Ha sido un invierno de muy poco movimiento fuera de la Ría, bueno, más bien ninguno. Así que esta travesía ha servido para desentumecer músculos y quitarse las telarañas del invierno.
Había que bajar un Bavaria 31 de Sada hasta Vigo y me apetecía navegar solo. La predicción meteorológica para el sábado y domingo era idónea, como así fue. Viento de componente Norte de entre 12 y 24 nudos, con buen tiempo, marejadilla a marejada y visibilidad buena a regular. Al medio día del sábado zarpé del Puerto de Sada, con un día soleado y luminoso después de muchas semanas de lluvia incesante. A motor mientras salía de la Ría y una vez fuera, a vela en un delicioso través con 12 – 15 nudos de viento y marejadilla hasta las Islas Sisargas. ¡Qué maravilla! Pasadas estas, a las cinco de la tarde, apareció una ligera bruma, pero mientras navegaba a un largo a seis nudos me eché una siesta en cubierta, sólo interrumpida por alguna que otra levantada de cabeza para otear el horizonte y por la visita de los delfines que vinieron a saludar. A lo largo de la tarde el viento fue arreciando y la mar levantándose, yéndose a la popa según iba variando el rumbo más hacia el Sur, hasta que tuve que trasluchar. La mar llegó a su máximo más o menos entre Cabo Vilán y Cabo Touriñán, el viento arreció hasta los 24-25 nudos. Suficiente en este barco para que empezase a campanear un poco, por lo que aproveché para llevar el timón a mano un rato, ya que al piloto automático le costaba anticipar la ola, disfrutando de otra bonita caída de sol en la “costa da morte”. A última hora de la tarde aparecieron oscuras nubes por popa que hacían pensar en un posible empeoramiento de las condiciones con posibles chubascos, y decidí reducir un poco la vela mayor para estabilizar más el barco y facilitar el trabajo al piloto.
Al desaparecer el sol, el viento hacía refrescar sensiblemente la temperatura, y anocheció bajo unas condiciones algo desapacibles y tenebrosas, al paso por Cabo Fisterra.
Como suele ser habitual cuando sopla Norte la mar y el viento mejoraron al sur del cabo y aún navegando a vela encendí el motor para cargar baterías. Tras unas cuantas horas con el piloto, la electrónica, el plotter, el VHF y el equipo de música, la batería se resiente, a lo que ya de noche había que sumarle las luces de navegación.
Las nubes se disiparon y quedó una noche estrellada pero sin luna.
Bastante antes de llegar a estar al través de la luz del faro de Corrubedo volví a coger el timón, más que nada para combatir el sueño y aprovechar para mantener las velas en orejas de burro con el viento en popa cerrada. Una vez librados los bajos de Corrubedo, y a la vista de la luz de los faros de las islas Sálvora y Ons, trasluché de nuevo, cerrando el rumbo a un largo amurado a babor para pasar entre las Islas de Onza y Cíes, apuntando hacia el canal norte de la ría de Vigo.
Al ser fin de semana no encontré tráfico de pesqueros por la noche, lo cual se agradece, pero sí coincidí con un gran trasatlántico, iluminado como una verbena, antes de embocar el estrecho canal norte. Me alcanzó desde popa y pasó a menos de una milla por mi estribor. Al poco rato amaneció, ya en el canal, una mañana apacible, y una vez dentro de la Ría de Vigo el viento amainó y la mar se presentó como un plato, por lo que volví a encender el motor. Una hora y pico me llevó llegar hasta el fondo de la ría, mientras aproveché con calma para ir arranchando el barco, recogiendo velas y preparando la maniobra de atraque, y a eso de las 08:30h llegué al puerto deportivo de Moaña, frente a Vigo, puerto base del barco y donde me esperaban los armadores.
Una buena travesía en la que el barco se comportó de maravilla y yo logré quitarme las telarañas ;-)
1 comentario:
Me dejo caer por este blog de vez en cuando y me resultan muy entretenidas esas historias de tus viajes.
Suerte en tu próxima travesia!
Publicar un comentario