Hemos iniciado el descenso por el Mediterráneo hacia el Estrecho, en compañía de los tripulantes Jose Manuel, Manel y Pablo que han subido a bordo en Dénia, de donde zarpamos el sábado con buenas condiciones meteorológicas. Ya a partir de Cabo de la Nao pudimos navegar a vela a un descuartelar con unos 10 nudos de viento y mar rizada, hasta bien pasado el paralelo de Alicante, de madrugada, cuando el viento nos abandonó casi completamente. Amanecimos pasado Cabo de Palos envueltos por el típico paisaje de calma chicha, pero por la tarde, previa visita de una manada de delfines al aproximarnos a Cabo de Gata, pudimos volver a navegar a la vela, de ceñida, bien próximos a la costa. El parte meteorológico anunció vientos del oeste de fuerza 5-6 con marejada y tormentas, así que decidimos aprovechar el buen tiempo y prolongar la etapa hasta Almerimar, al otro lado del Golfo de Almería, a donde arribamos a primera hora de la noche rodeados de relámpagos y truenos. Una vez ya amarrados en puerto, mientras hacíamos la cena, descargó un chubasco que dejó el barco absolutamente limpio del polvo del desierto acumulado en la jarcia durante los últimos vendavales de Dénia.
A la mañana siguiente se incorporó a la tripulación mi hermano, repostamos combustible y, habiendo contemplado la posibilidad de esperar un día en ese puerto debido al anuncio de las condiciones de viento y mar, finalmente decidimos seguir hacia el Estrecho.
Enseguida nos topamos con una fuerte mar y viento de proa que prácticamente durante todo el día superó los 30 nudos, con olas incómodas que nos mantuvieron bien pasaditos por agua, por lo que optamos por poner proa al puerto de Motril. El avance del barco, remontando al viento entre pantocazos y cabeceos, era lento, hasta tal punto que sólo llegamos a hacer unas 40 millas en esa jornada.
Cenamos en tierra y dormimos fondeados en la rada del puerto. A la maña siguiente, temprano, continuamos viaje hacia el Estrecho con buen viento de la aleta que nos permitió avanzar a 8-9 nudos, con lluvia constante, obligándonos a poner el traje de aguas completo, pero con buena mar, hasta que por la tarde el viento fue amainando y recogiendo el génova volvimos a navegar impulsados por “Pentagramix” y vela mayor. mi hermano, Jose Manuel, Manel y PabloDebido a los fuertes pantocazos del día anterior la radio VHF y el equipo de viento dejaron de funcionar correctamente, sin recibir ni poder emitir en el primer caso.
Según nos íbamos acercando a Punta Europa la mar y el viento arreciaron por la proa y ante la posibilidad de que fuese a más tomamos un rizo a la mayor.
A eso de las 23:00h, prácticamente ya en Gibraltar, el tráfico se fue intensificando. De las veces que he pasado el Estrecho, esta, fue la ocasión en la que más complicaciones he tenido en cuanto al tráfico.
Primero cruzamos a pocos metros de la proa de un mercante que a pesar de llevar luces de navegación estaba parado, después nos cruzó la proa un pequeño velero que a pesar de visualizarlo en el radar no éramos capaces de localizarlo visualmente hasta que pasó a nuestro lado sin ningún tipo de luz (¡vaya huevos los suyos!), a continuación nos alcanzaron un gasero y dos petroleros que navegando en paralelo se atravesaron a nuestro rumbo para entrar en la bahía de Algeciras y Gibraltar. Pasando a pocos metros tuvimos que irlos esquivando variando nuestro rumbo y velocidad, pasando unos por su proa y otros por su popa hasta que finalmente, tras haber dejado atrás la bahía, la cosa se fue relajando y pudimos continuar tranquilamente con rumbo a Isla Tarifa. Sin duda una buena forma de mantenernos entretenidos y despiertos.
Por fin hemos llegado ya al Atlántico, que nos ha recibido amablemente, y a partir de ahora volvemos a ganar latitud.
Amaneció pasado el través de Cabo Trafalgar en otra mañana tranquila en cuanto a viento y mar hasta que finalmente, a las 13:00h amarrábamos a los pantalanes del Club Náutico del Puerto de Santamaría. Ahí desembarcaron dos tripulantes, mi hermano y Manel, y subieron a bordo tres nuevos tripulantes, uno de ellos a la mañana siguiente, Jesús (amigo y ya tripulante del barco durante la bajada en junio), Roberto y finalmente Manuel, así que para la etapa de Cádiz a Bayona éramos ahora seis tripulantes.
Comida en Romerijo y tras una buena siesta recibimos la visita de otra antigua tripulante, Fátima, que nos trajo unas riquísimas viandas, ¡gracias!.
Antes de que se fuese la luz subimos al palo para reparar la radio y el equipo de viento. Cenamos a bordo y prolongamos la velada en agradable tertulia, no hasta demasiado tarde ya que al día siguiente queríamos zarpar relativamente pronto con rumbo hacia Portugal.
2 comentarios:
Bellos recuerdos me trae esta intrigante hazaña... me encanta leerte. besitos
Hola Ana.
Después de haber visitado tu blog espero que al menos leer el mío te sirva, por un instante, para evadirte cuando lo necesites, así que bienvenida a bordo!
Ánimo y que no te falten ganas de reir (aunque sea sin motivo aparente, siempre tenemos alguno escondido en nuestro interior ;-).
Un beso.
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