Cuánta gente sólo se acuerda de su barco cuando llega el buen tiempo de la temporada estival… dejando para el último momento las reparaciones o los cuidados que deberían haber realizado a sus barcos durante todo el año.
Cascos invadidos por las algas, cubiertas e interiores recubiertos de moho, velas que han aguantado el invierno dobladas sobre las botavaras o enrolladas en sus enrolladores, algunas rotas o comidas por el sol, la lluvia y el viento desde el pasado verano y otros que deciden renovar a la vez su “ropero” con velas nuevas. Motores que ahora descubren que no funcionan. Aparejos y maniobras estropeados más por la intemperie y el ostracismo que por el uso. Otros, en cambio, rotos por el uso pero que también hay que reparar.
Muchos deciden adquirir o cambiar de barco al mismo tiempo, cuando la temperatura empieza a subir y los grandes almacenes anticipan la llegada del verano.
Y todos lo quieren ya.
A falta de navegaciones largas (ya han fallado unas tres) parece que este año, por ahora, la cosa va de pequeñas navegaciones y mucho trabajo de trastienda, en velería o montando jarcias y maniobras de cubierta para sacar adelante esta acumulación repentina de faena. Mástiles, velas, cabos, winches, poleas, cables y herramientas se suceden y se mezclan en un carrusel frenético de trabajos para ayer.

A priori no todos apostaban por ella, y ahora que lo ha conseguido hay quien sigue desconfiando.
Laura Dekker
Ya lo he dicho otras veces, pero la clase J/80 me resulta divertida. Navegar contra barcos iguales, prácticamente con el mismo equipamiento hace que la cosa sea competida y que al mínimo error te pasen tres o cuatro barcos, lo mismo que un acierto te puede poner delante. Lo malo, para los no habituales en esta clase, es que la diferencia la marca el conocer muy bien el barco y la compenetración de la tripulación.
Como me suele ocurrir, no recuerdo cómo quedamos (y eso que fue ayer), pero anduvimos oscilando entre la segunda y la quinta posición, aunque al final, como digo, no sé. Desde luego primeros no llegamos a ir y últimos tampoco, pero perdimos el liderato en la clasificación general del trofeo.
Así que ya sabéis, si os veis en el caso, izar la bandera de protesta antes de deshacer el entuerto que supone un abordaje (lo primero es lo primero) y pegarle un grito al patrón del otro barco, avisando de que le protestáis, que se oiga en Japón (para que no quepa duda).
Regata para embarcaciones 6.50 que recorre unas 800 millas en dos etapas de 300 y 500 millas desde La Rochelle a Gijón y viceversa que el próximo domingo 9 partirá de nuevo hacia Francia.
Tras el aplazamiento de la salida por temporal, todos los participantes que no han tenido averías ni roturas ya están en Gijón.
“Hay unos 18 nudos de viento, con rachas de 21, pero aún es temprano por la mañana. La mujer que me está remolcando me pregunta que si voy a poner un rizo cuando me ve subir la mayor, a lo que le contesto muy seguro que no, que voy a ver el viento que hay fuera. Me parece curioso que una señora de casi sesenta años me haga una pregunta así y ponga cara de "este niño no sabe lo que está haciendo". Esta misma tarde me ha comentado Daniel, uno de los encargados de la organización de la regata, que esta señora lleva más de 30 años haciendo regatas en solitario, navegando en Figaro… la cultura náutica en esta parte de Francia no para de sorprenderme, como me dijo el otro día Nacho Ortí "aquí el más tonto hace relojes" y es totalmente cierto. Venimos de España de navegar toda la vida y hacer el cafre con los barcos, pensándonos que sabemos algo, y nada más llegar aquí lo primero que descubrimos es que quizá ahora sea cuando empecemos a aprender.


Mi tío era un buen contador de historias, a las que adornaba con un halo de misterio, creando casi siempre a su alrededor un ambiente propicio que ayudaba a meterse en la historia, más aún desde la imaginación de un niño.

