fotovoltaicos.
En cuanto a dormir, las pocas horas de sueño entre guardias de que dispondrán al día, lo harán en unos austeros catres tubulares con lona que se pueden regular según la escora del barco.
Durante las calmas ecuatoriales, la temperatura en el interior de la cabina puede alcanzar los 50ºC con una humedad de hasta el 80%, humedad que en los mares del Sur podrá llegar a la saturación y con temperaturas de 1 ó 2ºC. Los posibles huecos para ventilación de la cabina, suelen reducirse al mínimo con el fin de conseguir la máxima estanqueidad en condiciones extremas, incluso con vistas a reducir todo lo posible los puntos débiles en caso de vuelco.
En lo respecta al resto del barco, estos están divididos en compartimentos estancos. El de popa, al que sólo se tiene acceso para revisar y reparar las trasmisiones de los timones y los brazos de los pilotos automáticos, el habitáculo central en el que habitan, en donde, cuando las cosas se pongan feas, pueden cerrarse herméticamente. A proa del palo va otro compartimento dedicado a la estiba de velas, y por último el compartimento de proa. Todos en previsión de que se dé el caso de una posible vía de agua en alguno de ellos, poder garantizar la flotabilidad del barco.
Como se puede apreciar, el confort en estas máquinas de competición brilla por su ausencia, sin contar con los constantes golpes y zarandeos o el incesante ruido en el interior durante la navegación por las zonas australes.

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