domingo, 30 de mayo de 2010

SANTA RITA Y LA TRASTIENDA DE LOS BARCOS

En estos días previos a la temporada alta de “navegación” en nuestras latitudes, me viene a la cabeza eso de “acordarse de Santa Rita o Santa Bárbara cuando truena”.
Cuánta gente sólo se acuerda de su barco cuando llega el buen tiempo de la temporada estival… dejando para el último momento las reparaciones o los cuidados que deberían haber realizado a sus barcos durante todo el año.
Cascos invadidos por las algas, cubiertas e interiores recubiertos de moho, velas que han aguantado el invierno dobladas sobre las botavaras o enrolladas en sus enrolladores, algunas rotas o comidas por el sol, la lluvia y el viento desde el pasado verano y otros que deciden renovar a la vez su “ropero” con velas nuevas. Motores que ahora descubren que no funcionan. Aparejos y maniobras estropeados más por la intemperie y el ostracismo que por el uso. Otros, en cambio, rotos por el uso pero que también hay que reparar.
Muchos deciden adquirir o cambiar de barco al mismo tiempo, cuando la temperatura empieza a subir y los grandes almacenes anticipan la llegada del verano.
Y todos lo quieren ya.
A falta de navegaciones largas (ya han fallado unas tres) parece que este año, por ahora, la cosa va de pequeñas navegaciones y mucho trabajo de trastienda, en velería o montando jarcias y maniobras de cubierta para sacar adelante esta acumulación repentina de faena. Mástiles, velas, cabos, winches, poleas, cables y herramientas se suceden y se mezclan en un carrusel frenético de trabajos para ayer. Mientras asociamos el mar y la navegación con el relax y el disfrute, recordemos que, previamente en la trastienda de los barcos, otros han doblado la espalda para que pueda ser así. Y no tiene nada de malo, cada uno a lo suyo, pero para la próxima temporada no abandonemos a los barcos como juguetes estropeados durante ocho o nueve meses para acordarnos de ellos sólo a última hora, todos saldremos ganando, incluidos los barcos.

lunes, 17 de mayo de 2010

“ELLA” LO CONSIGUIÓ!

Allá por el mes de octubre la joven de 16 años, Jessica Watson a bordo de su 34 pies “Ella Pink Lady”, partió de Sydney para su polémica vuelta al mundo en solitario. Este fin de semana, después de 210 días en el mar, cruzaba la línea de llegada para entrar de nuevo en la bahía de Sydney, escoltada por cientos de aficionados que salieron a recibirla, convertida en la nueva heroína Aussie. A priori no todos apostaban por ella, y ahora que lo ha conseguido hay quien sigue desconfiando.
Nada más llegar declaró su deseo de participar en la próxima edición de la famosa regata de 628 millas Sydney-Hobart al frente de una tripulación femenina, pero hay un escollo. Después de la trágica edición de 1998, en la que murieron 6 navegantes, la organización limitó la edad de los participantes a 18 años y Jessica cumple mañana 17, pero tiene más millas encima que la mayoría del resto de participantes.
Sea como fuere Jessica lo ha conseguido y su frase “Sólo hay que tener un sueño, creer en ello y trabajar duro para conseguirlo” seguro que se ha metido en la cabeza de muchos adolescentes, no sólo australianos sino de todo el mundo. Por lo de ahora ya están preparando su próxima partida para hacer algo similar otras dos adolescentes. La californiana Abby Sunderland, cinco meses menor que Jessica y la holandesa de 14 años Laura Dekker que está esperando que los tribunales de su país le den permiso para zarpar el próximo julio. Abby Sunderland Laura Dekker
A mi modo de ver este es el lado malo del asunto, se ha iniciado una “competición” para ver quién es la más joven en conseguirlo…

domingo, 9 de mayo de 2010

UN SÁBADO DE REGATAS

Este sábado me he vuelto a dejar liar para ir a las regatas, y la verdad es que no me arrepiento. De vez en cuando está bien matar el gusanillo. Ya lo he dicho otras veces, pero la clase J/80 me resulta divertida. Navegar contra barcos iguales, prácticamente con el mismo equipamiento hace que la cosa sea competida y que al mínimo error te pasen tres o cuatro barcos, lo mismo que un acierto te puede poner delante. Lo malo, para los no habituales en esta clase, es que la diferencia la marca el conocer muy bien el barco y la compenetración de la tripulación.
Invitado por los amigos Pachi y Luís, junto al tercer tripulante, Robert, un buen snipista que en esta ocasión fue el caña, salimos al mar para hacer tres bastones barlovento-sotavento, al principio con una suave brisa de 6 ó 7 nudos que pronto se entabló en 10 ó 12, así que muy bien.
Básicamente en ceñida nos defendimos bien, no tanto en las popas. Algo se nota, y es bastante habitual entre los patrones que navegan en snipe, el hecho de que esa clase no tiene gennaker ni spinnaker. Pero también se nota el que los tripulantes no habíamos navegado nunca juntos y que dos de nosotros conocíamos poco el barco. Como me suele ocurrir, no recuerdo cómo quedamos (y eso que fue ayer), pero anduvimos oscilando entre la segunda y la quinta posición, aunque al final, como digo, no sé. Desde luego primeros no llegamos a ir y últimos tampoco, pero perdimos el liderato en la clasificación general del trofeo.
Creo que fue en la segunda salida cuando un barco, que daba la vuelta por fuera de línea (el segundo en la general del trofeo hasta ese momento) y amurado a babor, nos abordó por sotavento. Obviamente el golpe nos perjudicó, pero a pesar de todo salimos bastante airosos del inesperado encontronazo. Sin embargo la protesta fue desestimada por tardar dos minutos en desplegar la bandera de protesta y porque el contrarió alegó que no se enteró de que le protestábamos (normal, tampoco se enteró de que atravesarse amurado a babor a una flota que sale amurada a estribor es intrínsicamente peligroso, ni que al abordar sin preferencia al barco contra el que te juegas el trofeo supone que te cae una protesta como un pino). Así que ya sabéis, si os veis en el caso, izar la bandera de protesta antes de deshacer el entuerto que supone un abordaje (lo primero es lo primero) y pegarle un grito al patrón del otro barco, avisando de que le protestáis, que se oiga en Japón (para que no quepa duda).

sábado, 8 de mayo de 2010

MINI PAVOIS 2010. La fuerza del espíritu joven.

El pasado jueves he estado en Corcubión trabajando en la jarcia de un 6.50 Pogo que había roto el mástil, lo que me ha hecho recordar que el miércoles dio comienzo la regata para solitarios Mini Pavois. Regata para embarcaciones 6.50 que recorre unas 800 millas en dos etapas de 300 y 500 millas desde La Rochelle a Gijón y viceversa que el próximo domingo 9 partirá de nuevo hacia Francia. Esta competición es empleada por la mayoría de participantes para sumar millas clasificatorias para la Mini Transat (Transat 6.50), tomando parte, en esta ocasión, 43 embarcaciones de las que solamente dos participantes son españoles, Nacho Ortí y Jorge Madden. Tras el aplazamiento de la salida por temporal, todos los participantes que no han tenido averías ni roturas ya están en Gijón.
Nacho Ortí ha llegado a Gijón en el 12º puesto, tras sufrir un abordaje y la rotura de varios aparejos.
Entre los que han tenido que abandonar por rotura del mástil está Jorge Madden, un navegante de 27 años que no conocía pero que me ha llamado la atención por su coherencia, su normalidad y su proceso en la persecución de un sueño que nos recuerda que en la competición oceánica no todos son megaproyectos.
Extraído de su blog dejo que él nos relate su salida de esta edición de la Mini Pavois que, a pesar de que para él ha durado poco, no ha hecho mella moral, aunque sí económica, en la persecución de su sueño: Hay unos 18 nudos de viento, con rachas de 21, pero aún es temprano por la mañana. La mujer que me está remolcando me pregunta que si voy a poner un rizo cuando me ve subir la mayor, a lo que le contesto muy seguro que no, que voy a ver el viento que hay fuera. Me parece curioso que una señora de casi sesenta años me haga una pregunta así y ponga cara de "este niño no sabe lo que está haciendo". Esta misma tarde me ha comentado Daniel, uno de los encargados de la organización de la regata, que esta señora lleva más de 30 años haciendo regatas en solitario, navegando en Figaro… la cultura náutica en esta parte de Francia no para de sorprenderme, como me dijo el otro día Nacho Ortí "aquí el más tonto hace relojes" y es totalmente cierto. Venimos de España de navegar toda la vida y hacer el cafre con los barcos, pensándonos que sabemos algo, y nada más llegar aquí lo primero que descubrimos es que quizá ahora sea cuando empecemos a aprender.

Pongo un rizo y el solent, navego un poco. El viento ha subido ya a 19 nudos y las rachas son de 23 a 25. La gente empieza a poner dos rizos y algunos protos rizan el génova. Mi barco es más duro para la ceñida y además mi mayor es muy pequeña arriba o sea que decido aguantar así para la ceñida de desmarque. Además luego la regata va a ser de largo o reaching y tampoco el viento es para tanto. 25 nudos en la racha, debería aguantar.

Hago la salida un poco tarde porque no he calculado que con este viento tardo más en virar de lo normal, pero aún así estoy a mitad de flota y voy muy rápido. Doy un par de viradas y estoy en el grupito de cabeza tomando la boya. Salimos rumbo a Antioche, es un largo pero la gente está tomándose con calma lo de subir otra vela de proa. De hecho vamos a 9 nudos sólo con mayor rizada y solent, pero yo no me lo pienso, está de espí pequeño. Monto rápido e izo y me separo del grupo, pero los demás empiezan a izar también y empieza la carrera de caballos a 12 y 13 nudos de planeo. Las rachas suben de intensidad, he visto 26 nudos en el anemómetro y me voy un par de veces de orzada, creo que porque llevo demasiada mayor. En una de estas me cuesta demasiado volver al rumbo bueno y el espí pequeño se rompe. Estoy a 7 millas de la salida y ya estoy rompiendo cosas, vaya… lo bajo y sigo sólo con el solent. Estoy viendo a ver qué tal me va así, pero los del grupo de espí se alejan hacia adelante y por detrás se quedan los más cautos que aún no han izado nada. Estoy compitiendo y me gusta correr con el barco, así que no lo pienso y subo el código cero. El barco es mucho más maniobrable y noble ahora, me relajo y disfruto de la velocidad. Estoy justo enfrente del faro de Antioche, después de aquí podemos caer un poco más rumbo directo a Gijón, aunque el routing recomienda seguir yendo altos porque por la mañana el viento girará. Estoy pensando en ir a poner el babyestay para que el palo esté más sujeto y derrepente el genaker se pone a flamear tras oír un golpe seco. Se ha roto la driza, o la roldana del mástil, pienso… pero al mirar hacia arriba me encuentro una imagen que no esperaba. El mástil está partido a la mitad, de cuajo, en dos partes. La parte superior cuelga suspendida de la mayor y las drizas y cables que lleva por dentro. Me apresuro en sacar el solent y el genaker del agua para no romperlos. Estoy a casi 20 millas del puerto, mi VHF no tiene apenas alcance porque la antena que estaba en la punta del palo ahora está a escasos metros de la cubierta. El comité me recibe pero no consigo comunicarme bien con ellos.”

Finalmente después de unas cinco horas de precaria navegación llegó de vuelta al Puerto de La Rochelle por sus propios medios.
También me ha llamado la atención un nuevo diseño, en esta clase llena de gente joven, auténtico “laboratorio” de innovaciones y cantera de grandes navegantes oceánicos. Por ahora este diseñador-navegante, David Raison, ha tenido que retirarse por la rotura de uno de los timones de su prototipo, lo cual sin duda le ha dejado jodido, pero quién sabe, a lo mejor se acaba imponiendo este nuevo concepto de diseño… Fotos de Martínez y Grange.

lunes, 3 de mayo de 2010

LA LEYENDA DE LOS MARIÑO

Era yo un niño cuando el hermano mayor de mi madre, mi tío José Luís Mariño, reunió a toda la familia para pasar un fin de semana en un precioso molino de marea de la “Costa da Morte”, por entonces propiedad de su amigo José Manuel Rey de Viana, fundador del famoso ballet gallego que llevaba su nombre. Mi tío era un buen contador de historias, a las que adornaba con un halo de misterio, creando casi siempre a su alrededor un ambiente propicio que ayudaba a meterse en la historia, más aún desde la imaginación de un niño.
En este caso la excusa de la reunión era precisamente esa, relatarnos una leyenda que había caído en sus manos sobre el origen de nuestra familia.
La parafernalia que había organizado con tal motivo hacía que mi expectación y curiosidad fuesen máximas.
Llegada la noche, después de la cena, nos reunió a todos en el enorme salón de doble altura, junto a la chimenea, únicamente bajo la luz de la lumbre y de algunas velas que había colocado por la estancia.
Como esa rama de mi familia es muy numerosa, nos agolpamos todos a su alrededor en sofás, butacas y sillas, los más pequeños arremolinados sobre la alfombra a los pies de su mecedora, junto al fuego. Se puso sus gafas de leer y sacando unas hojas de papel de su bolsillo comenzó a relatarnos la leyenda con la frase que reza en una placa a los pies de la escultura de una sirena que hay en la Isla de Sálvora.

“La sirena de Sálvora tuvo amores con un caballero romano naufragado en la isla. Nació un niño que se llamó Mariño...” La leyenda cuenta que al parecer dicho caballero no era un romano naufragado en la isla, sino un noble extranjero que se había instalado en ella. Hay quien dice que se trataba del caballero Roldán que, lejos de haber muerto en la batalla de Roncesvalles como se relata en “La Canción de Roldán”, se retiró en la isla gallega.
Dicho caballero cabalgaba una mañana por la orilla de la isla y en la lejanía observó el cuerpo de una mujer tendido en la arena blanca. Según se iba acercando al galope iba distinguiendo los rasgos de una joven y hermosa mujer, pero al llegar al lugar advirtió con sorpresa e incredulidad que se trataba de una sirena.
No obstante, quedó tan prendado de su belleza y de la dulzura de su mirada que sin mediar palabra alguna la subió a lomos de su caballo y la llevó hasta su hogar.
Una vez allí, le quitó las escamas con paciencia, una por una, convirtiéndose así la sirena en una espléndida mujer. Roldán la contempló durante largos minutos y ensimismado por su belleza no pudo resistir el impulso de tomarla entre sus brazos. Recorrió con dulzura su suave piel y la poseyó.
A la mañana siguiente Roldán reparó en que desconocía el nombre de la mujer, pero al preguntarle, ella fue incapaz de responder, es más, era incapaz de articular palabra.
Roldán se había enamorado perdidamente. No sabía nada de ella más que venía del mar, así que por ello decidió llamarla Mariña.

Pasaron felices los meses para los dos enamorados, pero por más que Mariña se esforzaba, no conseguía emitir palabra. La felicidad de la pareja se vio colmada al dar a luz a su primer hijo, un hermoso y robusto bebé.

Una noche de San Juan, noche mágica por excelencia en Galicia, todo el mundo cantaba y bailaba alrededor de la hoguera, mientras Mariña, con el niño en brazos, lo observaba todo con curiosidad y alegría.
Roldán se acercó a ella, cogió a su hijo en brazos y se dirigió a la hoguera para cumplir la tradición de saltarla. Mariña, que desconocía esta costumbre, pensó que su marido había perdido la razón y pretendía tirar al niño a las llamas. Presa del pánico, tras un par de intentos ininteligibles, la sirena gritó:
¡Hijo!
Al pronunciar esta palabra, un trozo de carne se desprendió de su garganta, y desde entonces la sirena pudo hablar con normalidad. De este modo, la felicidad de la pareja fue plena, compartiendo largos años de amor que dieron sus frutos en el linaje de los Mariño.

Cuentan algunos que, al morir Roldán, la sirena volvió al mar poniendo antes una condición: De cada generación de los Mariño, debería entregársele a ella un niño que se llevaría al mar.
Ni que decir tiene que la historia causó gran impacto en mí. Así que descendíamos de una sirena...
Al terminar el relato quedamos todos en silencio durante unos instantes. Un silencio sólo roto por el golpeteo bajo nuestros pies de las palas del molino girando por el paso del agua y el chasquido de la leña en la chimenea.
Esa noche tardé en pegar ojo. Me tocó dormir en una cama que se escondía tras una cortina, en una especie de urna en el descansillo de la escalera, mientras retumbaban las palas del molino, preguntándome a qué Mariño le tocaría ser entregado al mar…