Últimamente ando un poco desmotivado, concretamente a la hora de hacer millas. No es exactamente cansancio, más bien cierta pereza. Una pereza que se suele desvanecer una vez a bordo, pero…
Dentro de un par de días seguramente vuelva a embarcarme, aunque no lo sabré hasta el último momento, en principio solo, o no, para navegar una vez más a lo largo de la costa gallega, desde la Ría de Ares a las Rías bajas. Alrededor de 120 millas que me llevará recorrer en torno a las 20 horas. Se prevé un buen nordeste de 20 a 25 nudos seguramente con rachas de más, fuerte marejada por zonas y una mar de fondo rondando los 3 metros, con buena visibilidad. En principio un buen parte para que sea una travesía amena.
No obstante, tengo una extraña sensación que no sé definir… Nada que ver con el exceso de confianza que me podría envolver por el hecho de haber realizado esta travesía en más ocasiones de las que puedo recordar, si acaso lo contrario. Cada vez que me hago a la mar, me invade un sentimiento, aunque sólo sea por un instante, de “ruleta rusa”. Quizá sólo sea un tema de probabilidades por la gran cantidad de veces en que todo ha ido bien.
Hemos tenido un principio de otoño fuera de lo normal en cuanto a buen tiempo y temperaturas altas, pero hará fresco, en el mar siempre lo hace. Oscurecerá a eso de las ocho de la tarde, lo que seguramente supondrá unas diez horas de navegación nocturna, lo que conlleva cansancio y sueño… A estas alturas de temporada, al salir por ahí afuera, la sensación de soledad en la mar es mayor y como sé perfectamente lo que me encontraré, me da pereza.
Han pasado cinco días desde que escribí los párrafos anteriores y finalmente he realizado la travesía que me confirmaron justo la noche anterior.
Había que realizar la travesía antes del domingo, pues se esperaba para entonces un fuerte temporal del sur, sin embargo para el viernes no habría viento, por lo que el jueves era el mejor día.
Finalmente también fui acompañado por el armador, pero sólo eso, acompañado.
El parte meteorológico, en principio, se cumplió aunque con momentos de más viento.
Pretendía zarpar temprano pero entre pitos y flautas no fue hasta las 11:00 h que largamos amarras.
Durante las primeras millas de travesía las condiciones anunciadas se cumplieron. Salimos de la ría con 15-20 nudos de viento del ENE, que más tarde arreciaría y rolaría ligeramente al NE.
La vela mayor con dos rizos (luego, en popa, sería más complicado tomar rizos y así sería más fácil si tuviera que arriar toda la mayor) y todo el génova nos empujaron rápido hasta las Islas Sisargas.
La dirección del viento nos obligó a pasar las islas muy por fuera y la mar hizo que tuviese que timonear a mano desde muy pronto. Tras pasar las islas el viento rozaba los 30 nudos y la fuerte marejada estaba bien formada, que junto a la diferencia de ángulo entre la mar de fondo y la mar del viento hacía complicado gobernar. Antes de trasluchar para poner rumbo a Cabo Vilán arriamos la vela mayor y así el barco navegaba mejor tirado sólo por el génova, llegando a alcanzar, no obstante, planeos de hasta 12 nudos de velocidad, lo que no está nada mal para un barco de 30 pies.
Las condiciones de mar y viento me hicieron la navegación más divertida, aunque sin grandes entusiasmos. Pero eso sí, la mar estaba preciosa.
Una reflexión sobre lo diferente que se ven las cosas según la luz y el propio cansancio. Me refiero a la distinta percepción anímica, por ejemplo, en las mismas condiciones de viento y mar dependiendo de si es un día soleado o nublado, de si es por la mañana o la tarde, y sobre todo cómo cambia la percepción cuando es de noche. En esta percepción, y por tanto la sensación anímica que nos produce, influye también nuestro propio cansancio y si la expectativa de descanso está próxima o lejana en el tiempo o incluso en el espacio.
La navegación entre Sisargas y Cabo Touriñán fue rápida, entre una mar agitada y un viento de popa en torno a los 29 nudos con rachas de hasta 33 nudos.
Al paso por Cabo Vilán, que la mar llegaba a ocultar, las condiciones se fueron atenuando un poco según avanzábamos hacia el sur.
Entre Touriñán y Fisterra se puso el sol, dando paso a un claro y largo crepúsculo que anticipó una noche oscura y estrellada bastante fresca.
Continuamente al timón, el cansancio se empezaba a notar, conectando el piloto automático sólo en momentos puntuales para comer algo, abrigarme y echarle un vistazo a la carta, pues el GPS-plotter carecía de cartucho de la zona. Por muy bien que conozca la zona, nunca me confío.
Esperaba que al paso de Cabo Fisterra la mar y el viento amainasen más de lo que lo hicieron, oscilando entre 20 y 27 nudos, no obstante si que estaba más cómodo, supongo también por la costumbre.
El viento se fue un poco hacia el Este, llegando a navegar a un largo e incluso del través mientras arrumbaba unos grados más a estribor de la luz del faro de Cabo Corrubedo para librar sus bajos. Una vez que se distinguió claramente el sector rojo de ese faro por la aleta de babor cambié el rumbo para enfilar entre las luces de los faros de las Islas de Sálvora y Ons.
A las 02:30h una luna rojiza en cuarto decreciente hacía su aparición sobre tierra, para poco a poco ir alzándose y clareando.
Durante más de una hora los delfines nos escoltaron, distinguiéndose sus estelas por la luminiscencia del ardora, saltando constantemente por ambas bandas.
La mar atravesada, ahora, hacía que algunas olas rompiesen por la aleta de babor salpicándonos en la bañera y ayudando a aumentar la sensación de frío.
En cuanto estuvimos en la oposición de los faros de Sálvora y Ons ya se distinguían las luces verde del Picamillo y roja del bajo de la Fagilda, paso hacia el que nos dirigíamos para adentrarnos en la Ría de Pontevedra. Con el viento ya a 60º, arreció de nuevo a 28 nudos, encañonado por la Ría de Arousa, por lo que decidí recoger un poco el génova, pero este quedó atascado. Conecté el piloto y me fui a proa para desatascar el tambor del enrollador, lo que me llevó un rato. Finalmente lo conseguí y recogimos completamente el génova para seguir navegando a motor. Bajo la protección de las islas la mar y el viento se calmaron y gobernando ya con el piloto nos fuimos adentrando en la Ría de Pontevedra hasta bordear la Isla de Tambo para poner la proa hacia la luz roja del espigón del puerto de Combarro, al que arribamos a eso de las 06:00 h de la madrugada, a tiempo para arranchar el barco, echar una cabezada de media hora y coger el bus de vuelta.
Como siempre, cansado y con sueño, todo fue bien, pero a pesar de todo, por ahora, habrá que seguir navegando… y que no falte, aunque sea con esa sensación de “ruleta rusa” que cada vez más frecuentemente me produce la mar. Sensación esa que no es otra cosa que respeto. Nunca hay que bajar la guardia.
P.D. Para el amigo Mera. Pensé en llamarte, por la proximidad del destino, pero la incertidumbre de la partida y lo intempestivo de la hora de llegada hicieron que lo dejase para otra vez. Un abrazo.
8 comentarios:
Puedes llamar a cualquier hora por intempestiva que sea, si no tengo un problema grave te voy a buscar. Y este siquiátrico es un sitio tan bueno como otro cualquiera para reponerse. Esta es tu casa.
Lo tuyo es el magisterio, nunca vi relatos tan didácticos. Los de los barcos tenían tal componente de autobombo y fantasía que nunca me resultaron aprovechables. Preciosas las fotos, como todas. Un abrazo.
Mera.
Muchísimas gracias Mera, por tus palabras y tu ofrecimiento. La idea era haberte llamado antes, porque a las seis de la madrugada, por mucho que digas, no me sale llamar a nadie, ni al "manicomio" ;-).
A ver si sale otra de este estilo y la podemos hacer juntos, ahora que creo que dispones de más tiempo.
Un fuerte abrazo.
Jo tío. Tras leer esto es cuando me gustaría ser algo menos 'paquete náutico' para ofrecerme voluntario y acompañarte en una travesía de estas.
Un saludo
Lo malo de no tener barco propio es no poder organizar con suficiente antelación travesías acompañado de los amigos, aunque la meteorología también tiene algo que decir.
No me importa que tengan más o menos experiencia marítima, si acaso lo justo para saber donde se meten.
No obstante me encantará que alguna vez puedas acompañarme. Siempre es de agradecer la buena compañía.
Un saludo, Juan Miguel.
También a mi me gustaría acompañarte alguna vez (voluntarios no te faltan, amigo)... pero no estoy precisamente muy a mano!!! el mar y la metereología, incluso algunos barcos, son bastante imprevisibles y entiendo esa sensación y ese "respeto", lo contrario seria insensatez.
Un abrazo
Quien sabe, Isabel. A lo mejor alguna vez hacemos por coincidir y podemos realizar una travesía de amigos blogueros. Es agradable navegar junto con quien ama el mar.
Un abrazo.
Con las primeras frases de tu entrada, temi por tu ausencia de relatos, por que llegue el día que lo dejes y sean escasos los momentos que nos trasmites de tus travesias a quienes no podemos acompañarte. Luego, he disfrutado como siempre con esa travesia y con la habilidad que tienes de trasmitir tu disposición de navegar, con quien comparte esa afición en la misma onda que tu.
Me uno a esa lista de tripulantes en tierra sin apenas posibilidades de acompañarte que no perdemos la esperanza y seguimos buscando la ocasión para hacerlo, pero disfrutamos con cada una de tus historias. Mientras tanto que te duren las fuerzas y sigas relatando con ese estilo tuyo tan intenso, esas travesias.
Veo tambien como Mera que tus relatos son distintos a los de "los barcos" y les da ese toque especial que solo aqui he encontrado.
Gracias por cada uno de tus relatos, por cada una de tus palabras, por cada una de tus fotos y momentos compartidos...
y quizas algún día, antes de que te canses, encuentre la ocasión de llamarte y pedirte una travesia por esas tus aguas.
Un saludo.
Muchas gracias Kiko, no sabes lo que me animan vuestros comentarios.
Hay veces en que me siento cansado de navegar, pero sin eso me secaría, así que como dice el poeta: "Ni contigo ni sin tí tienen mis males remedio, contigo porque me matas y sin ti porque me muero..."
Ojalá podamos navegar alguna vez juntos, por cualquier mar.
Un saludo.
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