Un primer fracaso de zarpar, después de haber liado a una tripulación que hizo el esfuerzo de trasladarse hasta aquí desde Madrid y Valencia, (y sin conocerme!) se adelantó un frente que estaba previsto para varias horas más tarde, con lo que las condiciones que había el día de autos hicieron inviable la partida. Con dolor de corazón por ellos, consideré conveniente suspender la salida.
Unos días más tarde hubo un hueco entre frente y frente. Tenía que aprovechar esa ventana meteorológica, y zarpé acompañado de un amigo, de los que con unas horas de preaviso, hacen el petate y se apuntan a un bombardeo.De todas formas, esta primera parte de la travesía, no fue nada especial. Bastante ola, poco viento y frío.
Ya pasado Finisterre, disminuyó la ola y fue aumentando el viento, llegando de madrugada a 20 nudos del través.
Quizá un momento especial fue al paso de Cabo Touriñán, a un largo con 12 nudos y violonchelo de Boccherini (Master and Comander), cielo estrellado y poco más de media luna. Muy bonito. Por lo demás frió y sueño.
Ah, y llegando a Sada, un amanecer precioso, pero más frío y con más sueño ;-) Arribamos a puerto a primera hora de la mañana, donde dejamos el barco unos días a la espera de hacerle unas reparaciones antes de zarpar hacia Bilbao.
Después de mucho esperar y aplazar la salida, cuando no era por el tiempo, era por el barco, y sino por falta de tripulante...El viernes por la mañana me encontraba a bordo compuesto y sin tripulante (Esta vez me dejó colgado en el último instante). Este barco no tenía piloto automático, como para pensar en ir solo, así que me lié a hacer llamadas hasta que encontré tripulación (como en los relatos de corsarios, nuevamente reclutando tripulación por las tascas y tabernas de peor reputación ;-), finalmente conseguí tres. Un expescador del Gran Sol (de los que tienen el privilegio de orinar por barlovento, pues pasó Cabo de Hornos), una velera amiga y un amigo argonauta sediento de mar.
A las 16:15 h. del viernes estábamos saliendo por el espigón del puerto de Sada, con poco viento hasta que abandonamos la ría.
Más tarde tuvimos de 10 a 15 y hasta 19 nudos de viento de la aleta, navegando ya a vela desde el ocaso. Una noche estrellada a más no poder y sin tanto frío como esperábamos, navegando a 6 - 7 y hasta 8 nudos. Perfecto y delicioso. Da gusto navegar en noches así!
Subió un poco más el viento entre Cabo Ortegal y Estaca de Bares. Era un barco rápido, y con viento Sur navegábamos de través a buena velocidad, rumbo a la costa asturiana, donde amanecimos. De nuevo un amanecer espectacular. Lástima que sólo llevase encima una cámara de un mal teléfono móvil, y no haber podido recoger bien los colores del cielo y del mar.
Así pasamos la costa cántabra, perseguidos por un chubasco que no nos llegó a alcanzar hasta poco antes del amanecer, ya en Vizcaya.
Hacía años desde la última vez que había salido o entrado del Puerto de Bilbao, y más de noche, así que no reconocía los nuevos elementos construidos en el puerto, como unos aerogeneradores que hay en el espigón exterior.
Además finalmente no había podido conseguir un portulano de Bilbao, esperaba llegar con luz de día, pero navegamos un poco más rápido de lo previsto, así que andaba un poco despistado para encontrar la entrada una vez avistamos las primeras luces.
Por nuestra popa se acercaba un mercante, así que decidí acercarme a su derrota y cuando nos rebasase, seguirle; y así lo hicimos, nos mostró la entrada, como un acomodador, siguiendo su linterna de alcance.
A las 8:15h. del domingo ya estábamos dentro de la Ría de Bilbao rumbo al Puerto deportivo de Getxo, a donde arribamos poco después de las 9:00h. en un día típico de Bilbo, gris, con txirimiri y frío.
Por supuesto la tripu en brazos de morfeo bajo los efectos del dios Baco, hasta que paramos a comer. Eso es lo que pasa por reclutar tripulantes por las tabernas portuarias... ;.)).
Fue una buena travesía, con muy buena compañía.
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