En la escala de Barbate hubo cambios en la tripulación. Manel se tuvo que ir pero, como dije, llegaron Jesús (amigo y compañero de muchas travesías que se apunta a un bombardeo), su sobrino Ignacio (etee… tripulante dispuesto a toodo, che) y Juan (armador de un flamante 36 pies en busca de experiencia).
El día de descanso en Barbate lo aprovechamos para ordenar y limpiar bien el barco, de cualquier rendija salía arena. Plegar velas, rellenar depósitos de agua y reparar el tangón; con unos sables de repuesto, cabo fino y cinta adhesiva pudimos hacer un apaño de emergencia, pues se preveían más vientos de popa. La previsión meteorológica anunciaba que a última hora de la tarde el viento iría amainando.
Al mediodía fuimos andando hasta el pueblo, talmente como beduinos del desierto del Teneré pues el viento mezclado con la arena hacía bastante incómodo deambular por la calle.
Era fiesta local (la feria se tuvo que aplazar un día por el viento) y esos días se celebraban las jornadas gastronómicas del atún. Casi todo estaba cerrado, pero encontramos un restaurante donde degustar un delicioso atún y más tarde aún dimos con un supermercado donde hacer una compra.
De vuelta en el barco, por la tarde, se notaba el descenso del viento. Quizá podíamos haber zarpado a última hora de la tarde, pero teníamos que rellenar el tanque de gas-oil y la gasolinera no abriría hasta la mañana siguiente, así que a descansar. Cenamos a bordo una buenísima tortilla de patata, creo que obra de Fátima y Jesús, y pronto a dormir.
30/05/09
El día amaneció tranquilo. Duchas, desayuno, liquidar con la marina y hacia la gasolinera. Aún tuvimos que esperar un poco ya que se nos anticipó un yate a motor que salía a pescar, y a eso de las once y pico salíamos por la bocana. ¡Qué diferencia con la entrada!
Izamos la vela mayor y desplegamos el génova II, abriéndonos de la costa para librar los bajos de Trafalgar antes de poner rumbo directo a Cabo San Vicente. En cuanto salimos de la influencia de Punta Camarinal el viento arreció, empujándonos velozmente en popa entre 8 y 10 nudos de velocidad, pero aún no habían pasado un par de horas cuando una de las costuras del génova se abrió, agrandándose la rotura rápidamente.
Lo arriamos y doblamos sobre cubierta para guardarlo en su saco.
El viento venía justo 180º del rumbo al que debíamos ir y como manteníamos una buena velocidad sólo con la mayor y aún había que hacer un par de trasluchadas, esperamos un rato hasta sustituir la vela de proa por un génova III.
Por fin el viento roló lo suficiente para hacer rumbo directo hacia C. San Vicente, a la vez que bajó un poco de intensidad. Trasluchamos por segunda vez, izamos el génova III y preparamos el tangón para ponernos a orejas de burro. Era la prueba de fuego para la reparación que habíamos efectuado el día anterior, y aguantó bien. La mar aún se apaciguó un poco y pudimos disfrutar de un maravilloso día de navegación a vela, con el aparejo en orejas de burro, en popa cerrada y el barco bien equilibrado. Pronto llevábamos por popa un aparejo al curricán, pero creo que íbamos demasiado rápido.
Al atardecer el viento se fue yendo más a la proa, desatangonamos el génova y cazamos escotas, y aunque la intensidad del viento había disminuido, al ir a un rumbo más cerrado manteníamos aún una buena velocidad. El viento del WSW venía demasiado húmedo, lo que me daba mala espina. Distribuimos nuevamente las guardias, la primera compuesta por Ignacio y yo, la siguiente por Jesús, Fátima y Juan.
Después de cenar, a las 23:00h empezamos la primera guardia, en una noche fantástica, con un buen trozo de luna, mar tranquila y suave brisa. Cuando volvimos a cubierta en la tercera guardia, a las 05:00h, el panorama había cambiado radicalmente. Cerrado de niebla, noche negra y el poco viento que había venía de proa, así que a recoger génova y a encender motor.
Sin radar ni un plotter en condiciones había que agudizar bien los sentidos, además el día de la salida de Denia el reflector de radar cayó desde el tope del mástil en la bañera, a un metro de Fátima, y se deshizo contra la teca, ¡Buff, por los pelos!.
Por unos instantes pudimos distinguir las luces de dos pesqueros portugueses, uno cerca por estribor y otro un poco más alejado por babor, pero tan pronto como podíamos ver malamente sus luces, desaparecían en la oscuridad. Ignacio por una banda y yo por la otra forzábamos inútilmente la vista y tratábamos de oír algo, cuando escuchamos nítidamente un silbido. ¿Has sido tú? Nos preguntamos mutuamente. No.
Dimos un par de bufidos con la sirena de niebla, pero no volvimos a oír nada. Luego pensé que probablemente habría sido por el VHF y nos pareció que venía de fuera.
31/05/09
Clareó el amanecer y aunque seguíamos inmersos en la niebla mejoró un poco la visibilidad.
Según avanzaba la mañana, poco a poco la niebla se fue convirtiendo en bruma hasta que pudimos avistar Punta Sagres por la amura de estribor y algo más tarde Cabo San Vicente. Empezaba a soplar una brisa algo más intensa y abierta, pero no pudimos desplegar el génova. Como el génova III tiene el grátil más corto hace que la driza se líe con el enrollador, con lo que tocó subir al tope del mástil.Dimos un par de bufidos con la sirena de niebla, pero no volvimos a oír nada. Luego pensé que probablemente habría sido por el VHF y nos pareció que venía de fuera.
31/05/09
Clareó el amanecer y aunque seguíamos inmersos en la niebla mejoró un poco la visibilidad.
Efectivamente la driza de génova se había enganchado, así que la desenganché y pudimos desplegar el génova. Un poco más tarde volvimos a tener problemas con el enrollador y otra vez a lo alto del palo. Esta vez sustituí la driza de génova por una de spi, y parecía que la cosa iba mejor. Aproveché el viaje para hacer alguna fotillo desde arriba. Esta iba a ser la etapa de los pájaros. Primero una pareja de palomas, agotadas, se posaron en cubierta, descansaron, les dimos de comer y beber y en cuanto estuvimos cerca de tierra “soltaron lastre” y se fueron volando. Doblamos el espectacular Cabo San Vicente y al poco nos cruzamos, bien cerquita, con el precioso buque escuela portugués “Sagres”. ¡Qué bonita estampa! ¡Qué bien cuidado! Un rato más tarde aterrizó en cubierta una especie de garceta. Esta sólo quería descansar un poco. Durante todo el día la mar estuvo como un plato y pudimos aprovechar la brisa para navegar a vela. Cuando la velocidad bajaba de tres nudos nos ayudábamos del motor, y a la que volvía a subir un poco la intensidad del viento lo volvíamos a apagar. Así, tranquilamente, transcurrió la jornada.
Al ir oscureciendo unos observaban delfines en la proa o charlaban en cubierta, Fátima leía en el salón mientras Jesús preparaba la cena. La noche también fue tranquila, sin demasiada visibilidad pero sin niebla, sólo se cerró algo más al amanecer cuando faltaban pocas millas para llegar a Cascáis. Lo teníamos en la proa y sólo a falta de un par de millas pudimos distinguir primero los petroleros fondeados en la bahía de Lisboa, inmediatamente después ya pudimos distinguir el espigón de la marina de Cascáis, y a las 09:00 HRB (08:00h portuguesa) estábamos amarrados en el pantalán del gas-oil. Teníamos una hora antes de que abriese la gasolinera y nos fuimos al pueblo a desayunar y comprar cuatro cosas.
Iba a ser una escala rápida, para recuperar un poco el día “perdido” por el temporal.
Iba a ser una escala rápida, para recuperar un poco el día “perdido” por el temporal.
2 comentarios:
Esas palomitas no se me van de la cabeza...creo q de 2 en 2 prueba superada, pero no más eh! Casi me tiro el agua encima de lo q me temblaba la mano uyuyuy.
Y Maya?
Anda, Fátima, que después de lo que pasaste en el Estrecho te den miedo unas palomas... ;-)
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