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Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:
¡Hay mi blusa marinera!
Siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera.
…
R. Alberti
Dos meses casi llevo en dique seco, se me escama la piel y deshidrata la neurona. La vista se me escapa por la ventana en dirección al mar. Paseo por su orilla, escudriño el horizonte y me queman los pies de tanto pisar tierra. Me siento en una duna de la playa mirando al mar, lo veo, lo respiro y lo escucho… pero no es suficiente. Anhelo embarcar.
Echo la vista atrás revisando el año que ha pasado, no han llegado a 3.000 millas navegadas, menos que en los últimos cuatro años, y me sabe a poco.
Mi mente sin embargo se ha ido a circunnavegar el globo, mientras yo sigo aquí, en la orilla.
Siento que debo dar un paso más, mi mar se me ha quedado pequeño pero aún no me atrevo a poner toda la carne en el asador, sólo elucubro. Mientras tanto me preparo, porque necesito saber mucho más, pero me estoy acomodando, y eso siempre es peligroso para un marinero. Aún no quiero ser un marinero en tierra, prefiero seguir anhelando la tierra desde la mar.
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