Aunque la primera causa de tal encarecimiento se debe a los impuestos, la segunda puede ser debida a nuestra propia comodidad.
Estrenar barco, lógicamente es caro, pues al precio en sí hay que sumarle los impuestos. Pero aún así, si lo que queremos es tener un barco nuevo del paquete, suele salir algo más económico si lo encargamos en otoño o invierno aprovechando las ofertas de algunos astilleros o las de los diferentes salones náuticos.
La segunda opción es el mercado de segunda mano, sin embargo no podemos pretender comprar un barco a precio de usado pero en el estado de uno nuevo. Los hay con muchos años muy bien conservados, o más recientes pero que da pena verlos. En cualquier caso es la forma más económica de adquirir una embarcación.
En países vecinos hay bastante tradición de construírselos ellos mismos, en kit o partiendo de cero, pero esa opción aquí aún resulta anecdótica, aunque algunos se han animado a esta bonita pero ardua tarea.
Tendemos a pensar en la necesidad de tener el barco amarrado en un club náutico o en una marina. En el primer caso, además de la cuota de socio debemos pagar el amarre. En el segundo caso sólo el amarre, que puede ser comprado (aunque sea en concesión) o alquilado, amén de la tasa por la lámina de agua. Pero existe una tercera opción, que es tener el barco fondeado con un muerto y una boya, si bien es cierto que aunque esta opción es más fácil en el norte debido a la mayor cantidad de fondeaderos naturales, cada vez hay menos espacio para ello. Los pros y contras del fondeadero frente al amarre son los siguientes:
En boya – Necesitaremos un bote auxiliar, chinchorro o dingui para llegar al barco. No tendremos conexión a la corriente eléctrica de tierra ni al agua dulce pero es más económico y el barco sufre menos.
En pantalán – Es más cómodo, tendremos agua y corriente pero es más caro y también hay escasez de plazas.
Por otro lado nos debemos plantear los gastos de mantenimiento del barco, que en los construidos de fibra, que son la mayoría, suele suponer simplemente una varada al año para limpiar fondos, cambiar ánodos y dar patente en la obra viva.
No obstante, en los lugares donde hay mareas, podemos aprovecharlas para realizar estos trabajos nosotros mismos sin gasto de travel-lift ni mano de obra. Esta es una práctica habitual en la costa atlántica de Francia o Gran Bretaña, pero también se hace, o sobre todo se hacía, en las costas atlánticas de nuestro país.
En algunos casos los barcos vienen preparados con doble quilla, orza retráctil o con unos soportes laterales de quita y pon con el fin de que permanezcan derechos al quedar en seco. Otra solución es como hacía mi padre, que amarraba el barco a una rampa o muelle donde quedaba apoyado al bajar la marea, momento que aprovechábamos toda la familia y en ocasiones algún amigo para limpiar, cambiar ánodos y dar patente. También hay quien se complica menos aún y lo vara en una playa, aunque resulte más incómodo. Para el resto de trabajos de mantenimiento del barco, que suelen resultar tareas de poca entidad, pequeñas reparaciones, limpieza y cuidados, incluido el cambio de aceite, filtros y correas del motor, conviene hacerlos con periodicidad, no dejando que se acumulen durante todo el año para enfrentarnos a ello de golpe.
El hecho de tener un barco, implica que te gusta tanto navegar como trabajar en él, aunque resulte necesaria cierta maña, conocimiento y dedicación.
Comprendo que hay quien no tiene tiempo, ganas o conocimiento, o simplemente por comodidad. En ese caso lo suyo es encargarles los trabajos a profesionales, que para eso están, pero hay que saber valorar entonces el trabajo que nosotros no sabemos o no queremos hacer.
En el caso de los veleros, es conveniente que revisemos y mantengamos, con cierta periodicidad, la jarcia firme y la jarcia de labor, así como las velas. No cuesta mucho dedicar un tiempo a repasar las velas de vez en cuando o reparar pequeñas roturas, con algo de hilo encerado, aguja, empujador y un poco de tejido adhesivo podremos solventar gran parte de sus desperfectos habituales, pero en cualquier caso hay que cuidarlas si queremos que nos duren mucho tiempo. En primer lugar no pasándolas de viento, cubrirlas con sus fundas al terminar de navegar para protegerlas del sol, que es su principal enemigo y, al final de temporada, si no tenemos pensado salir a navegar durante un tiempo, guardarlas en sus sacos y estibarlas en lugares secos o algo ventilados. Es frecuente ver los barcos durante todo el invierno con sus génovas colocadas en el enrollador, al igual que las mayores enrollables, o en su caso, mal dobladas sobre las botavaras. Luego no nos quejemos si tenemos que renovarlas a los pocos años.
Finalmente, si no somos tan enamorados de los barcos como para dedicar un tiempo a cuidarlos, o nuestras circunstancias no nos lo permiten, deberíamos echar un cálculo realista de la cantidad de días al año en los que lo usaremos y seguramente nos compense alquilar. No sólo nos ahorraremos la compra del barco, sino también su seguro, su amarre o fondeo y su mantenimiento, teniéndolo en perfectas condiciones en el momento de salir a navegar, en el lugar en que deseemos, despreocupándonos de él en cuanto lo dejemos.
También están los barcos de los amigos. En un barco para seis o siete tripulantes, basta con que uno sea propietario, aunque es frecuente el caso de comprarlo entre tres o cuatro amigos, compartiendo gastos, no sólo a la hora de comprarlo, sino de mantenerlo.
Como vemos hay formas de ser armador sin que nos salga tan caro.
Pero si queremos tener un barco nuevo, en un amarre cómodo con sus servicios, correctamente equipado y mantenido sin dedicarle tiempo, entonces eso hay que pagarlo.
Por desgracia es muy frecuente ver luego barcos en sus amarres, durante diez u once meses al año sin salir a navegar, envejeciendo por no usarlos ni recibir mantenimiento, hasta que sus dueños deciden ponerlos en venta pretendiendo además que les paguen poco menos de lo que les costó…
En boya – Necesitaremos un bote auxiliar, chinchorro o dingui para llegar al barco. No tendremos conexión a la corriente eléctrica de tierra ni al agua dulce pero es más económico y el barco sufre menos.
En pantalán – Es más cómodo, tendremos agua y corriente pero es más caro y también hay escasez de plazas.
Por otro lado nos debemos plantear los gastos de mantenimiento del barco, que en los construidos de fibra, que son la mayoría, suele suponer simplemente una varada al año para limpiar fondos, cambiar ánodos y dar patente en la obra viva.
No obstante, en los lugares donde hay mareas, podemos aprovecharlas para realizar estos trabajos nosotros mismos sin gasto de travel-lift ni mano de obra. Esta es una práctica habitual en la costa atlántica de Francia o Gran Bretaña, pero también se hace, o sobre todo se hacía, en las costas atlánticas de nuestro país.
En algunos casos los barcos vienen preparados con doble quilla, orza retráctil o con unos soportes laterales de quita y pon con el fin de que permanezcan derechos al quedar en seco. Otra solución es como hacía mi padre, que amarraba el barco a una rampa o muelle donde quedaba apoyado al bajar la marea, momento que aprovechábamos toda la familia y en ocasiones algún amigo para limpiar, cambiar ánodos y dar patente. También hay quien se complica menos aún y lo vara en una playa, aunque resulte más incómodo. Para el resto de trabajos de mantenimiento del barco, que suelen resultar tareas de poca entidad, pequeñas reparaciones, limpieza y cuidados, incluido el cambio de aceite, filtros y correas del motor, conviene hacerlos con periodicidad, no dejando que se acumulen durante todo el año para enfrentarnos a ello de golpe.
El hecho de tener un barco, implica que te gusta tanto navegar como trabajar en él, aunque resulte necesaria cierta maña, conocimiento y dedicación.
Comprendo que hay quien no tiene tiempo, ganas o conocimiento, o simplemente por comodidad. En ese caso lo suyo es encargarles los trabajos a profesionales, que para eso están, pero hay que saber valorar entonces el trabajo que nosotros no sabemos o no queremos hacer.
En el caso de los veleros, es conveniente que revisemos y mantengamos, con cierta periodicidad, la jarcia firme y la jarcia de labor, así como las velas. No cuesta mucho dedicar un tiempo a repasar las velas de vez en cuando o reparar pequeñas roturas, con algo de hilo encerado, aguja, empujador y un poco de tejido adhesivo podremos solventar gran parte de sus desperfectos habituales, pero en cualquier caso hay que cuidarlas si queremos que nos duren mucho tiempo. En primer lugar no pasándolas de viento, cubrirlas con sus fundas al terminar de navegar para protegerlas del sol, que es su principal enemigo y, al final de temporada, si no tenemos pensado salir a navegar durante un tiempo, guardarlas en sus sacos y estibarlas en lugares secos o algo ventilados. Es frecuente ver los barcos durante todo el invierno con sus génovas colocadas en el enrollador, al igual que las mayores enrollables, o en su caso, mal dobladas sobre las botavaras. Luego no nos quejemos si tenemos que renovarlas a los pocos años.
Finalmente, si no somos tan enamorados de los barcos como para dedicar un tiempo a cuidarlos, o nuestras circunstancias no nos lo permiten, deberíamos echar un cálculo realista de la cantidad de días al año en los que lo usaremos y seguramente nos compense alquilar. No sólo nos ahorraremos la compra del barco, sino también su seguro, su amarre o fondeo y su mantenimiento, teniéndolo en perfectas condiciones en el momento de salir a navegar, en el lugar en que deseemos, despreocupándonos de él en cuanto lo dejemos.
También están los barcos de los amigos. En un barco para seis o siete tripulantes, basta con que uno sea propietario, aunque es frecuente el caso de comprarlo entre tres o cuatro amigos, compartiendo gastos, no sólo a la hora de comprarlo, sino de mantenerlo.
Como vemos hay formas de ser armador sin que nos salga tan caro.
Pero si queremos tener un barco nuevo, en un amarre cómodo con sus servicios, correctamente equipado y mantenido sin dedicarle tiempo, entonces eso hay que pagarlo.
Por desgracia es muy frecuente ver luego barcos en sus amarres, durante diez u once meses al año sin salir a navegar, envejeciendo por no usarlos ni recibir mantenimiento, hasta que sus dueños deciden ponerlos en venta pretendiendo además que les paguen poco menos de lo que les costó…
1 comentario:
Estimado , totalmente compartibles los comentarios y reflexiones , pasa lo mismo de este lado del oceano
saludo fraterno
Gustavo ( el tripulante )
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