lunes, 28 de septiembre de 2009

MINI TRANSAT 6.50

Photos - La Charente-Maritime / Bahia - Transat 6.50
Curioso y lamentable que nunca le haya dedicado una línea a esta clase de barcos en general y a esta regata oceánica en particular, y no por falta de interés, más bien todo lo contrario.
Suele ser considerada como el primer escalón de las regatas oceánicas en solitario, y generalmente constituida por navegantes jóvenes y en muchos casos noveles. Por ella han pasado muchos de los grandes navegantes solitarios que posteriormente, en la mayoría de los casos pasando por los “Fígaro”, han dado el salto a los Open 60 y a los multicascos.
Tradicionalmente, como ocurre con la mayoría de las regatas oceánicas en solitario, era una regata predominantemente de los franceses pero, al igual que en las demás, cada vez aumenta más el número de participantes de otros países.
En esta edición 2009 participan 85 navegantes, 6 de ellos españoles: dos en la categoría de barcos de serie, como Hugo Ramón y Joel Miró. Los otros cuatro en la categoría de prototipos, como Anna Corbella, Gerard Marin, Juan Carlos Sanchís y Tony Weijl. Los Minis son barcos de 6.50 m, auténticos bancos de prueba en lo que a diseño se refiere de los IMOCA Open 40, 50 y 60. Barcos muy extremos (incluidos los de serie) con una relación de desplazamiento y superficie vélica realmente increíble gracias a su bauprés plegable de 2m de longitud, lo que les confiere una potencia y velocidad propia de barcos mucho más grandes. Así, en esta edición, se ha llegado a realizar singladuras de 273 millas, a un promedio de 11,4 nudos. Pero lo que verdaderamente los distingue es que los presupuestos necesarios para participar en esta prueba son mucho más reducidos que los de sus hermanos mayores, lo que facilita la búsqueda de patrocinadores. Aún así, esta ventaja de ser pequeños se convierte en inconveniente a la hora de navegar, pues las olas y la fuerza del viento no distinguen tamaños.
Photos - La Charente-Maritime / Bahia - Transat 6.50

Acaba de finalizar la primera etapa de la regata, entre La Rochelle (Francia) y el puerto de Funchal en las Islas Madeira (Portugal), y el próximo 3 de octubre zarparan para la segunda etapa entre Madeira y Salvador de Bahía (Brasil), con un total de alrededor de 4.200 millas entre las dos etapas.

La clasificación ha sido la siguiente:
PROTOTIPOS
1º- Bertrand Delesne (Francia)
2º- Henri Paul Schipman (Francia)
3º- Thomas Ruyant (Francia)
8ª- Anna Corbella (España)
14º-Gerard Marin (España)
15º-J.C. Sanchís (España)
24º-Tony Weijl (España)

SERIE
1º- Francisco Lobato (Portugal)
2º- Charlie Dalin (Francia)
3º- Xavier Macaire (Francia)
15º-Hugo Ramón (España)
26º-Joel Miró (España) FRANCISCO LOBATO, UN AUTÉNTICO MONSTRUO DE ESTA CLASE
Buen papel pues de los españoles, en especial de Anna Corbella, y a ver si en la segunda van aún más adelante. ANNA CORBELLA, CON TRAJE DE SUPERVIVENCIA

lunes, 21 de septiembre de 2009

CUANDO LA METEO SE EQUIVOCA

Algún amigo meteorólogo me tiene dicho que la meteorología es una ciencia exacta…
Quizá sí, pero lo que es seguro que no es exacta es la interpretación de los datos que esta nos brinda.
Lo tengo comprobado, esto va por temporadas. En ocasiones las predicciones meteorológicas se cumplen hasta en la hora, y sin embargo otras veces patinan 180º. ¿Será que coincide en épocas de vacaciones, cuando los becarios cogen el relevo?
A principios de septiembre se dio el caso. Había que bajar un velero de 32´ desde A Coruña hasta Baiona, para lo cual me acompañaron “la patrona” y una pareja de amigos, Eva y Pedro.
El parte meteorológico anunciaba vientos del Oeste flojos para las primeras horas, lo que suponía que durante las primeras millas, hasta las Islas Sisargas, tendríamos un poco de viento de proa. Hasta aquí prácticamente lo único que se cumplió.
Posteriormente se anunciaba un giro del viento hacia el NW, y más tarde seguiría girando hacia el N, llegando incluso a entablarse del NE, arreciando ligeramente hasta 20 nudos. Así las cosas esperaba una agradable travesía, con un viento que iría aumentando según se iba abriendo hasta llevarlo en popa.
Por otro lado anunciaban mar de fondo del NW de 1 a 2 metros, que se cumplió, aunque más bien era de 2 a 3 metros.
Zarpamos de A Coruña un miércoles por la mañana, con día soleado, estimando una duración de travesía de unas 20 horas, 24 a lo sumo, así que tenía previsto arribar a Baiona durante la mañana del jueves, temprano. Por lo que no me preocupaba demasiado el hecho de que se anunciase la entrada de un frente de lluvia, previsto para última hora del jueves. La primera parte de la travesía fue agradable, hasta poco después del paso de las Islas Sisargas, paso que hicimos por dentro, entre las islas y tierra. Con un viento de entre 10 y 12 nudos de proa, ayudados por la vela mayor y un motor al que le costaba alcanzar los 5 nudos, a duras penas nos permitía sobrepasar los 4,5 nudos, teniendo en cuenta además que se iba desacelerando, obligando constantemente a ir aumentando las revoluciones. Por lo tanto el avance era lento, pero tenía la esperanza de que según fuésemos virando hacia el Sur y el viento rolando hacia el Norte, este nos empujaría lo suficiente para aumentar la media de velocidad navegando sólo a vela.
Pero no fue así.
El viento fue arreciando, sí, pero según íbamos variando el rumbo hacia el Sur, el viento también lo hacía, así que por la Ley de Murphy (el único que nunca coge vacaciones) el viento fue exactamente de la proa durante toda la travesía. Lo peor, a parte de la penosa velocidad, es que iba aumentando la mar del viento de una dirección totalmente distinta de la mar de fondo, que también iba en aumento, lo que provocó el mareo de parte de la tripulación.
Llegados a la altura del Cabo Vilán, con el sol ya bajo sobre el horizonte, el cielo se fue cubriendo de nubes, la temperatura demasiado baja para la época del año y el viento se quedó, permaneciendo una mar desordenada que aumentó aún más el malestar de la parte de la tripulación que venía tocada. Justo en ese momento nos alcanzaron y rebasaron otros dos veleros de unos cuarenta pies que se dirigían a toda máquina también hacia Baiona, lo que hacía más patente nuestra baja velocidad. Así las cosas decidí entrar en el puerto de Muxía. Un paseo por tierra firme, una buena cena caliente y unas horas de sueño tranquilo era lo que necesitaba la tripulación.
Mano de santo.
A eso de las ocho de la mañana dejábamos el puerto de Muxía bajo un bonito amanecer para continuar travesía, con la tripulación en principio repuesta y bien abrigada, pues el fresco era notable. Rápidamente el viento y la mar fueron increscendo, obviamente de la proa, por lo que íbamos haciendo bordos cerrados con el fin de buscar la protección de los cabos y para que la mayor colaborase lo más posible, ya que la ola y el viento nos ralentizaban demasiado. Pero al paso de Cabo Fisterra ya no había protección posible, aún así hicimos una bordada interminable hacia la boca de la Ría de Muros y Noia para volver a virar hacia fuera y librar los bajos de Corrubedo. Las horas se hacían interminables, con los constantes cabeceos y bandazos que en ocasiones nos bajaban la velocidad a menos de 3 nudos, mientras el viento arreciaba a 25 nudos del SSE y el cielo se cubría completamente, cada vez más amenazador. Algún miembro de la tripulación volvía a recaer en el mareo y todos en el cansancio.
Tras el paso de los bajos el bordo nos permitía arrumbar hacia la punta norte de las Islas Cíes, que a duras penas se distinguía en la distancia por la mala visibilidad.
La tarde se nos echó encima y también el frente lluvioso que acabó cerrándose en una lluvia intensa que molestaba en la cara acabando completamente con la visibilidad.
Ya entre las islas Onza y Cíes Norte, sólo quedábamos dos tripulantes en cubierta y el viento arreció hasta 30 nudos (de la proa, “of course”), lo mismo que la mar, lo que nos obligó a meter un rizo en la mayor.
Estaba empezando a anochecer y por la proa apareció, entre la niebla, Punta del Caballo, el extremo norte de Cíes con sus acantilados ¡por fin!
En cuanto estuvimos al resguardo de las islas la mar desapareció y, aunque anocheciendo, las nubes bajas quedaron enganchadas en sus cumbres, dejando de llover.
Ya de noche cruzamos el estrecho de Estelas, último “escollo” a pasar antes de adentrarnos en la Ría de Baiona. A las 23:00h amarrábamos en los pantalanes del MCY y nos fuimos a cenar, cansados de una travesía incómoda que se prolongó más de lo previsto, en parte debido a las malas condiciones que nos fuimos encontrando, no anunciadas aun ni en los partes VHF. Nada excepcional, pero no las más adecuadas para el tamaño del barco y sobre todo para la justa potencia de su motor.
Curiosamente para lo malo si que acertaron, pues el frente de lluvia y viento llegó del Sur puntualmente en la tarde del jueves, como estaba previsto.
De todas formas el barco debía estar en Baiona el viernes, para participar en el Trofeo Príncipe de Asturias, así que no quedaban muchas más posibilidades. Quizá hubiera sido mejor haber continuado la primera noche, pero… Mala suerte, esta vez la meteo falló.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

EL GUSANILLO

Hacía años que me había quitado ese gusanillo de las regatas, unos seis, pero parece que me ha vuelto a picar…
Los pasados 28, 29 y 30 de agosto se celebró en aguas de A Coruña IX Trofeo SAR Infanta Elena dentro del cual se englobaban además el campeonato mundial de la clase ORC 670 y el campeonato gallego de la clase J80, en el cual tomé parte como patrón del “Cadenote”. Era la primera vez que me subía en un J80, monotipo que me resultó francamente divertido. Una clase en la que hay buen nivel, con 15 unidades inscritas para esta ocasión.
Con una tripulación improvisada y cambiante, de los cuatro tripulantes sólo tres realizamos las nueve pruebas, el cuarto tripulante cambió el segundo día, siendo sólo tres la última jornada, pero aún así creo que hicimos un digno papel, con un cuarto y un quinto como mejores resultados, pero reconozco mi falta de interés por la clasificación final, que debió estar en torno a un décimo, creo.

En la primera jornada se hicieron tres regatas, con un viento medio de unos 25 nudos.
En la primera de las regatas se notó nuestra falta de acoplamiento con el barco y coordinación entre la tripulación, amén de mis telarañas como patrón de regatas, pero aún así hicimos un octavo.
En la segunda prueba, tras una buena salida viramos el offset de barlovento en cuarta posición y en mitad de la popa reventó el gennaker, sin embargo sólo perdimos un puesto y terminamos en una meritoria quinta posición.
Debido a la rotura de la vela no salimos en la tercera prueba.

En la segunda jornada se realizaron cuatro pruebas, con un viento medio de entre 17 y 20 nudos. Tuvimos cambio de un tripulante, lo que implicaba volver a coordinar las funciones de la tripulación, y eso se notó en la primera de las pruebas del día. Bastantes malas maniobras nos relegaron a la última posición al inicio de la última popa, que afortunadamente conseguimos salvar en ese último tramo, rebasando a cuatro contrincantes.
En la segunda regata tuvimos tres salidas falsas, con llamada general. Desafortunadamente salíamos bastante bien situados, pero por la ley de Murphy, en la salida buena no salimos tan favorecidos, y en estas regatas entre barcos iguales es difícil remontar tras una mala salida, quedando al final en la posición diez u once, creo recordar.
La tercera prueba sólo nos fue un poco mejor, pero quedamos con buen sabor de boca tras la cuarta y última regata del día, entrando en cuarta posición. No aspirábamos a mejor posición dado el nivel de las tres primeras tripulaciones.

El tercer día tuvimos una baja de última hora y realizamos las dos regatas de la jornada con sólo tres tripulantes, aunque afortunadamente el viento estuvo mucho más flojo, hasta el punto de tener que esperar más de una hora hasta que saltase y se entablase el viento. Aún así, con poco viento se notó más la falta de entrenamiento y puesta a punto del barco. Claramente navegamos mejor con viento fuerte, como quedó patente con los dos pobres resultados de la jornada que debieron ser en torno a un doce y un once, no sé.

No obstante, lo que sí sé es que mi resistencia a volver al mundo de las regatas se ha visto menguada notablemente después de probar esta divertida y prometedora clase como es el J80. Altamente recomendable.
Es muy probable que repita durante este próximo invierno.

viernes, 4 de septiembre de 2009

DE NUEVO POR EL “MARE NOSTRUM”

Durante los primeros días de agosto ha tocado navegar de nuevo por el Mediterráneo, ese mar de mala reputación, envuelto en una aureola de tranquilidad, que a decir verdad, en esta ocasión ha vuelto a engatusarme con sus cantos de sirenas. Sus brisas, su calidez, su color y suavidad, salvo en el día del retorno. Casi, casi diría que he vuelto a congraciarme con él ¿y quién no?

El día 3, con el puente de las 20:00h zarpamos sin prisas del puerto de Tomás Maestre a bordo del “Bering”, un Wauquiez Amphora, ketch de 37 pies en el que ya había navegado anteriormente, en una ocasión en la que incluso estuvimos a punto de perderlo. Como dije íbamos con calma, tanto es así, que tras cruzar el puente, aún en el canal de salida, el armador, Jesús, se dio cuenta de que había olvidado la documentación del barco, así que fondeamos tranquilamente al borde del canal mientras que un amigo del puerto venía a buscarlo en bote, entonces ya cayó el primer mojito, con fresca hierbabuena de la plantación de a bordo. Con el sol ya bajo por nuestra aleta de babor, y con el armador de nuevo a bordo, reanudamos la marcha a rumbo directo hacia las Pitiusas. Navegación nocturna muy agradable bajo una luna casi llena con mar en calma y a primera hora de la tarde del día siguiente dejábamos caer el ancla en la bahía de Illetas, donde nos dimos los primeros chapuzones en aguas tibias. Esa misma noche dejamos el fondeadero para cruzar los Freus y recoger en el puerto de Ibiza a “la patrona”, volviendo de madrugada al mismo punto de fondeo, donde habíamos dejado la Zodiac. Cuatro magníficos días pasamos en Formentera. Baños y más baños en aguas transparentes alternando con reparaciones de la zodiac y su motor, entradas en puerto para reponer agua y hacer alguna compra, ir a la playa o cenar en algún buen restaurante de la isla, incluida alguna copita. Pero sobre todo las espectaculares puestas de sol y las agradables veladas nocturnas, cenando en la cubierta de popa, continuando con mojitos a la luz de los candiles que se sumaban a los reflejos de montones de luces de fondeo que brillaban en la oscuridad como si de farolillos chinos se tratase, además del de la gran luna llena. El domingo, temprano, volvimos a zarpar hacia Ibiza para dejar a “la patrona” y continuar, haciendo una recalada de avituallamiento en Santa Eulalia, hacia la Isla de Mallorca, con buen viento y mar tranquila. Anocheció al paso de Dragonera y serían las dos de la madrugada cuando fondeábamos en la bahía de Soller. A la mañana siguiente nos dirigimos a un puesto de amarre que habíamos reservado para tres días. Días que transcurrieron entre comidas en la preciosa casa de los amigos Rosa y Paco, con alguna salida para pasar el día en calas cercanas como la de Sa Furadada. Cuatro días después de la arribada a Soller, Jesús y Nacho tuvieron que marcharse, quedando a bordo la “armadora”, Mª José, incorporándose un nuevo tripulante, Quique. Por la tarde abandonamos el puerto de Soller para navegar con buen viento de popa, como vagabundos del mar, hacia la Isla de Ibiza de nuevo, esta vez por el lado NW de la isla. Otra noche de mar tranquila que con el amanecer, cerca ya del faro de Punta de Moscarter, quedó en calma total, y a las siete de la mañana fondeábamos en la cala Benirrás. Un merecido sueño después de una noche en vela, y a media mañana bañito para despejarse, ¡magnífico!. En Cala Benirrás se me mojó la cámara de fotos y murió ahogada, así que no tendré fotos del resto de la travesía hasta que Jesús me envíe las que hice con la suya.
Pasamos un día agradable en esa cala y a la mañana siguiente levamos ancla e izamos velas para seguir bajando por la costa de Ibiza, pasando entre las islas Conejera y Bledas para fondear en Cala Tarida, donde pasamos el resto del día hasta la mañana siguiente.
Buenas sensaciones produce contemplar desde cubierta el azul del Mediterráneo bajo la luz del atardecer, mientras por el tambucho y escotillas salen las notas del segundo movimiento del conciero nº 9, Kv 622 para clarinete de Mozart, con nuevos instrumentos añadidos de fondo, el mar calmo en su encuentro con las rocas, el suave calor que en tierra agita a las chicharras y el barco, que también cruje y ronronea mecido por las olas de las putas motoras que queman gasolina en la lejanía.
Lástima que por aquí haya más “camioneros” que en un área de servicio de carretera.
Desaprensivos humeantes, ostentosos y cretinos ruidosos que parece que apuntan para pasarte bien cerca, dejando su estela de olas agitadoras.
Bien entrada la mañana, después de desayunar, un bañito y merodear con la zodiac por las grutas y entrantes de la costa de alrededor, volvimos a zarpar a vela con viento en popa hacia el paso de Es Vedrá, tras cuyos acantilados perdimos el viento, enrollando génova y arrancando el motor para dirigirnos a Cala Jondal. No es precisamente una de mis favoritas, pero si hay que ir, se va, y bien está.
Al atardecer volvimos a zarpar hacia el fondeadero de Illetas, de nuevo en Formentera, para pasar por esa zona el resto de los días que quedaban antes de retornar hacia el puerto base en la Manga del Mar Menor.
Con base en Illetas, cerca de la bocana del puerto de La Savina, sólo nos movimos un día hacia los acantilados próximos a la Cala Azul, poco más allá de Cala Saona.
Cuando el Mediterráneo se muestra amable, es el más amable, cálido, tranquilo, azul, brillante, tórrido y refrescante a la vez.
Da igual estar en Formentera que en Sicilia o las islas griegas, se respira el mismo aire de mar antiguo cargado de historia, aplastado por el sol durante siglos, suavizado por sus brisas térmicas. Al doblar el siguiente cabo no me sorprendería ver la vela cuadra de un barco fenicio o las velas latinas de piratas turcos navegando a un descuartelar desde el horizonte… pero qué desilusión, se ve venir un Baglietto de 135 pies a toda leche :(
En fin, llegado el día de partir repostamos gas oil y agua en el puerto de La Savina, lo cual no es tarea fácil, y en cuanto doblamos Punta Pedrera arrumbamos hacia el puerto Tomás Maestre en la Península, a unas 120 millas hacia el SW, con una mar movida e incómoda que hace que me caiga sobre el empeine la pesada y afilada tapa de la nevera… ¡¡¡J….drrrr!!!! ¡me cago en la mar mediterránea! ¡qué dolor!. Me pongo hielo y tomo un antinflamatorio, gracias a lo cual, al cabo de las horas va mejorando mi pie.
Al amanecer llegamos al canal de entrada del puerto Tomás Maestre, donde fondeamos a la espera de la apertura del puente, aprovechando para arranchar el barco, tarea que terminamos justo a tiempo para entrar y poco después de las 08:00h el barco quedaba amarrado en su puesto de atraque.