domingo, 7 de junio de 2009

NAVEGANDO DE FORMENTERA A LA CORUÑA I (1ª y 2ª etapas)

Con una nueva travesía por delante el sábado 23 de mayo cogí mi petate y me subí en un avión con destino a Barcelona para enlazar con otro que me llevaría hasta Ibiza. Desde allí, a bordo del jet de Formentera hasta el puerto de La Savina a donde llegué a primera hora de la tarde. ¡Qué tranquila encontré la isla en estas fechas!

Nada más llegar me puse manos a la obra, pues había mucho que hacer en el barco, un Sun Fast 52 de 1.992. Limpieza, envergar la vela mayor y el génova II, revisar drizas y escotas, preparar el equipo de seguridad, comprobar los instrumentos de navegación, plotter, radar y equipo de viento no operativos, sólo una VHF y un plotter de mano con cartografía general. Embarcar menaje, cartas de navegación, poleas de repuesto…
Los trabajos a bordo me llevaron hasta bien entrada la noche. Después de cenar con el armador y algunos amigos, me retiré tarde y cansado al barco a dormir. Cuatro horas de sueño y vuelta al tajo, pues quería salir durante la mañana del domingo hacia Denia.
24/05/09
Cambio de baterías, tensar la correa del motor, reparaciones de última hora, una pequeña compra en el supermercado, rellenar gas-oil y por fin a las 13:00h pude zarpar, en solitario, rumbo a Denia.
Con una ligera brisa del sur, izo la vela mayor que estabilizará y ayudará junto al motor.
Mientras navegaba seguía preparando elementos de la maniobra, cabullería, jarcia y un montón de detalles más. El barco llevaba mucho tiempo parado y había que ponerlo a punto para una navegación larga como la que teníamos por delante.
Algo más tarde fue abriendo el día, subiendo la temperatura y el viento empieza a arreciar, permitiéndome largar el génova y navegar a un largo, llegando a alcanzar al final los 8 nudos de velocidad. Navegar solo, en estas condiciones, siempre me relaja.
A las 22:30h frente a la bocana del puerto de Denia me aproo para arriar y preparar la maniobra de atraque, y una vez todo listo me dirigí a la Marina de Denia para atracar.
Cansado pero contento por ir cumpliendo con el plan previsto, ceno algo ligero y esa misma noche llega a bordo el primer tripulante, Manel, con el que ya había navegado a bordo del Cadenote Uno el pasado septiembre.
A la mañana siguiente llegaría Fátima, también antigua tripulante en el Cadenote Uno. Ambos me acompañarían durante las dos primeras etapas de la travesía, Fátima incluso hasta el final. 25/05/09
Antes de la llegada de Fátima, Manel me ayuda a subir al palo para colocar el estay de trinqueta y quitar la bombilla de la luz de tope que no funcionaba.
Poco después llegó Fátima, fuimos a hacer una compra de vituallas y al mediodía, después de una merecida duchita, dejábamos el puerto con motor. Una vez cosidas las fundas de los sables, izamos la mayor. Al doblar el cercano Cabo San Antonio, y antes de alcanzar Cabo La Nao podemos largar el génova, con unos 12 nudos de viento de la amura. Dada la buena mar aprovecho para subir de nuevo al palo y sustituir la bombilla de la luz de tope. El día transcurre sin altibajos, compaginando las velas con el motor. Durante la primera noche, con unos 15 nudos de viento de la proa, navegamos sólo con motor y mayor.
Distribuimos las guardias, que serían de tres horas cada una. De 23:00h a 02:00h y de 05:00h a 08:00h las harían Fátima y Manel. De 02:00h a 05:00h sería mi guardia, de forma que la próxima noche de navegación cambiaríamos los turnos de guardia.
Durante la primera guardia sufriríamos el primer sobresalto. De un brinco dejé mi litera al escuchar que nos llamaba salvamento marítimo por VHF, pues en un pantocazo aislado y especialmente violento se había activado nuestra radiobaliza. Tras desconectarla y comunicarles que se trataba de una falsa alarma todo continuó tranquilo. Un susto, pero nos sirvió para comprobar que la radiobaliza funcionaba y que en poco tiempo se puede poner en marcha el dispositivo de salvamento.

El parte meteorológico anunciaba, en principio, vientos portantes para esa madrugada que paulatinamente irían arreciando, pero la noche continuó con brisas suaves de la proa.
26/05/09Durante todo el día navegamos entre Cabo de Palos y Cabo de Gata, alternando períodos de vela con períodos de motor y vela, predominando claramente estos últimos, pues la previsión de vientos portantes de fuerza 5-6 no apareció, por lo que al final del día las reservas de combustible estaban en las últimas. Con la puesta de sol, a lo largo de la costa del parque natural de Cabo de Gata-Níjar, el viento fue por fin increscendo poco a poco y la recorrimos navegando en popa, con la única novedad del alcance cercano por parte de un mercante que nos pasó por estribor a poco más de un par de cables de distancia. Debido a la escasez de gas-oil decidimos cambiar el puerto previsto de recalada de Almerimar por San José, a donde arribamos a eso de las 23:00h para amarrar en el muelle de la gasolinera. Allí nos esperaba mi hermano, junto al atento vigilante del puerto.
Después de un paseito por el pueblo para estirar las piernas, cenamos a bordo, prolongando la velada en agradable tertulia hasta tarde.
El viento había ido arreciando definitivamente hasta fuerza 6. Es reconfortante oír silbar el viento en los obenques al estar en puerto. Desde mi litera escuchaba también el chapoteo del agua agitada contra el pantalán, pero no tanto contra el casco. Por el portillo abierto de mi camarote entraba el viento, todo lo cálido que puede ser el viento nocturno, en una agradable sensación que me llevó hasta el sueño profundo.
27/05/09
Nos levantamos temprano para darnos una ducha antes de que abriese la gasolinera. Llenamos el tanque y nos fuimos a hacer una pequeña compra al supermercado. Fuera se veían los borreguitos formados por el fuerte levante que ya había estado soplando durante la noche, así que al poco de salir por la bocana largamos 2/3 de génova y en cuanto abandonamos la bahía pudimos arribar popa al viento y la mar, empezando a planear con puntas de 10 y 11 nudos de velocidad con rumbo al Estrecho. Pronto dejamos atrás cabo de Gata y momentáneamente bajó un poco la intensidad del viento, por lo que desplegamos completamente el génova II y nos dispusimos a preparar un segundo génova para relingar atangonado por barlovento. Al ir a izar se enganchó la relinga y en lo que tardamos en desengancharla el viento volvió a arreciar, así que no fue hasta más tarde que realizamos esa maniobra.
Navegando en popa cerrada con el génova II por sotavento y un génova III atangonado por barlovento, sin la mayor, el barco corría equilibrado con la mar de popa. Mantuvimos esa configuración de velamen aproximadamente hasta estar a la altura de Motril, por donde nos cruzamos con una manada de calderones y más tarde nos acompañó, durante toda la noche, un grupo de delfines. ¿Querrían decirnos algo? Al ponerse el sol el viento fue cayendo en intensidad, pero la mar tardó más en suavizarse, hasta que de madrugada ambos se calmaron casi completamente, mostrándonos un amanecer tranquilo. 28/05/09
Según avanzaba la mañana y nos íbamos aproximando a la entrada del Estrecho, el viento volvía a arreciar entablándose por la popa. Los partes meteo por la VHF anunciaban vientos de fuerza 7-8 en principio para esa zona, más tarde daban vientos de levante fuerza 8-9 para el Estrecho, así que nos fuimos preparando. Navegábamos con el tercer rizo de la mayor metido y en principio todo el génova II desplegado, con 20-25 nudos de viento. Preparamos los arneses de seguridad, cerramos algunos grifos de fondo y aseguré las escotillas.
El piloto automático seguía gobernando sin problemas, pero pronto hubo que cogerlo a mano.A medida que nos acercábamos a Punta Europa el tráfico se iba intensificando y una visibilidad regular por bruma empezó a dejarnos entrever por la proa el Peñón de Gibraltar. Los avisos a los navegantes nos habían alertado de una zona de ejercicios de tiro para ese día, justo al otro lado de Isla Tarifa, en la salida del Estrecho, que nos obligaría a prolongar la derrota hacia el Oeste bastante más allá de lo habitual antes de poder trasluchar para arrumbar hacia Cádiz.
Poco antes de llegar a estar al través de Punta Europa arriamos la vela mayor y aferramos bien la botavara, pues la mar y el viento empezaban a apuntar maneras… Según íbamos dejando atrás por nuestra banda de estribor Pta. Europa, la bahía de Algeciras y Punta Carnero, el viento seguía arreciando paulatinamente al mismo tiempo que íbamos reduciendo la superficie del génova y antes de pasar por delante del Centro de Control de Tráfico, el viento ya alcanzaba la fuerza 8. Al través del faro de Isla Tarifa superaba la fuerza 9, y ya había que timonear a mano.
Ya era tarde para virar hacia el puerto de Tarifa para buscar refugio. Corríamos casi a palo seco, sólo con poco más que el puño de escota del génova desplegado.
Nosotros ya nos habíamos enfundado los trajes de agua y enganchado los arneses de seguridad, pues en cualquier momento podría perder el control del barco y dar una tumbada. Encendí el motor para tener más gobierno en el seno de las olas, que seguían creciendo, haciéndonos surfear en algunos planeos espectaculares en los que el barco se lanzaba al caer de las olas, a pesar de lo cual seguía notando el empuje del viento en mi espalda, presionándome en las rachas contra el timón.
Pocas opciones nos daban las olas y el viento, prácticamente sólo podíamos correr en su dirección. Aunque entre ola y ola intentaba ir orzando poco a poco para acercarnos a tierra y reducir el fetch de las olas con intención de arrumbar al puerto de Barbate buscando refugio. Pero eso también nos iba metiendo en la zona de exclusión de las puñeteras prácticas de tiro, algo que al cabo de un rato, y dadas las circunstancias, dejó para mí de tener la menor importancia.
La fuerza 8-9 anunciada se había convertido en algunos momentos en fuerza 10-11. El panorama se tornó, en muy poco tiempo, en algo bastante dantesco. Olas grandes, la mar blanca pulverizada por el viento que mostraba colores irisados sobre la superficie del agua, una imagen verdaderamente espectacular, que junto al ruido, impresionaba y preocupaba, pero de una belleza indescriptible. La concentración a la rueda del timón era máxima y el comportamiento de mis dos tripulantes, Fátima y Manel fue encomiable, los tres, por supuesto, enganchados por los arneses en todo momento, y con todo, ellos, se permitieron aún hacer alguna fotografía. Lamento no haber podido hacer ninguna foto durante el máximo apogeo del temporal, pero dudo que hubiesen podido plasmar la situación.
Hubo momentos en los que la fuerza del viento llegaba a deshacer la mar, aplanándola, lo que ayudó a poder acercarnos suficientemente a tierra frente a Zahara de los Atunes, donde la altura de las olas disminuyó considerablemente, no así el viento que hacía volar la espuma del mar como polvo de nieve en ventisca. ¡Precioso! A buena velocidad, próximos a la costa, nos acercábamos al puerto de Barbate, cuya bocana, abierta justo en la dirección en la que venía el viento, apenas se podía distinguir. Tampoco alcanzábamos a localizar la almadraba que se encuentra justo delante de la entrada del puerto.
Cuando nos encontrábamos a poco más de media milla de la bocana, la vedad es que tenía mala pinta, y no invitaba demasiado a entrar. Parecía que el viento apretaba aún más e intenté aproar el barco al viento con la esperanza de que en un receso de intensidad se viese la cosa más clara. Con el motor a toda avante viré todo el timón a babor, y al atravesarnos al viento el barco escoró fuertemente sobre su banda de estribor, pero la proa no consiguió remontar la dirección del viento y sólo abatíamos. Tras un par de intentos infructuosos más, hacia bandas alternas, había que elegir, o salir de allí y proseguir en esas condiciones unas horas más hasta Cádiz, o meterse en la boca del lobo enfilando hacia el centro del canal y buscar refugio en la dársena pesquera, pues el puerto deportivo me parecía demasiado arriesgado.
Consulté la opinión de la tripulación, mientras me planteaba interiormente cuánto tiempo, y más aún de noche, iba a poder mantener la concentración suficiente para gobernar en esas condiciones.
Un par de minutos más tarde volvíamos a enfilar hacia la bocana.
A falta de unos 200m, con mis gafas opacas por el salitre, pudimos ver “in extremis” por la proa las boyas y la baliza que marcaba el extremo de la almadraba. Metí todo el timón a estribor y la libramos por los pelos.
Ya no había vuelta atrás, nos encontrábamos en el canal de entrada en medio de un agua marrón por la arena removida y doblamos hacia el puerto pesquero con intención de abarloarnos a los pesqueros que se encontraban amarrados a barlovento.
Teníamos preparadas las defensas y los cabos de amarre. Manel, en la proa, listo para saltar a un pesquero con la amarra de proa, recibía las sacudidas de las escotas de génova. Una vez que saltó al pesquero, la policía local lo entretuvo diciendo que no podíamos amarrar allí. Supongo que creyeron que pretendíamos amarrarnos en el hueco del la gasolinera pesquera en vez de abarloarnos a un pesquero. Aún así daba igual, sólo quería aferrarnos a algo, después, si lo consideraban oportuno que nos multasen, pero su actitud en tales circunstancias me sorprendió casi tanto como me cabreó.
El caso es que quedamos sueltos, con Manel en el pesquero, y tuve que dar un par de vueltas en redondo en el interior de la dársena. El mar en el interior del puerto hervía, y al agua pulverizada había que sumarle ahora la arena que dolía en la cara. Finalmente, junto a un grupo de pescadores, parece que comprendieron la situación y nos indicaron una parte libre del muelle donde pudimos amarrar. El resultado fue sólo la rotura de la punta del tangón contra el muelle al salirse por la borda y algunas magulladuras que recibió Manel con las escotas.
Una vez amarrados tuve que improvisar más defensas de refuerzo hechas con cabos viejos, pues el viento nos empujaba violentamente contra el muelle.
Se hacía muy incómodo permanecer en cubierta con la arena que lo barría todo, y sólo en el interior del barco podíamos encontrar un poco de descanso.

No tardaron en llegar a bordo los tres tripulantes que nos esperaban en Cádiz para embarcar y a los que ya habíamos avisado del cambio de planes, Jesús, Ignacio y Juan.
Prepararon una buena cena a bordo y les pusimos al día de las incidencias de la jornada.
A las seis de la madrugada la calma me despertó y aprovechamos el receso del viento para dirigirnos rápidamente al puerto deportivo donde amarramos en un atraque mucho más cómodo y protegido.
No duró mucho la tregua y pronto volvió el viento con toda su fuerza.
En cubierta, incluso dentro, había montones de arena que nos costó un buen rato limpiar.
Cuanto más regábamos la cubierta más arena salía. Ordenamos el barco y después de una merecida ducha nos premiamos con un buen desayuno en el bar de la marina.
Desde allí la mar se veía espectacular, aunque la bocana parecía más decente, sin embargo el parte meteorológico nos anunciaba que el fuerte temporal duraría aún un día más. Unos vecinos ingleses en un 54 pies nos decían que su anemómetro estaba marcando 53 nudos de viento.
Los lugareños nos decían que no recordaban nada igual. ¡En Barbate!!! No nos vendría nada mal un día de descanso en puerto para reponer fuerzas y preparar bien el barco para continuar.

Ni que decir tiene que después de esta etapa me volví a reconciliar completamente con el barco, demostrándome una vez más que es un barco duro, rápido y seguro.

8 comentarios:

Manel Castañeda dijo...

Uff! Rememorar como corrimos el temporal con este relato me despierta todo tipo de sensaciones. Ninguna de ellas miedo(y no me considero especialmente valiente), pero sí, desde luego, plena consciencia de lo extremo y delicado de la situación que vivimos.

Me pregunto a mi mismo si repetería. Y me contesto, con la cabeza fría y pasado el tiempo, que sí, sin problemas, porque el patrón gobernó "chapeau" en todo momento y Fátima dio una lección de entereza. ¡Qué horas de mar y viento! ¡Vaya aventura tuvimos que lidiar! Un abrazo a los dos. (y al resto de tripulantes que disfrutaron de la travesía hasta Sada). Manel.-

Fátima García dijo...

Pues yo te confieso Manel, y ya que nadie nos lee ahora, que acabo de leerlo y he llorado!!
Y tampoco me considero ninguna valiente pero gracias a nuestro patrón en ningún momento tuve miedo. En un par de viradas, con la playa tan cerca cerré los ojos y abracé el winche con todas mis fuerzas. Pero firmo Sí donde dice...¿Volvería usted a repetir...?.
Gracias Manel.
Y gracias Jorge.

Nautijorge dijo...

Gracias a vosotros dos!
Vuestro comportamiento a bordo me dejó admirado.
Ha sido un verdadero placer volver a navegar con vosotros.
Espero que se repita. Y si quiere soplar que sople... total a nosotros ya... ;-))

Mar dijo...

Hola Jorge,Manel y Fátima
Daros la enhorabuena por lo bien que capeasteis la situación... porque yo se lo que es estar en la mar con 50 nudos de viento a bordo de un 9 metros... y no se lo deseo a nadie
http://unamiradaalariadevigo.blogspot.com/2007/11/nortada-en-la-ra.html
Deciros que por aquí en Galicia mañana va a entrar una borrasca gorda de fuerza 8, así que andaros con mucho ojo.
Qué pena que hayais conocido esas estupendas playas de Cádiz en esas condiciones porque son espectaculares!
Un fuerte abrazo a los tres y buenos vientos!

Nautijorge dijo...

Gracias Mar por tus palabras.
Es cierto que las playas de esa parte de Cádiz son estupendas, pero en condiciones de viento fuerte tienen también un encanto especial, no en vano es la tierra del viento ;-)
Leída tu entrada decirte que pienso que ante la bravura del viento y la mar no hay cobardes. Cada uno debe conocer sus límites y los de su barco, y no debemos arrepentirnos después de la decisión tomada, si esta ha estado tomada desde la prudencia. Así siempre habremos acertado.
Gracias también por tu aviso. Afortunadamente ya estamos en casa, a la espera de la próxima travesía, en la que espero que Eolo y Neptuno sean amables con nosotros. ;-)
Apertas mariñeiras.

Oriol dijo...

Desde luego se trata de toda una experiencia; además el relato es del todo absorbente.
Felicito a los tripulantes por su éxito.

Fátima García dijo...

Y en nuestro cumpleaños, Manel, Jorge, he vuelto a leer la odisea. Cómo echo de menos un vendaval como el de aquella mañana, desayunando...en tierra (y en la mar???!!! jeje)
Pues nada, que ya hace un año y que me sigo alegrando de lo q vivimos.
Que tengais buen día!!!

Nautijorge dijo...

También echo de menos esos días de mar y viento fuertes, Fátima. Un año ya de esa famosa travesía!!!
En alguna parecida deberíamos estar de nuevo ahora, pero...
Ya caerá ;-)
Que tengas un buen día también.