domingo, 26 de septiembre de 2010

LUZ DE SEPTIEMBRE

Como todos los años, nos cogemos unos días de desconexión en septiembre. Seguramente el mejor mes del año, con su luz característica, para encontrar buenos lugares en los que poder perderse, algo que, sin embargo, es cada vez más difícil, sin necesidad de gastar mucho dinero ni tiempo.
Ya hace unos pocos años que conocimos la costa SW y es la tercera vez que volvemos a ella. Sorprendiéndonos agradablemente lo poco que ha cambiado, su campiña tranquila y cálida con olor a jara, viñedos y pinos junto a una costa salvaje y bastante solitaria donde aún puedes empaparte de mar y sol sin encontrarte apenas gente.
Por mi parte me iba bien olvidarme un poco de los barcos, aunque no del todo, pues aproveché para releer al maestro Moitessier embarcándome mentalmente de nuevo a bordo del Joshua a lo largo del Mediterráneo, el Atlántico y el Pacifico, para volver a través del Cabo de Hornos.

Encontramos una pequeña y agradable casa en el campo a muy poca distancia del mar, un lugar perfecto, con poca pero agradable gente alrededor, entre la que incluyo a Gabriel, el profesional pero cariñoso perro guardián de los dueños de la casa, y a los habitantes de las dos casas vecinas, una pareja de ingleses dedicada a sus caballos y una alemana que parecían haber encontrado su lugar en el mundo.
Cada día una playa diferente, a cada cual más impresionante. Largos arenales entre la potencia geológica de las rocas del acantilado y las incansables olas rompientes de un mar siempre cambiante con la luz y la marea. Cada día un improvisado chamizo para refugiarse del sol en las horas centrales del día. Dejando pasar el tiempo entre paseos, baños y lectura embutidos en semejante paisaje. Cuando apretaba el calor, al agua. Comer cuando el hambre cosquilleaba y tumbarse a dormir al sol o a la sombra si el sueño nos podía. Vida simple, vaya.

Más desidioso que en otras ocasiones, también me dio para jugar un poco con las pinturas.
Pero igual de agradables resultaban las caminatas por el campo o tumbarse en el porche a leer y al final de la jornada, si se terciaba, dejarse caer por alguno de los pueblos cercanos para cenar buen pescado. En fin, qué bien se está cuando se está bien.
Poco movimiento de barcos por esta costa en esta época del año, sólo pude ver un par de ellos, que me hicieron recordar las veces que he pasado frente a ella. Qué diferente punto de vista… Finalmente, con las baterías recargadas, vuelta a casa y a los barcos. Tampoco hay queja.
A pesar de que sigo con problemas con mi ordenador y tecnología en general, me las apaño para hacer esta entrada. Espero estar pronto de nuevo en equilibrio con mis cacharros (ordenador, móvil...) que tanta lata me dan.