Todo empezó con un mal entendido. Una noche de finales de Enero del 2005 recibí una llamada… Diga?... al otro lado del aparato una voz me hablaba en perfecto inglés.
Creí que era un amigo gastándome una broma… pero me sorprendió su perfecta pronunciación, hasta que entendí que realmente se trataba de un inglés. Estaba en La Coruña con un barco que traía desde Turquía, pero no podía continuar hasta Inglaterra. Después de darme todo tipo de explicaciones concluyó diciéndome que le habían dado mi número y quería que le subiese el barco, así que quedamos en vernos al día siguiente en el puerto.
Como mi inglés es del tipo “toro sentado”, avisé a un amigo para que me acompañase a la cita, después de la cual acordamos subirle el barco hasta Falmouth, en un determinado margen de tiempo.
Y así fue como en Marzo nos juntamos cuatro amigos para salir hacia Inglaterra a bordo del “Manika”, un Oceanis 35, únicamente equipado con una radio VHF.
De los tres tripulantes, sólo uno tenía experiencia, con el que ya había hecho muchas millas. Con el segundo también había navegado unas cuantas, y por ultimo, un amigo de los que se apunta a un bombardeo, pero todos con ganas de navegar, así que estupendo!
Zarpamos en una mañana gris, aunque luminosa, sin apenas viento.
Con el motor y la mayor, como tantas veces, remontamos la costa gallega hasta Cabo Ortegal, punto en que empezamos a dejarla atrás para adentrarnos en el Cantábrico poniendo rumbo a la Isla de Ouessant, extremo más occidental de la Bretaña francesa.Creí que era un amigo gastándome una broma… pero me sorprendió su perfecta pronunciación, hasta que entendí que realmente se trataba de un inglés. Estaba en La Coruña con un barco que traía desde Turquía, pero no podía continuar hasta Inglaterra. Después de darme todo tipo de explicaciones concluyó diciéndome que le habían dado mi número y quería que le subiese el barco, así que quedamos en vernos al día siguiente en el puerto.
Como mi inglés es del tipo “toro sentado”, avisé a un amigo para que me acompañase a la cita, después de la cual acordamos subirle el barco hasta Falmouth, en un determinado margen de tiempo.
Y así fue como en Marzo nos juntamos cuatro amigos para salir hacia Inglaterra a bordo del “Manika”, un Oceanis 35, únicamente equipado con una radio VHF.
De los tres tripulantes, sólo uno tenía experiencia, con el que ya había hecho muchas millas. Con el segundo también había navegado unas cuantas, y por ultimo, un amigo de los que se apunta a un bombardeo, pero todos con ganas de navegar, así que estupendo!
Zarpamos en una mañana gris, aunque luminosa, sin apenas viento.
En el mapa meteorológico de isobaras teníamos una borrasca en el centro del Atlántico Norte, desplazándose hacia el Oeste, por lo que esperábamos vientos portantes de componente Sur que aparecieron, tímidamente al principio, anunciados por los delfines y que nos permitieron, por fin, navegar a vela. Así transcurrió la primera jornada, rematada con una noche de viento suave y poca mar, muy agradable si no fuera por el frío.
Durante el siguiente día navegamos a buena velocidad empujados por 15-17 nudos de viento de popa. Cogimos rápidamente el ritmo a bordo, divididos en dos guardias cada cuatro horas. Con lo que pronto estuvimos en medio del Golfo de Vizcaya sin ningún contratiempo.
A la mañana siguiente el viento ya había arreciado hasta unos 20-25 nudos, del Sur clavado, con él la lluvia y según ganábamos latitud, también el frío, hasta el punto que en el interior del barco veíamos el vaho de nuestra respiración.
Ese día me encontré mal, con escalofríos y constantes arcadas, creo que debido a un corte de digestión, por lo que apenas pude salir a cubierta hasta última hora.
En la otra guardia también hubo una baja, en este caso creo que debido a lo que los “gabachos” llaman “mal de mer”.
Al anochecer ya estábamos en 30 nudos de viento y la mar creciendo. El parte meteorológico en el VHF, desde Brest, causó cierta inquietud a bordo. Aviso de temporal del Sur fuerza 9 para el Canal de la Mancha… ¡Vaya! hacia ahí vamos. En ese momento debíamos estar a unas 60 millas al SW de Ouessant, y hubo quien propuso que nos metiéramos hacia Brest, pero no me pareció una buena idea. De noche, con viento y mar, acercarse a una costa tan peliaguda en cuanto a piedras y corrientes, como es la de la Bretaña francesa, y además sin conocerla, no era la mejor opción. Así que eché mano del refranero español… “Donde hay patrón, no manda marinero”. Continuaremos hacia Inglaterra y correremos con la mar y el viento de popa.
Como el viento seguía arreciando, recogimos un poco de mayor y algo de génova. Tampoco teníamos tanta prisa, e iríamos más cómodos. Aún así manteníamos 10 nudos de velocidad. ¡No está mal este barquito!
Afortunadamente ya me encontraba completamente recuperado, no así el tripulante de la otra guardia, pero de todas formas esa noche entraríamos en el Canal y no pensaba abandonar la cubierta.
Al contrario que otros paisanos antepasados que vinieron por aquí, nosotros, sí que hemos venido a luchar contra los elementos… je, je. Esperemos tener mejor suerte que ellos. (el chiste no ha hecho mucha gracia a la tripulación ;-)
La verdad, prefiero cruzar el Canal en estas condiciones que con niebla, más aún sin radar.
Aunque durante la preparación de la travesía estudié las corrientes locales, que varían constantemente en cuanto a dirección e intensidad dependiendo de la hora de la marea, en este momento, con el despendole que llevamos, me traen un poco al fresco. Poco después de media noche ya divisamos el faro de la Isla de Ouessant, y orzamos un poquito hacia sotavento de ella, para buscar el parapeto de la costa bretona, al menos en cuanto a la mar, remontando un pequeño tramo esa costa hasta encontrarnos a unas 30 millas al NW de la Isla de Batz, momento en que trasluchamos para cruzar el Canal lo más perpendicularmente posible.
No encontrábamos momento para trasluchar con la que había montada. Aprovechamos un planeo para hacerlo y todo fue bien, incluso sirvió para quitarnos un poco el frío de encima, que no era poco.
Ahora arrumbábamos hacia Cabo Lizard, ya en la costa inglesa.
Encontramos menos tráfico del esperado, un poco más abundante del lado británico, donde nos cruzamos con varios mercantes y porta contenedores, alguno de ellos enorme, pero la mayoría ya con luz de día. Durante el amanecer del cuarto día fue amainando el viento, y con él la ola, hasta quedar en unos 20 nudos de nuevo. El día se presentaba con buena pinta, incluso con sol, lo cual contribuyó a levantar el ánimo de la tripulación. Supongo que la proximidad de la Gran Isla también ayudó.
Por la mañana pudimos desplegar toda la vela de nuevo y el viento roló un poco hacia el Oeste, lo que nos permitió llevar ya rumbo directo hacia la Ría de Falmouth. El cuarto tripulante volvió a asomar la cabeza por el tambucho. Como nuevo!
Momentos de buen ambiente en bañera, comidita, y como al despiste, se fue vaciando la cubierta. Bueno, al menos uno ha tenido el detalle de quedarse frito en la bañera, que por lo menos hace un poco de compañía. De todas formas se está muy agradable. A primera hora de la tarde se divisa Cabo Lizard por la amura de babor, ya estamos llegando!
La noticia vuelve a revivir a la tripulación y mientras nos aproximamos, disfrutamos de la visión de la costa de Cornualles, tan parecida a la gallega. Finalmente, a última hora de la tarde, nos adentramos en la Ría de Falmouth, Ría bastante estrecha y que se bifurca en dos ramales. Por la ley de Murphy remontamos el que no es, pero como dicen que preguntando se llega a Roma, decidimos interrogar al primer velero que nos cruzamos. Efectivamente, era por el otro lado. La “crew” inglesa del otro barco nos sonríe con guasa, y es que por aquí, desde lo de la “Armada Invencible” aún guardan cierta ironía inglesa para con los españoles. En fin, vuelta atrás. Si es que no sé para qué preguntamos, no tiene pérdida, es como el WC, siempre al fondo a la izquierda.
Con la última luz de la tarde arribamos definitivamente a Falmouth Marina, un sitio precioso ya casi río arriba.
Amarramos en el pantalán de espera hasta que nos asignan una plaza y de cabeza a disfrutar de una ducha caliente de las que te quedas dormido bajo el chorro. Acto seguido paseo hasta el pueblo donde ya sólo estaban abiertos dos típicos pub, así que una pinta en cada uno y de vuelta a la piltra.
Mi mejor recuerdo, no obstante, de este pintoresco pueblo, fue el impresionante desayuno inglés a base de “beans, bacon and eggs” que nos metimos entre pecho y espalda a la mañana siguiente, en un agradable local de su “high street”. El día posterior y cómo perdimos el puntual tren que nos debería llevar hasta Plymouth para coger el ferry de vuelta a España, es ya otra historia.
3 comentarios:
Nautijorge,quería felicitarte por la apertura de tu weblog, realmente tus relatos son muy amenos. He incluido un vínculo desde el "Diccionario Náutico". Saludos y buenos vientos!
me encanta leer tus relatos, me hacen recordar muchos momentos vividos, tanto en tierra, como en mar, y me dan ganas de navegar!!!
Nautijorge, me alegro de haber descubierto tu interesante blog gracias a ferchu. Pondré un enlace en mi bitácora.
Como sabe ferchu, paso el mes de julio en Esteiro ¿Vives en la ría de Muros-Noia?
Saludos
Chifle
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