jueves, 12 de abril de 2007

NAVEGANDO POR LA CORNISA CANTÁBRICA

Una nueva incursión en el Cantábrico para llevar un 37´ desde el Puerto de Sada hasta el bonito pueblo de San Vicente de la Barquera, junto con tres tripulantes reclutados entre familia, amigos y allegados.
Aunque siempre es importante la previsión meteorológica, en esta ocasión había que salir el Lunes 2 de Abril o el Lunes 2 de Abril, así que salimos el Lunes a media mañana, con sol y la ría plana, hasta que sacamos el hocico doblando el Cabo Prior, a partir de donde fue aumentando la mar y el viento de proa llegando a los 30 nudos, como así estaba previsto, y sólo empezó a amainar pasado el imponente Cabo Ortegal con sus Agullóns.CABO PRIOR
Entre medias habíamos dejado atrás Punta Candelaria, cerca de la entrada a la espectacular, no por su tamaño sino por su belleza, Ría de Cedeira, además de la costa en cuyos acantilados, los segundos más altos de Europa, se encuentra casi colgando la pequeña aldea de San Andrés de Teixido, del que el dicho popular recuerda que “vai de morto quen non foi de vivo”, así que si alguno de nosotros aún no había ido, ahora ya cumplió.
PUNTA CANDELARIASAN ANDRÉS DE TEIXIDOACANTILADOS DE LA SIERRA DE LA CAPELADA
Entre Ortegal y la Estaca de Bares la mar se adecentó notablemente, lo mismo que el viento, aunque roló hacia el Este, con lo que seguíamos navegando con viento de proa, a motor y la vela mayor algo recogida. CABO ORTEGAL
AGULLÓNS DE ORTEGAL
A partir de ahí arrumbamos hacia el Cabo Peñas, ya en Asturias, y la costa se fue separando de nosotros, hasta volver a converger con ella en Peñas. El atardecer se fue echando encima a la vez que las condiciones se iban calmando, pero para romper la monotonía, a un tablón se le dio por cruzarse en nuestro camino. Primero escuchamos algo golpear el casco, inmediatamente pusimos punto muerto, pero el motor se paró. ¡Vaya por Dios! No vimos ningún aparejo de pesca, pero sí un trozo de tablón flotando por popa, en mi opinión no lo suficientemente grande como para parar el motor. Volvimos a arrancar y al darle avante despacio de nuevo se detuvo. Buenooo… esto empezaba a olerme a tener que meterse en el agua. Nada en la sentina del motor. ¿se habrá dañado la hélice? Una última intentona, y al dar avante apareció “la madre del cordero”, el resto del tablón que habíamos partido, un madero de unos dos metros salía flotando por popa.
Ahora el motor volvía a funcionar bien, y a mi hermano, siempre tan práctico él, se le ocurrió que deberíamos recogerlo por si finalmente resultaba haber algún daño presentarlo como prueba al seguro. Tras un par de intentos lo subimos a bordo y seguimos camino.
La noche estuvo agradable, con el frío normal, y tranquila al menos durante la primera guardia, ya que durante la segunda al parecer nos metimos entre un guirigay de unos cuarenta pesqueros que andaban a la xarda (caballa), con sus luces de faena y focos de cubierta cual verbena dando vueltas. Cuando me desperté y volví a subir a cubierta ya estábamos abandonando la fiesta. Bueno al menos ha servido para manteneros entretenidos. No hay como meterse entre cuarenta pesqueros faenando para mantenerse despierto ;-) CABO PEÑAS
Con las primeras luces del amanecer ya nos encontrábamos en Cabo Peñas, justo antes de Gijón, y alguno de los pesqueros, de vuelta, nos alcanzaban por popa, a carreras hacia sus respectivas lonjas.
Con la aparición del sol llegó una suave brisa del Sur que nos permitió desplegar también el génova. Momento realmente agradable, sentado en el balcón de proa navegando rumbo Este por la estela del sol. ¡qué placer! El resto del día transcurrió tranquilamente simplemente haciendo millas navegando a cierta distancia, paralelos a la costa asturiana. Únicamente destacar la cantidad de troncos y maderos varios que nos encontramos flotando a la deriva, debido a las últimas riadas producidas por las lluvias recientes en la zona. A última hora de la tarde arribamos a la estrecha bocana del puerto de San Vicente, justo en el momento del repunte de la pleamar, pero aún así entramos con mucho cuidado. Una vez dentro, se abre una aparente bahía que en realidad es un estuario, que con marea baja se convierte prácticamente en un arenal, reduciéndose la zona de agua a poco más que la parte del muelle pesquero y un par de estrechos canales de desembocadura fluvial, en uno de los cuales debía quedar fondeado el barco. Esperamos casi una hora a que viniese un chico local para indicarnos el camino, ya que el canal no estaba señalizado, pero dado que la marea empezaba a bajar, decidimos seguir el canal con el plotter ayudados con la sonda y dos tripulantes en la proa.
A pesar de los casi dos metros de calado del barco, llegamos a las boyas del fondeo sin excesiva dificultad, y digo boyas porque debido a la estrechez del canal debía quedar amarrado de proa y popa. A destacar la exactitud del plotter (y del diferencial) que nos indicó con toda precisión el camino.
Una vez baldeado y arranchado el barco, y de cambiarnos, desembarcamos a bordo del “bote saltarín” del chico local, que nos dejó en tierra, donde celebramos el final de la travesía y la entrega del barco cenando ya en compañía del nuevo armador. ¡Qué bien entra un solomillo y un Rioja cuando llegas del mar!
(sino también ;-).

1 comentario:

Manolo dijo...

Hola Jorge: es una gozada tu profesión (desde siempre? supongo que no, pero no importa)Nunca es lo mismo, aunque podría parecerlo, y en esto, para mi, está lo de gozada.
No solo estás en la mar sino que siempre es con un barco diferente, no solo por el N, sino por el mediterráneo y las bajadas y subidas por portugal, idas a la France y a England.
Je, je, nosotros decimos, cuando hay dudas serias sobre el tiempo (aunque casi siempre he ido en un barco grande, siempre importa), que no hay que preocuparse porque la mar siempre es de proa. Un saludo y suerte de Manolo Calvar