lunes, 24 de octubre de 2011

SEGUIR NAVEGANDO

Últimamente ando un poco desmotivado, concretamente a la hora de hacer millas. No es exactamente cansancio, más bien cierta pereza. Una pereza que se suele desvanecer una vez a bordo, pero…
Dentro de un par de días seguramente vuelva a embarcarme, aunque no lo sabré hasta el último momento, en principio solo, o no, para navegar una vez más a lo largo de la costa gallega, desde la Ría de Ares a las Rías bajas. Alrededor de 120 millas que me llevará recorrer en torno a las 20 horas. Se prevé un buen nordeste de 20 a 25 nudos seguramente con rachas de más, fuerte marejada por zonas y una mar de fondo rondando los 3 metros, con buena visibilidad. En principio un buen parte para que sea una travesía amena.
No obstante, tengo una extraña sensación que no sé definir… Nada que ver con el exceso de confianza que me podría envolver por el hecho de haber realizado esta travesía en más ocasiones de las que puedo recordar, si acaso lo contrario. Cada vez que me hago a la mar, me invade un sentimiento, aunque sólo sea por un instante, de “ruleta rusa”. Quizá sólo sea un tema de probabilidades por la gran cantidad de veces en que todo ha ido bien.

Hemos tenido un principio de otoño fuera de lo normal en cuanto a buen tiempo y temperaturas altas, pero hará fresco, en el mar siempre lo hace. Oscurecerá a eso de las ocho de la tarde, lo que seguramente supondrá unas diez horas de navegación nocturna, lo que conlleva cansancio y sueño… A estas alturas de temporada, al salir por ahí afuera, la sensación de soledad en la mar es mayor y como sé perfectamente lo que me encontraré, me da pereza.

Han pasado cinco días desde que escribí los párrafos anteriores y finalmente he realizado la travesía que me confirmaron justo la noche anterior.
Había que realizar la travesía antes del domingo, pues se esperaba para entonces un fuerte temporal del sur, sin embargo para el viernes no habría viento, por lo que el jueves era el mejor día.
Finalmente también fui acompañado por el armador, pero sólo eso, acompañado.
El parte meteorológico, en principio, se cumplió aunque con momentos de más viento.
Pretendía zarpar temprano pero entre pitos y flautas no fue hasta las 11:00 h que largamos amarras.
Durante las primeras millas de travesía las condiciones anunciadas se cumplieron. Salimos de la ría con 15-20 nudos de viento del ENE, que más tarde arreciaría y rolaría ligeramente al NE.
La vela mayor con dos rizos (luego, en popa, sería más complicado tomar rizos y así sería más fácil si tuviera que arriar toda la mayor) y todo el génova nos empujaron rápido hasta las Islas Sisargas.
La dirección del viento nos obligó a pasar las islas muy por fuera y la mar hizo que tuviese que timonear a mano desde muy pronto. Tras pasar las islas el viento rozaba los 30 nudos y la fuerte marejada estaba bien formada, que junto a la diferencia de ángulo entre la mar de fondo y la mar del viento hacía complicado gobernar. Antes de trasluchar para poner rumbo a Cabo Vilán arriamos la vela mayor y así el barco navegaba mejor tirado sólo por el génova, llegando a alcanzar, no obstante, planeos de hasta 12 nudos de velocidad, lo que no está nada mal para un barco de 30 pies.

Las condiciones de mar y viento me hicieron la navegación más divertida, aunque sin grandes entusiasmos. Pero eso sí, la mar estaba preciosa.
Una reflexión sobre lo diferente que se ven las cosas según la luz y el propio cansancio. Me refiero a la distinta percepción anímica, por ejemplo, en las mismas condiciones de viento y mar dependiendo de si es un día soleado o nublado, de si es por la mañana o la tarde, y sobre todo cómo cambia la percepción cuando es de noche. En esta percepción, y por tanto la sensación anímica que nos produce, influye también nuestro propio cansancio y si la expectativa de descanso está próxima o lejana en el tiempo o incluso en el espacio.
La navegación entre Sisargas y Cabo Touriñán fue rápida, entre una mar agitada y un viento de popa en torno a los 29 nudos con rachas de hasta 33 nudos.
Al paso por Cabo Vilán, que la mar llegaba a ocultar, las condiciones se fueron atenuando un poco según avanzábamos hacia el sur.
Entre Touriñán y Fisterra se puso el sol, dando paso a un claro y largo crepúsculo que anticipó una noche oscura y estrellada bastante fresca.
Continuamente al timón, el cansancio se empezaba a notar, conectando el piloto automático sólo en momentos puntuales para comer algo, abrigarme y echarle un vistazo a la carta, pues el GPS-plotter carecía de cartucho de la zona. Por muy bien que conozca la zona, nunca me confío.
Esperaba que al paso de Cabo Fisterra la mar y el viento amainasen más de lo que lo hicieron, oscilando entre 20 y 27 nudos, no obstante si que estaba más cómodo, supongo también por la costumbre.
El viento se fue un poco hacia el Este, llegando a navegar a un largo e incluso del través mientras arrumbaba unos grados más a estribor de la luz del faro de Cabo Corrubedo para librar sus bajos. Una vez que se distinguió claramente el sector rojo de ese faro por la aleta de babor cambié el rumbo para enfilar entre las luces de los faros de las Islas de Sálvora y Ons.
A las 02:30h una luna rojiza en cuarto decreciente hacía su aparición sobre tierra, para poco a poco ir alzándose y clareando.
Durante más de una hora los delfines nos escoltaron, distinguiéndose sus estelas por la luminiscencia del ardora, saltando constantemente por ambas bandas.
La mar atravesada, ahora, hacía que algunas olas rompiesen por la aleta de babor salpicándonos en la bañera y ayudando a aumentar la sensación de frío.
En cuanto estuvimos en la oposición de los faros de Sálvora y Ons ya se distinguían las luces verde del Picamillo y roja del bajo de la Fagilda, paso hacia el que nos dirigíamos para adentrarnos en la Ría de Pontevedra. Con el viento ya a 60º, arreció de nuevo a 28 nudos, encañonado por la Ría de Arousa, por lo que decidí recoger un poco el génova, pero este quedó atascado. Conecté el piloto y me fui a proa para desatascar el tambor del enrollador, lo que me llevó un rato. Finalmente lo conseguí y recogimos completamente el génova para seguir navegando a motor. Bajo la protección de las islas la mar y el viento se calmaron y gobernando ya con el piloto nos fuimos adentrando en la Ría de Pontevedra hasta bordear la Isla de Tambo para poner la proa hacia la luz roja del espigón del puerto de Combarro, al que arribamos a eso de las 06:00 h de la madrugada, a tiempo para arranchar el barco, echar una cabezada de media hora y coger el bus de vuelta.
Como siempre, cansado y con sueño, todo fue bien, pero a pesar de todo, por ahora, habrá que seguir navegando… y que no falte, aunque sea con esa sensación de “ruleta rusa” que cada vez más frecuentemente me produce la mar. Sensación esa que no es otra cosa que respeto. Nunca hay que bajar la guardia.

P.D. Para el amigo Mera. Pensé en llamarte, por la proximidad del destino, pero la incertidumbre de la partida y lo intempestivo de la hora de llegada hicieron que lo dejase para otra vez. Un abrazo.

jueves, 6 de octubre de 2011

DOS BARCOS HAY EN MI RÍA QUE RELUCEN MÁS QUE EL SOL

Dos barcos que me tienen enamorado, como supongo que le sucederá también a otros, tienen su base en el marinero y pintoresco pueblo de Redes, en la Ría de Ares. Ambos tienen mucho en común, prácticamente la misma eslora, casi el mismo tipo de aparejo, los dos son de madera, y poseen una belleza intrínseca que como mejor se percibe es cuando los ves navegando por la ría.
Uno es local, el “Abur” de Francisco Varela, que muy a menudo sale a navegar, desplegando su mayor cangreja coronada por la escandalosa y su foque amurado en el pequeño bauprés. Realmente es una delicia cómo navega.
Aquí tenemos imágenes del Abur con música de J.S.Bach:
(Aunque no me fío mucho de youtube)

(O aquí.Lástima que se vea tan pequeño y/o que las imágenes pierdan tanta resolución, pero...)


El otro podría decirse ya que también es local, se trata del “Sauntress” del irlandés Martin O´Scannel y que según él mismo explica, “Sauntress” significa “El Caminante”. Haciendo honor a su nombre, en el transcurso de los años, este barco surcó los mares del norte de Europa, desde Irlanda hasta Noruega, pasando por Holanda y Francia arribó al coruñés pueblo de Redes, hace ahora unos cinco años, en cuya ensenada se encuentra fondeado desde entonces. El Sauntress se construyó en Cardiff (Gales) en 1913 por Wright & Harris, bajo los planos de Wright. Tiene 28 pies de eslora y pesa cinco toneladas. Su construcción es de pino tea fijado en cobre sobre armazón de roble, quilla lastrada con plomo y algún lastre de plomo en el interior. Aparejo Cutter con vela mayor cangreja, escandalosa y dos foques amurados en su largo bauprés. Posteriormente se le dotó de la posibilidad de utilizar una verga para la vela cuadrada, aparejo traído por Worth y O´Brien. (Personajes estos que bien merecen una futura subida al blog). El Sauntress fue incluso portada de la prestigiosa revista Classic Boat, en donde hablan precisamente de esa vela cuadrada.
Tenía motor, pero fue desmontado hace unos quince años navegando ahora como lo había hecho originariamente, impulsado sólo por la fuerza del viento sobre las velas. La gente le pregunta a Martin, ¿qué hace uno cuando no hay viento?, él responde: esperar.
Da gusto ver a los dos barcos maniobrar a vela tanto al salir como al llegar al fondeo, algo que cada vez se ve menos.
Más y mejor explica él mismo sobre su barco en una entrada de la web del Club Marítimo de Redes.
Unas imágenes del Sauntress con música de Carlos Núñez:
(youtube)

(O Blogger)

Desde que está por estas aguas, el casco del Sauntress ha sido pintado en tres colores diferentes, primero blanco, luego crema y ahora celeste. Siendo esta labor de pintado y barnizado de las pocas tareas de mantenimiento que el barco requiere al estar desprovisto de motor. Cada verano el Club Marítimo de Redes organiza una regata de embarcaciones tradicionales en la que además de las ya numerosas unidades que hay en Redes, se suman embarcaciones de toda la ría y de la vecina Ría de Ferrol. Es frecuente ver navegar juntos al Abur y al Sauntress, midiendo sus fuerzas en cualquier condición de viento, pero dentro de esa regata se ha llegado a establecer una prueba de Match Race, al más puro estilo de la Copa del América, entre los dos barcos o mejor dicho, entre los dos patrones.
Una vez terminada la igualada competición, ambos vuelven a tierra en el chinchorro para brindar con una cerveza en A Pousada do Mariñeiro, también conocido popularmente como el bar “Charito”.
Y por último unas imágenes de ambos barcos "compitiendo" con música también de Carlos Núñez:



Lo que daría, ya no digo por tener cualquiera de estas dos joyas, sino por poder navegar en ellas. Todo un lujo que Martin, “el irlandés de Redes”, haya elegido estas aguas como hogar para su precioso velero. Que sea por muchos años.